André de inmediato trató de quitarse al pelotudo animal y ver quien era el dueño de esa voz, por lo que vio era el señor Óscar Williams acompañado de su esposa Karen de Williams y su hija la señorita Katia. André al instante se paró dejando al perro aún con las ansias de seguir jugando, que vergüenza que lo vieran ahí tirado en el piso como un niño y peor aún semidesnudo sólo con pantalones puesto, al inmediato trato de taparse el cuerpo con sus manos pero era imposible ocultar aquellos pectorales y más aún la vergüenza que adornaba su rostro. Todos se quedaron en shock al verlo en ese estado y entre palabras intentaba disculparse o algo.
—Eh, lo siento... Esto.. Esto fue un malentendido, no quiero que... Que crean algo malo por estar así y ahí. —intentaba buscar una excusa mientras señalaba el piso y al perro con su vista—. Prácticamente fue muy mal comienzo pero no quiero.. Digo, no quisiera... Que pensara mal o algo.
el señor enarcó una ceja mientras se quitaba sus lentes y señalaba su abdomen y al perro con la punta de estos. —No hace falta, ya lo hicimos.
Su hija Katia se rió entre dientes tratando de ocultar su pronto escandalosa risa con las manos manteniendo sobre sus labios. Mientras que André sólo forzó una sonrisa nerviosa para luego pedir disculpas otra vez e irse corriendo hacia su habitación creando un loco plan rápidamente no volver a salir hasta que llegara Leyla o hasta que se fueran los señores. Mientras que se fue el canino agarró nuevamente los trapos en que se habían convertido la camisa con el saco del príncipe para correr detrás de este con ellos en la boca.
—Por favor avísenle al Rey Brinco que hemos llegado. —ordenó el señor a una empleada para que luego esta se desapareciera de su vista.
—¿Estás seguro a lo que viniste hacer? —preguntó la señora con semblante preocupado para que su esposo asintiera—. Bueno, si eso es el príncipe... No me imagino al Rey. —comentó un poco asustada mientras veía como el perro se devolvía a buscar parte de la manga de la camisa que se le había quedado para irse otra vez.
La chica aún seguía callada aguantando la risa hasta que ya no pudo más por ese comentario de su madre de la nada soltó una carcajada que se oía por toda la casa y contestó a su madre. —A mi me cayó bien el perro. —rió recibiendo una mirada reprobatoria de sus padres.
TRES UNICORNIOS MÁS TARDE...
Unicorniocienta estaba súper enojada, pero no se quedaría con esa. Esa amargada del colmado se la pagaría tarde o temprano ¿Como carajos le negó una bolsa? ¡¿Desde cuando las putas bolsas se negaban?! estaba que si se le aparecía por el frente otra vez la arrastraba calle abajo y calle arriba hasta que se disculpara y le regalase la bolsa. Mientras iba por el camino con tres bizcochitos que se los cobró al doble de como ella lo compraba en cualquier lado hasta en Japón si era preciso y un Tampico que le había subido diez pesos más, un día de estos la demandaría por ladrona a suelto. Mientras iba caminando hacia el salón de belleza sintió como alguien la tiró de su brazo derecho y esta dejó caer el Tampico con los tres bizcochitos, maldiciendo se volteó para meterle una cachetada a quien fuera que le hizo haya haber hecho eso, hasta que se percató que fue una mujer con una ropa no muy común por allí, no es que fuese de la realeza pero tal vez trabajase en el castillo o algo así y no quería que si fuese de allí la metieran al calabozo por andar por ahí golpeando gente, así que le empezó a gritar groserías y esta se disculpó muy nerviosa.
—Lo siento, lo siento. —se disculpaba mientras recogía su pobre desayuno del piso—. No fue mi intención, es que estoy muy nerviosa creo que me perdí. Pero si quieres me dices cuanto costó todo y yo ahora mismo te lo pago. —dijo buscando en su bolsa que colgaba de su cuello como la de ella, mientras que tratando de sacar dinero se le cayó una pequeña libreta abierta que Unicorniocienta paró de inmediato.
Al agacharle no evitó leer lo que decía mientras estaba en el suelo. "Botas negras, pantalones rasgados de color negros, un sombrero, una franela negra, una camisa grande azul marino." De inmediato la chica muy asustada le quitó lo que parecía una lista de compra, de las manos, dandole sus bizcochitos de Bob Esponja y su Tampico todavía frío. Entonces brevemente pensó que mientras ella se enojaba por estupideces esta pobre chica estaba peor que ella porque lo más seguro era que estaba casada y tenía que hacerle las compras de ropa a su esposo quizás albañil o jardinero porque ese conjunto exacto no lo compraba hombres de buen trabajo o posición social y menos lo compraría una mujer como ella para si misma.
La chica misteriosa le extendió un billete de doscientos pesos, Unicorniocienta abrió los ojos como dos platos llanos porque un cosa era que le arruinara su desayuno y otra muy distinta que le pagara más de la mitad de lo que pagó por ese desayuno, podía ser lo que sea menos una aprovechada así que negó el dinero pensando que esta mujer podría tener cuatro hijos, o sea cuatro bocas que alimentar o hasta podría estar embarazada o tendría que mantener a toda sus hermanos y abuelos y ella ahí recibiendo dinero sólo porque se le pega la gana. Nunca viviría sabiendo que se comió o gastó un dinero muy útil para esa pobre mujer desesperada.