Underclass Hero

Capítulo IV

Take me down into your paradise”


Me estiré, largando un largo bostezo. Parpadeé un par de veces, la luz de sol era bastante molesta. Sentí un golpe en la cabeza, y cuando me giro, veo a Caitlyn reírse. Dios, sí que tiene la mano bastante pesada, ese golpe me dolió.

—¿Y ese golpe a qué vino, malvada? —pregunté, sobando la parte golpeada.

—Para ayudarte a despertar —dijo mientras reía, cubriéndose la boca.

—Malvada —repetí.

—¿Y? —Rosetta pasó su brazo por mis hombros—. Vas a mi casa, ¿no?

—Sí, sí —respondí, tomando su brazo para zafarme de ella—. Ya le avisé a mi mamá. Espero que al menos cocines algo rico.

—Ese es otro punto —esta vez fue Flora—. Nos sortearemos para ver quién cocina.

Bufé, y asentí con la cabeza. Tenía un mal presentimiento sobre esto.

Hoy era la famosa “Fiesta de Bienvenida”, la universidad estaba llena de panfletos alusivos al evento. Era de esperarse, habían cinco bandas invitadas (de esas bandas emergentes, que solían ser conocidas por hacer tributos), y podían entrar estudiantes de otras universidades o cualquier persona mayor de dieciocho años, presentando entrada y siendo acompañante de algún estudiante de Pedagogical —si es que no estudiaba en otra universidad—, aunque todos debíamos presentar un documento que acredite nuestra identidad. Una licencia de conducir o algo por el estilo... Pero yo no tengo licencia, solo mi tarjeta de identificación.

Ni loca aprendería a conducir, le tengo miedo a los automóviles.

Íbamos toda al departamento de Rosetta. Ella, cuando más pequeña, vivía aquí, en Vernon... Bueno, cerca de Maywood. No era tan lejos, la verdad. Y ahora, por cosas de estudios, volvió a ocupar el departamento que sus padres solían arrendar.

La razón por la que se tuvo que ir a Manhattan: la venta de seguros estaba mejor allá.

Tomamos la locomoción, teniendo que aguantar a Angeline y a Flora, con sus canciones y la vergüenza que nos hicieron pasar. Entiendo que les guste —o que conozcan— a Miguel Bosé, es un gran artista, al que mi abuela materna admira demasiado, pero ellas... Dios, si mi abuela hubiera escuchado esa interpretación de “Amante Bandido”, estoy segura que las golpearía con el bastón.

—¿Y hacemos como si no las conociéramos? De todas maneras, muchos estudiantes toman esta locomoción —me sugirió Mandy.

—Hecho.

Y es que no era ninguna broma, el autobús no estaba muy vacío que digamos, con las chicas íbamos de pie, pero en verdad daban ganas de tirarse hacia abajo luego de escuchar a esas dos cantar.

Rosetta no era la que vivía más cerca, pero como vivía sola, era una oportunidad perfecta para tener nuestra propia fiesta antes de ir a la universidad. Claro, sin tomar alcohol, porque todas preferíamos beber en la universidad.

Todas nos lanzamos a una especie de sorteo —a mitad de los pasillos del supermercado que estaba cerca de la casa de Rosetta—, y tocó que Rosetta y Flora debían cocinar.

—Recuerden que debe ser algo vegano —recalcó Caitlyn—. Ahora, iré por un carro. Angeline, acompáñame.

Luego del alboroto causado en el supermercado, teniendo en cuenta que Angeline se subió al carro, mientras que Mandy lo empujaba, yo trataba de ayudar a Flora con los ingredientes —parecíamos madre e hija, siendo yo la hija— para el almuerzo: espagueti con salsa de tomate, a la cual exigí que tuviera verduras.

Estas idiotas decidieron comprar alcohol para llevar a la universidad.

—Tendremos reserva, nadie nos asegura que el alcohol que venderán será barato. Es mejor prevenir —decía Angeline.

—En ese caso, llevemos vodka —dijo Rosetta, echando una botella al carro, botella a la cual Angeline abrazó y besó.

—Y un jugo —se apresuró en decir Caitlyn—. Además, necesitamos vasos.

Demasiado complicado resultó todo ese asunto del supermercado, pero cuando llegamos, por fin, al departamento, no solo pudimos comer las galletas que Caitlyn nos hizo comprar, creo que esta chica nos quiere hacer veganas, pero debo admitir que esas galletas de avena con manzana estaban deliciosas, sino que también pudimos “cambiarnos de ropa”. Solo fue un cambio de camiseta, aunque no todas, solo fuimos Rosetta, Cait y yo.

Mi excusa era que si llegaba a mancharme con alcohol, al menos sería mi antigua camiseta de Metallica, que ya estaba en las últimas y tenía el cuello cortado. Caitlyn, porque sí.

Nosotras, junto con Angeline, éramos las únicas con camisetas alusivas a alguna banda. La de Angeline, era de Gorillaz, la de Cait, de Helloween.

Yo no me considero una gran fan de Helloween, pero sí que hay varias canciones que me gustan. De hecho, de camino a la universidad, se lo mencioné a Cait y me tuvo abrazada todo el trayecto solo por aquello.

En verdad, quien viera la apariencia tan tierna de Caitlyn no creería que ella pudiese tener de canción favorita “A handful of pain”.




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