Unico en su Clase

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-Jajajajaja… Es una broma, ¿verdad? No me parece el mejor momento para hacer bromas.

Obviamente era una broma, tenía que ser una broma. Estaba muy serio, me hizo pensar dos veces si realmente lo era.

Pero ¿qué iba a ser si no? ¿Me estaba queriendo tratar de tonta? Todos sabemos lo que es un zombi, como también sabemos que son criaturas de ficción, no existen… ¿No?

Luego de todo lo que me contó, que me diga algo así era un poco contradictorio, o todo era una mentira (no sé con qué intención) o todo era verdad, pero eso no podía ser.

-No… No es ninguna broma. – Lo mire de refilón y regrese la mirada para verlo mejor. Estaba sentado con los codos apoyados en las rodillas, mirándose los pies. Me pareció ver el brillo de una lágrima caer por la punta de su nariz. -Entiendo que no me creas, es bastante increíble. Pero realmente necesito que me creas y confíes en mí. -Estaba muy preocupado y lo dejaba ver. 

Bueno, el asunto viene muy en serio, parece ser. ¿Cómo es que todo esto sea en serio? ¿Cómo se supone que tengo que asimilar toda esta información? Además… tampoco es que se vea como un zombi… ¿Cómo se vería un zombi real?

-Emmm… no entiendo muy bien que implica todo lo que me acabas de decir. Tengo la cabeza llena de preguntas, que en estos momentos me parecen muy incongruentes. Aseguras ser un zombi, pero yo te veo como una persona completamente normal, aunque tampoco sabría cómo se ve un zombi real. No sé qué pensar de todo esto. -Fui sincera, él se lo merecía. La verdad, estaba bastante confundida al respecto.

-Es completamente razonable que no lo comprendas. -Suspiro sonoramente, otra vez, y se acercó más a mi lado. -Nunca te conté de que trabajo. Bueno, trabajo en un laboratorio forense con mi tío. Mi cuerpo necesita ingerir cerebros humanos cada cierto tiempo, tienen los componentes químicos que mantienen a raya la rápida degradación de mi cuerpo, además de que tengo un nivel de “adicción” por ellos, por así decirlo. 

Las náuseas me invadieron. Sentí como se me volvía lo que había merendado antes de ir, lo que había almorzado ese día y creo que el desayuno también.

Aunque hice todo lo posible por mantener mi gesto impasible, creo que fracase enormemente. Me miro con un gesto lleno de pena y culpa, agacho la cabeza.

Pude sentir como se le partió el corazón.

-Te parezco repulsivo. -Su expresión era de completa desolación. -Te entiendo, yo también me doy asco a mí mismo. Entiendo por completo si no quieres volver a verme nunca más después de esto.

No me dio ni tiempo a terminar de entender que acababa de decir que ya se estaba poniendo en pie para irse. 

Me levanté lo más rápido que, la maraña que anteriormente solía llamar estómago, me permitió. Alcensé a tomarlo de la mano y retenerlo. Lo tironee levemente para que se volteara y me mirara a los ojos. Pero seguía cabizbajo y no quería mirarme.

Recordé rápidamente la primera vez que había visto ese rostro, recuerdo pensar que era el rostro de alguien a quien la vida lo había golpeado duro, aunque solo éramos unos niños. Vaya que lo había hecho.

En ese momento lo supe, supe que no había nada que pensar. Él me da paz, yo nací para él.

Tome su rostro entre mis manos. Cerro sus ojos y respiro profundo. Apoyo sus manos sobre las mías.

-Me encanta el calor de tus manos. -Fue casi un susurro, como un suspiro de su alma.

Mi cabeza funcionaba a la velocidad de la luz.

Lo amo, estoy completamente segura de que lo amo.

Además, al parecer ya tiene todo calculado y muy controlado. Y si, vive así desde que tiene memoria.

Dios mío, siento que si me alejo de él podría morirme.

Dijo que si consumía los cerebros (puajjj) su cuerpo “funcionaba con normalidad”. Hasta el día de hoy, jamás había notado nada extraño, así que debe ser cierto.

¡El amor es el motor de la vida! Y yo no tengo ninguna duda de que lo amo, y luego de esta confesión tampoco hay duda de que él me ama a mí.

-No me importa tu “condición” y lo que debas hacer para llevar una vida normal. Te amo por como sos conmigo y, más que nada, por como soy cuando estoy con vos. Juntos podremos sobrellevar los momentos difíciles, siempre juntos. No hay nada en este mundo que desee más que pasar mis días a tu lado.

Levantó la vista, completamente sorprendido. Me miro a los ojos y fue cuando lo note, su color. Siempre creí que tenía los ojos marrones, claros, pero con esa luz me di cuenta de que tiene pequeñas vetas doradas. Los ojos más preciosos que había visto en mi vida.

- ¿Estás segura de lo que me estás diciendo? No creo que comprendas lo que todo esto implica. Aunque me harías el hombre más feliz del mundo si decides recorrer este camino de mi mano.

-No, no estoy segura. Tampoco creo comprender lo que implica. Pero te amo más que a nada y confío en que de tu mano me guíes para poder compartir nuestras vidas.

¡Por Dios! Me doy asco sola de lo empalagosa que soy, pero sí, así dije. Y parece dar resultado. Su mirada se relajó y me dio el abrazo más fuerte y cargado de sentimiento que me hayan dado jamás.

Demonios.

-Emmm… No puedo respirar…

Enseguida me soltó, con una disculpa por lo bajo, y pude respirar nuevamente. Aunque feliz me hubiera muerto ahogada en ese abrazo. Sus brazos es la parte más adictiva de su cuerpo.

Bueno, la segunda, luego de otra que es +18.

Al levantar la vista supe que estaba perdida, ya no tenía escapatoria.

Me sonreía, me sonreía con la sonrisa más radiante que le haya visto, era tan amplia que le llegaba a los ojos. Parecía de 15 años otra vez. 

Amo esa sonrisa, quiero que sonría de esa manera toda su vida.

-Bueno, ahora te toca la explicación. ¿Cómo es tu rutina para mantener a raya tu “condición”?

Volvimos a sentarnos y hablamos alrededor de 3 horas más. Me explico todo lo que hacía para poder “funcionar con normalidad” (así decía él)




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