Underclass Hero

Capítulo XII

“A sad song needs a sea of lighters


El día lunes llegó, disfruté demasiado poder cruzar la entrada principal de la universidad, respirar un poco del aire y exhalar. Cuatro días me parecieron demasiado. No estaba segura si el mensaje que me envió Andy se lo había enviado también a Mandy. De no ser así, se lo mostraría yo, de esa manera ambas podríamos descifrar lo que quiso decir.

Nuestra primera clase empezó, pero si creí que los profesores dirían algo o comentarían sobre la protesta, me equivoqué. Ninguno dijo absolutamente nada, simplemente se refirieron a los próximos exámenes que iban a empezar desde la próxima semana, al menos en el caso del señor Wilson.

—Mandy —dije, tomándola del brazo—, acompáñame.

—¿También quieres ir al baño? —se volteó hacia a mí, dándole la espalda a las chicas que caminaban delante de nosotras, fuera de la facultad.

—Sí —mentí.

Guiñé un ojo, ella asintió.

—Ya volvemos —gritamos a coro, pasando a las chicas.

Corrimos hasta el baño, esquivando a todos los otros estudiantes que podían atravesarse en nuestro camino, pero en lugar de entrar, nos detuvimos afuera, cerca de la palmera que estaba en frente del baño. Ambas sacamos nuestros celulares y nos mostramos el mensaje. Era exactamente el mismo.

—Bien —dije, guardando el aparato en mi bolsillo trasero—, ¿qué crees que signifique?

—Que debemos buscar un libro.

—Sí, eso es obvio, sin embargo, debemos averiguar qué tipo de libro debemos buscar.

—Las obras de referencia —acarició su barbilla—, ¿qué tipo de libros son?

—Revistas, diccionarios, enciclopedias en general.

—¿Has visitado esa sección?

—No, pero la he visto. Está a la entrada, en el lado derecho. Es la sala que está separada por una mampara... Es como si fuese una mini-biblioteca dentro de la biblioteca.

Mandy asintió. Me fijé en la gente que pasaba por los alrededores. Los estudiantes parecían tranquilos, unos hasta cansados. Suspiré y le hice un gesto con la cabeza para que nos fuéramos de vuelta a la facultad. Eso hicimos, en silencio. Podríamos haber hablado de esas cosas por chat, pero hubiese sido un tanto incómodo hacerlo frente a ellas. Y el fin de semana, Mandy ni toma el celular.

—Ni siquiera frente a Flora podemos hablar de estos temas —comentó.

—Creo que estábamos pensando en lo mismo.

—Sí —rio débilmente—. ¿Sabes? Estuve pensando en otra cosa este fin de semana.

—¿En qué?

—La protesta fantasma duró muy poco —asentí—, y aunque dijeron que las demandas fueron escuchadas, no nos llegó ningún correo electrónico al respecto.

—Es cierto... ¿Entonces?

—Tengo una idea que parece de “teorías conspirativas”: ¿y si esto fue una especie de plan para desprestigiar los movimientos sociales?

Me detuve en seco, ella dio un par de pasos antes de detenerse y mirarme con una ceja alzada.

—¿Qué quisiste decir con “movimientos sociales”?

—Bueno, no es un secreto que aquí siempre se manifiestan, ¿no? ¿Qué tal si esto era como darles, a quienes se manifiestan, una taza de su propio chocolate? Suspender las actividades académicas y prohibir la entrada de los académicos y funcionarios por cuatro días, solo para finalizar con una fiesta, diciendo que el petitorio fue escuchado... ¿Entiendes lo que quiero decir?

—Eso creo... y tienes toda la maldita razón.

—He estado pensando en ello, ¿sabes? Pero no estoy muy conforme con ello.

—¿Por qué?

—¿Quién podría hacerlo? Dudo que los académicos, no sacrificarían sus días laborales así como así.

—Tal vez debamos poner este tema sobre la mesa en la reunión con el resto.

—Dalo por hecho.

★★★

Nuestra primera reunión como miembros oficiales fue ese mismo día lunes, desde las once y media hasta las doce y media. Sí, una hora, porque no les parecía necesario estar una hora y media en una reunión. Claro, si era necesario, nos extenderíamos.

Tuvimos que ir hasta la facultad de Historia —de nuevo— pero no estuvimos en la última sala, porque estaba ocupada, sin embargo, estábamos en una de las salas de en medio... Era ridículamente pequeña, solo tenía espacio para quince pupitres y una versión pequeña de mesa de profesor... Aunque en ese momento no habían quince pupitres ahí dentro.

—Esta sala es lo más parecido a una bodega de sillas —dijo Wilson—. Todos sacan sillas de aquí —y con su dedo índice—: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve. Nueve sillas —se giró a nosotros—: Chris, Taylor, Mandy, Pandora, Lee, Andy, yo. Siete.




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