—¿En qué me he metido? —se preguntó un poco arrepentida de la estupidez que había hecho la noche anterior.
Mientras que maldecía mentalmente haber subidos esas fotos se dirigió casi corriendo hacia el colmado más cercano a comprar algunas chucherías para desayunar. Al llegar había muy pocas personas debido a la hora, era muy temprano todavía pero para ella no. En realidad con ella eran tres personas allí, entre ellas sólo estaba una señora de mayor edad que el anciano estaba atendiendo por el otro lado del mostrador y una señora de algunos treinta años. Ésta saludo como acostumbraba y todos le dedicaron una sonrisa muy amigable que la hacían sentirse bien y sin incomodidad en el ambiente, ésta impaciente espero su turno hasta que llegó.
—Buen día señor Pablito. —saludó al anciano muy sonriente que la atendía.
Este sonrió. —Buenos días Corni, ¿que desea? ¿acaso la señora mandó a buscar su encargo? —preguntó curioso.
Unicorniocienta rodó los ojos y puso sus codos encima del mostrador mostrando una cara muy agotada y aburrida mientras que el agua que aún contenía su pelo caía por su frente hasta su suéter que estaba empapado. Frunció el ceño y miró más dentro para luego sin ver al señor contestar a sus preguntas.
—Primero; no me diga Corni. Segundo; gracias a Dios todavía no me lo manda a buscar. Tercero; usted no tiene Tampico, ¿para que tiene un colmado si no tiene Tampico? me decepciona profundamente señor Pablito. —dijo en tono de queja y dirigiendo su mirada hacia el anciano.
El señor de avanzada edad sólo rió por lo bajo mostrando una sonrisa grande de dentadura postiza a la chica que aún seguía apoyada al mostrador como si de repente se tirara para entrar al otro lado.
—Hoy es Domingo, así que los jugo Tampico me llegan dentro de... —miró con dificultad su reloj mientras hacia miles de muecas con los ojos—. Más o menos una hora.
Unicorniocienta abrió los ojos todo lo que pudo para luego de repente despegarse del mostrador y sacar cincuenta pesos de su cartera.
—Deme tres bizcochitos de cinco. —ordenó mientras que este se los trajo y ella los miro de reojo para luego apartarlos—. ¿Ni eso? Sabes que me gusta los que tienen a Bob Esponja mal pintado en la envoltura, no esos. —le recordó echándole la última mirada a los bizcochos—. Estoy apurada, mejor los compro en otro lados, adiós. Pase bonito día.
Estaba muy enojada ¿como no iban a ver de esos bizcochitos ahí? ¿qué clase de colmado era ese?, guardándose el dinero de nuevo en su cartera que colgaba de su cuello salió de allí, ahora su estómago le estaba rogando por algo de comer así que caminando un poco más en busca de un colmado abierto vio ese... El colmado de la mujer amargada esa que siempre regañaba a todos por nada, no tenía opción y entró allí. En ese colmado habían más personas, con ella eran seis, ese colmado era más limpio y grande que el de Pablito pero ella siempre iba a preferir el de Pablito ya que al menos él no era un tacaño que peleaba porque un niño pequeño no le diera los cinco pesos que le faltaron de un yogurt o que cuando estaba enojado no hacía que todos pagaran su enojo, en fin, ahí habían dos señoras, una chica joven acompañada de una niña pequeña y un chico de algunos quince años. Ella se acerco al mostrador y espero allí tranquila por fuera y gritando por dentro: "¡Atiéndanme rápido que se me hace tarde!"
TRES UNICORNIOS MÁS TARDE...
—¿Qué pasó, Leyla? ¿Y mi traje? —preguntó André frustrado.
—Lo siento, no encontré ninguno. Tendré que ir al pueblo a comprar alguno. Vengo rápido no se preocupe joven. —dijo esta con un chaleco jean por encima de su uniforme de trabajo y una cartera colgando se su hombro.
André estaba desesperado pero no se iba a permitir hablarle mal a aquella mujer que no tenía la culpa de nada y encima iba a ir al pueblo a comprarle el traje, así que antes de responder se puso sus dedos en la punta de su nariz con los ojos cerrados y respiró profundo de calmarse para responder.
—Está bien. —le dio el permiso y abrió los ojos para llevar su mirada de ojos verdes hacia ella—. Y disculpa por como te hablé hace unas horas, es que estoy muy desesperado y más por mi padre. Aunque se que eso no es una buena excusa y más por como te hable de grosero, quiero que me perdones, y gracias por esto. -se disculpo muy apenado.
La chica sonrió. —No importa, lo entiendo y bueno, estoy para servirle.
Él sólo sonrió de vuelta, Leyla no era una mala mujer y él no iba a permitir que la mala forma que toma cuando está desesperado dañase su amistad de hace muchos años, prácticamente desde que son niños porque su madre trabajaba a su padre y ahora ella le servía a él. Al final ellos se trataban más como amigos que como príncipe y empleada.
La chica se fue sin más, André sólo se quedó con las manos en los bolsillos de sus pantalones azulados, aún parado en la puerta de su habitación sin camisa y descalzo, pues sólo tenía su pantalón color azul puesto para que cuando llegara Leyla ponerse su disfraz e irse con Kiker al pueblo, pero no todo sale como uno lo planea y ahora él estaba allí medio desnudo.