Underclass Hero

Capítulo I

“Make my eyes burn”

—¡Pandora! —gritó mi madre, interrumpiendo mi sueño. Me removí en la cama, cubriéndome hasta la cabeza con las frazadas, pero sentí una mano sobre mi brazo derecho, moviéndome—. Pandora, ya, levántate. La ducha está lista.

Solté un pequeño gruñido, me destapé y lo primero que vi, fueron los ojos de mi madre, ocultos bajo su fruncido ceño.

—No quiero —respondí, volviendo a taparme—. Otro día.

No pasaron ni dos segundos cuando sentí todo el frío matutino. Dakota me había destapado. Había ocasiones en las que me preguntaba si esa señora tenía corazón, digamos que destapar a tu hija, que solo duerme con un pantalón corto de pijama y una camiseta de tirantes, en una mañana tan fría como esa, demostraba que tenías un alto índice de crueldad.

—Tienes diez minutos —fue lo último que dijo antes de voltear y salir de mi habitación.

Volví a tomar las frazadas para cubrirme, pero me destapé al instante, no quería empezar mi primer día como universitaria con una pelea con mi madre, menos por algo tan estúpido como el tomar una ducha.

Eran las siete con treinta cuando me levanté y las siete con cuarenta y cinco cuando salí de la ducha. Si bien no me lavé el cabello, porque el tiempo no me alcanza, me demoré mucho puesto que el agua estaba a una temperatura bastante agradable para mi cuerpo.

Llegué a mi habitación y me vestí lo más rápido que pude, para ver si al menos alcanzaba a tomar una taza con leche caliente antes de que mi madre se fuera a trabajar. Pero cuando estaba terminando de atar las agujetas de mis zapatillas rojas, mi madre entra a la habitación.

La quedé observando un momento, aún inclinada sobre mis piernas, solo con la cabeza alzada. Pude ver que se iría con leggins negros, las zapatillas deportivas grises con rosa y con su abrigo gris.

Mi mamá no suele combinar bien los colores de la ropa, o bien, tampoco el tipo de ropa. Arqueé ambas cejas cuando ella toma su cabello rojizo rizado y lo echa hacia atrás.

—¿Sí? —pregunté, poniéndome de pie, acercándome a la ventana para correr las cortinas, dejando que solo los visillos evitaran que los rayos del sol entraran completamente.

—Me voy a trabajar, tu hermano ya se fue a la escuela —respondió, antes de bostezar. Giré sobre mis talones para volver a mirarla cubrirse la boca—. Como sea, lamento no poder ir a dejarte. Sé que es un día bastante importante para ti, hija.

Sonreí de medio lado y me encogí de hombros. En verdad que a mí no me importaba mucho si me iban a dejar o no, pero para mi mamá, que es una mujer a la que le gusta tener recuerdo de todo y que es bastante dramática en ese sentido, le da importancia a muchas cosas, sobre todo a esto. 
Cabe añadir que cuando me estaba matriculando, se puso hasta a llorar.

—Tranquila, mamá, no es para tanto.

—Me molesta que con tu papá podamos contar en un momento así —y aquí empezamos. Me crucé de brazos, de a poco y arqueé ambas cejas, preparada para el discurso que iba a dar—. Un favor, le pides, solo uno. Le pides que te lleve a la universidad, a tu primer día de universidad, y no, no puede, porque si lo hace, es posible que Agustina se enoje, ¿o no?

Me daba lata escuchar siempre los quejidos de mi madre, con respecto a mi padre, en serio, pero más lata me daba saber que era verdad, que tenía razón.

Negué con la cabeza y me acerqué a ella, tomándola de los hombros, aprovechando que soy cinco centímetros más alta.

—Todo está bien, ¿sí? En serio, todo está bien. La parada de autobús está a diez minutos de casa y una vez esté en el autobús, son veinte o treinta minutos hasta la universidad —me alejé un poco de ella, cuando la vi asentir. Tomé mi jersey gris, que estaba sobre la cama y guardé el móvil, que estaba sobre mi mesa de noche, en el bolsillo delantero de mis jeans—. Ya, vas a llegar tarde y yo tengo que desayunar, mamá.

Ambas dejamos mi habitación, nos despedimos cuando llegamos al piso principal y ella se fue, en tanto yo encendía el televisor de la cocina para sintonizar algún noticiero o matinal, así podría guiarme con la hora.

★★★

El camino de mi casa a la parada de autobús me tomaba, en verdad, alrededor de diez minutos. A pesar de que no es tanto, en metros, el puto camino se me hace eterno. Una vez estuve en la parada, jugando con la cremallera de mi jersey, solo me dedicaba a mirar el camino, esperando por el autobús.

Me subí a la locomoción, sonriendo ya que al menos encontré un asiento disponible. No es que me molestara irme de pie en el autobús, pero en verdad que el trayecto en locomoción demoraba alrededor de veinte minutos, incluso más si había tráfico.

Cuando el caballero que estaba junto a mí se puso de pie para bajarse en la parada siguiente a la que yo subí, me corrí hacia la ventana. Con los auriculares puestos, la cabeza apoyada en la ventana, sintiendo cómo esta vibraba a causa del motor, esperaba que el tiempo pasara, que los nervios se alejaran de mí... por la universidad.




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