—¿Cómo crees que me veo? —le preguntó éste a Leyla.
Ella sonrió con nerviosismo. —Tengo que admitir que se ve mejor con esa ropa que con la que yo le compré.
—Gracias. Ahora sólo hay que esperar que Perfecto acepte bien la ropa que le dejé fuera del baño. —comentó un poco preocupado.
La ropa que Leyla le había comprado le quedó súper grande, sólo con mencionar que eran tres tallas más de la de él, el la quería grande pero tampoco era para que la camisa le quedara como la bata de una mujer bien obesa, y el pantalón se le cayera sólo soltarlo. Así que le hurtó la ropa a su nuevo mecánico, ya que el que estaba tuvo que irse por problemas de salud, el Príncipe sólo esperaba que esto no llegara a oídos de su padre.
—Aunque también tengo que admitir que ese traje huele muy feo. —comentó la chica con sus dedos tapándose la nariz sacando al príncipe de sus pensamientos.
—Para que te digo que no si sí. —la apoyó arrugando su nariz en forma de asquito mientras que sonreía.
El príncipe no era de esos que cuestionaba a sus trabajadores pero algún día de estos le preguntaría como es que suda tanto porque ni trabaja bajo el sol o algo así, él no sabía nada de mecánica al parecer por ello no sabía el motivo.
Entre los dos esperaban que Kiker saliera del baño del príncipe, la casa ahora mismo estaba invadida y no iban a estar por los pasillos así para que luego los invitados de su padre comenzaran a lanzar preguntas que luego los iban a incómodas, así que con la ayuda de Leyla saldrían sin ser vistos. Mientras esperaba a Kiker el príncipe veía constantemente su reloj impaciente mientras se echaba aire con las manos ya que ese traje lo iba a dejar sin aliento. Leyla por su parte no quitaba su posición; parada al lado del príncipe, su espalda erguida y con las manos detrás de su espalda.
—Kiker, tardas más que una señorita vistiéndote, ¿nunca se lo habían dicho? —comentó el príncipe ya muy cansado de esperar, mientras que Leyla río por lo bajo.
—Le mentiría si le digo que no, pero me estaría auto humillando si le digo que sí. Así que prefiero no contestar a su pregunta, príncipe. —respondió el señor desde el otro lado para luego abrir la puerta y dejarse ver —. Nunca le comenten a nadie que me vieron vestido así. Gracias a Dios nunca fui mecánico porque sino...
A Kiker sin duda le quedaba mucho más pequeño el traje, ya que le habían robado la ropa que tenía puesta al mecánico y una que tenía sobre su cama para ponerse luego que saliera de darse un baño. A Kiker el traje le quedaba por muy encima de sus tobillos ya que su altura no ayudaba nada y las mangas que ni se diga, parecía que iba al circo sólo le faltaba el maquillaje.
—Ni te quejes, te queda mejor que a mí. —mintió André para que el hombre no empezara con que se quería quitar el traje o algo así—. Vamos, tengo que estar a las ocho en punto para la cena y ahora es que son las cuatro.
Y como lo habían planeado pudieron salir sin ser vistos, mientras que cuando salieron Lesly les dio dos gorra para que se taparan el rostro. Y por suerte cuando salieron a la calle nadie los reconoció, mientras iban caminando sin rumbo y André con una gran sonrisa en su rostro por poder salir sin que se armara un grupo a su alrededor quitándole casi la ropa, tomándose fotos con él o hasta mujeres locas pidiéndole que le pusiera su apellido a sus hijos. A veces hasta quería desaparecer e iré a un lugar donde nadie lo conociera y pudiera andar por ahí como quisiera...
Al estar unos diez minutos caminando Kiker decide hablar por lo bajo. —¿Y sabe a dónde dirigirse? —preguntó mientras se agachaba hacia él agarrando su gorra de un costado delantero para que no le vieran el rostro.
—No. —dijo con una sonrisa imborrable de su rostro con la vista hacia el frente, muy confiado.
—¿Qué? —preguntó Kiker alterado mientras que un par de personas lo voltearon a ver.
TRES UNICORNIOS MÁS TARDE...
—Ahora mismo acabo de ver a tus nuevos vecinos, Unicorniocienta. —anunció Miguelina mientras entraba al salon.
Ya habían pasado muchas horas y Helen le estaba pasando el blower a Unicorniocienta, dejando ver esa cabellera negra muy larga.
Ya casi todas se habían ido, sólo quedaban Keyla pagándole a Mireya, Cecilia hablando de chismes con Josefa y la sobrina de Helen, Samara, Al todas escuchar eso se sobresaltaron mientras que entre toda la curiosidad Keyla fue quien preguntó al terminar de guardarse el cambio en los bolsillos de sus pantalones.
—¿Qué pasó? ¿Por qué lo dices con esa cara de perra sin su hueso? —preguntó Keyla sin rodeos.
—Son una paregita de ancianos... Son muy tiernos, pero nada de chico guapo a la vista.
todas quedaron calladas.
—Mira el lado bueno Unicorniocienta, si te haces buenos amigos de ellos puede que la señora te cosa tu ropa, te teje cosas y te haga galletas buenas. —le dijo Keyla a esta.