—¿Ya se enteraron que hoy se mudará alguien enfrente de tu casa Unicorniocienta? —preguntó Sarah mientras le lavaba la cabeza a Miguelina.
—Ay, esperemos que sea un chico guapo. —bromeó Keyla mientras le daba un codazo a Unicorniocienta.
Unicorniocienta río para darse el último trago de su jugo y pararse a botarlo en un zafacón que había en la entrada, luego se sentó en su lugar junto a Keyla y dos mujeres más que no conocía.
—Entonces si es guapo ¿se lo dejamos a nuestra amiga aquí presente? —preguntó Keyla mirando al resto pero señalando a Unicorniocienta con una sonrisa maléfica en su rostro.
Todas las chicas se quedaron calladas hasta que Samara, una chica rubia teñida, ojos color marrón, muy alta y tez blanca rompió el silencio. -Tendrás que hacer competencia conmigo, Corni.
Todas empezaron a gritar "uuuh" en modo de pelea, pues Samara era una de las chicas mas pervertidas, competitiva y que ha tenido más relaciones en el grupo, hasta llegaron a pensar que podría ganarle el récord a la Señora Mireya, la más vieja del grupo y madre de Helen... Pero esto duró poco hasta que Mireya dijo cuantos novios tuvo desde que se recuerda, fueron algunos treinta contando desde que tenía algunos treinta y cinco hasta la fecha. Sin mencionar que esta vieja tiene veinte hijas de diferentes hombres.
—¿Me estás retando? —preguntó para que los "uuuh" se intensificaran y Samara asintiera—. Ok, pero sólo con una condición, sólo si quien se muda es un chico o al menos hay un chico soltero.
—Algo que yo nunca hice en mis tiempos, me decepcionas niña. —comentó Mireya mientras negaba con su cabeza y la veía mal.
—Oh, vamos mamá. No es para tanto, yo apoyo a Unicorniocienta en ese punto. —dijo Helen mientras terminaba de pasarle el blower a Samara.
Mireya no apoyó ese comentario de su hija y le tiró una mala mirada.
Sarah terminó de lavarle la cabeza a Miguelina para luego empezar a lavársela a Keyla, ahora terminaría más rápido porque solo había que sacarle un tratamiento ya que Keyla la había llevado lavada, esta se sentó de piernas cruzadas encima del sillón y Miguelina se sentó al lado de Unicorniocienta para que entonces empezaran a pelear entre ellas por ideas distintas.
—Ustedes no saben de lo que se pierden, yo a su edad corría con Cecilia calle arriba a las tres de la mañana en bares, ustedes nos avergüenzan.
—¡Es verdad, Jose! —reaccionó Cecilia con la alegría que su cuerpo la dejaba, con su bastón en manos llegando de entrada al salón.
Unicorniocienta frunció el ceño y arrugó sus labios mostrando enfado. —A ver, ¿entonces por qué no le inculcan esos valores que tenían de jóvenes a sus nietas? El otro vi a Brittany, su nieta señora Cecilia rechazar una invitación de un chico para ir a un antro y ese mismo día un chico le pidió su número de teléfono y ésta con un miedo grandísimo se fue del lugar sin decir nada.
La señora aún en la entrada frunció el ceño y su cara se arrugó por completo para luego ponerse roja y responder con voz de niña acusada. —¿Y ahora por qué la agarras contra mi si fue Josefa que habló?
—¿Cómo? Pero si tú me apoyaste. —salió Josefa del secador y se cruzó de brazos aún en la silla.
—¿Yo, y cuándo? No seas mentirosa. —se defendió la señora.
Unicorniocienta rodó los ojos.
—¡Ay ya dejen de discutir que me duele la cabeza! —se quejó una de las señoras que estaban al lado de Unicorniocienta, al parecer esta era Dolores—. ¡No ven que no me dejan dormir!
Todas la miraron con caras largas.
—Esto es un salón, no un hotel. —le respondió Mireya.
Entonces entre todas comenzaron a debatir que en un hotel se duerme mejor que en esos sillones tan malos. Entonces esto em vez de un salón de belleza parecía el area de combate entre viejas porque las chicas casi ni opinaban al respecto, ellas preferían reírse al verlas discutiendo por cosas sin sentido. Así pasaron toda la mañana.
TRES UNICORNIOS MÁS TARDE...
André ya se había puesto una ropa para bajar ya que su padre lo llamó para irse a desayunar con las personas que lo habían visto casi desnudo, tenía puesto una ropa diaria y ya había mandado a botar la ropa que su perro llevaba por toda la casa por el hocico. Fue difícil agarrarlo pero entre cuatro de sus empleadas lo hicieron.
Su perro descansaba en un profundo sueño encima de su cama mientras que él sólo quería saber en que estaba soñando, por qué ponía esa cara tan graciosa, lo más segura es que fuese metido en su armario y sacando todas las camisas posibles, él se reía sólo al pensar aquello.
Salió de su cuarto dejando la puerta abierta detrás de él para que el canino saliera cuando despertara, miró por el balcón y allí estaban su padre, la señora Karen, el señor Williams y la joven muy guapa Katia todos sentados en el comedor con sonrisas adornando sus rostros y la joven riendo a carcajada con una risa que se oía por toda la casa. Él los había visto pero sólo en fotos por su red social pero nunca pensó que los vería en persona. Sin más que pensar bajó lentamente las escaleras circulares acomodando su chaleco con estilo y tratando de hacer una sonrisa que se viera real.