Todos tenemos claro que es un zombi, ¿no? Un personaje de ficción, de aspecto desagradable, que se alimenta de cerebros humanos, básicamente un muerto viviente, sin conciencia, que vaga, errante, por la eternidad, condenado a la soledad. Estaremos todos de acuerdo con que es FICCIÓN.
Hoy vengo a patear los cimientos de los que todos creemos que es la “vida real”
Siempre me vi como una chica normal, ordinaria, que vivía una vida igual a la de todos los demás. Creo que nadie se levanta una mañana con 14 años y se dice a sí mismo “presiento que hoy va a cambiar mi vida para siempre”
A esa edad, por lo general, nos enfocamos en los estudios, los amigos, algún primer amor.
Recuerdo muy bien a todos los amigos que tenía en esa época, de esos que cuando te tenés que ir del colegio, de repente, no te conocen más. Éramos muchísimos (más de 50) así que en el grupo había mucha variedad de estilos, de gustos, pero todos nos llevábamos muy bien.
Hoy, un poco más de 7 años después, me entero que no eran todos tan ordinarios como yo creía.
En segundo año del secundario, mi colegio juntó dos cursos en unos solo. Así que, a mis compañeros de siempre, se sumaron algunos que no conocíamos, pero no iba a perder la oportunidad de congeniar.
Desde muy pequeña siempre fui una persona extremadamente sociable, quizás demasiado, incluso hasta hoy día. Me gusta muchísimo hablar y hablar, de cualquier tema. Tengo la habilidad de conseguir que las personas se suelten conmigo y me hablen de sus vidas también.
Mayormente intentaba tener buena relación con todos, o casi todos, mis compañeros. Hablaba un poco con cada uno, así todos me conocían y sabían quién era yo, aunque yo no los recordara exactamente uno por uno.
Ese año se sumaron a mi curso un grupito de 3 que no se veían muy interesados en integrarse al resto de la manada. Se sentaban en un rincón al fondo, no hablaban con los demás ni tampoco es que tuvieran muy buenas notas que se diga. Los típicos “marginados”
Nunca entenderé que fue lo que tanto me llamó la atención. Supongo que el hecho de que parecían herméticos significaba un reto para mí. Nadie se podía resistir a una conversación conmigo, ellos no iban a ser la excepción.
Mas allá de mis responsabilidades escolares, ese año me había empezado a fijar en los chicos de una manera más… atenta.
Había dos que me tenían volando por las nubes. Uno era bastante mayor que yo, a dos años de terminar, y el otro iba a mi clase.
En este punto todos los que pensaron que esta era una historia de acción-ficción estarán queriendo cerrar el libro, tirarlo por la ventana y lamentarse de la compra. Solo voy a decir que no se apresuren a sacar conclusiones.
En retrospectiva me doy cuenta de lo infantil que fue todo el asunto, pero ese romanticismo fue lo que sentó las bases para mi idea de lo que era el amor.
Mientras me mandaba cartitas, al mejor estilo Romeo y Julieta, con el chico mayor que yo, intentaba atravesar las barreras con el que iba a mi clase. Si, joven y ambiciosa.
La tarea estaba particularmente difícil. Me sentaba junto a él a hablarle, nada. Me sentaba en su misma silla, detrás de él, nada. Lo llenaba de preguntas de lo que hacía, dibujaba mucho y excelentemente, nada. Como ultima estrategia lo abrace, sin previo aviso, tomándolo completamente por sorpresa, pero aún así no conseguí reacción de su parte. Era como si no notara mi existencia, si me respondía era lo justo y necesario, luego era todo silencio.
Me sentí herida, nadie jamás me había tratado de esa forma, nadie me había ignorado de ese modo, como si fuera… ¡aburrida!
Me ofendí, lo que no me costaba demasiado en esos tiempos, y decidí que él no merecía mi esfuerzo.
Además, el chico mayor si se mostraba interesado en mi compañía. Para cuando el año escolar terminó estábamos saliendo y al otro no lo volví a ver.
Mi vida continuó, como suele ocurrir. Pasaron algunos años y terminé esta relación. Enseguida me puse a buscar a ese chico introvertido, y terriblemente interesante. Quizás ahora si estaría interesado en hablar conmigo, ya estábamos un poco más grandes. Quizás en ese momento solo me ponía excusas a mí misma, la verdad era que me había cautivado desde el inicio y el sentimiento aún estaba ahí, latente. Aunque si un poco escondido, entre las cicatrices que su temprano desinterés me había dejado.
Luego de varios años sin contacto, no tenia ni idea de como encontrarlo o como buscarlo. Decidí que las redes sociales serian la mejor opción.
Al fin di con él. Entablamos una corta conversación, más que nada para recordarle quien era yo jaja, y acordamos que nos encontraríamos a tomar algo y charlar. Ya era un gran avance. Sentí que algo revivió dentro de mí, él si me recordaba. Al final no había sido tan invisible como yo había pensado.
Pero aún el destino no nos encontraba en igual de condiciones. Durante los 3 años que estuve en relación con el demonio mayor sufrí de muchas penas. Pasé una relación abusiva y agresiva a una corta edad, no sabía muy bien cómo manejarlo y, poco a poco, me sumí en una profunda depresión.
Cuando sentí que estaba llegando a mi límite, que esa vida ya no tenía sentido para mí, fue que conocí a mi ángel caído, también en el colegio, que me ayudo a terminar esa tortura.
Volviendo a la historia nos importa.
El día que acordamos encontrarnos estaba extremadamente nerviosa. Cuando lo vi llegar, lo entendí. Ya no era el mismo niño que yo había conocido. El rostro infantil que recordaba había dado lugar a unas facciones más afiladas y estilizadas, tenía la mirada más dura e inexpresiva y me di cuenta de que él también había vivido su propio calvario, que yo desconocía.
Charlamos algunas horas, pero yo tenía un compromiso y debía irme. Nos despedimos con la promesa de volvernos a ver pronto. No sabíamos que pasarían 4 años para que podamos cumplirla.
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Editado: 25.10.2023