—¿Dónde estoy? —preguntaba Unicorniocienta mientras trataba de aclarar su vista—. ¿Aún estoy soñando?
Sólo miraba en un tono muy borroso un techo color blanco, nada del otro mundo mientras se pasaba una mano por su cabello, sentía que estaba sobre una cama... Una muy cómoda cama, pudo sentir la fina tela entre sus dedos para luego alzar su mano y ver con dificultad la hermosa sabana color azul muy oscura, aunque aún no podía ver claro no estaba ciega y con una pesadez muy grande repitió para sí misma la misma pregunta "¿dónde estaba?"
—Está en el palacio, seño...
estaba respondiendo un señor con pelo canoso y cara de jardinero mal pagado sentado al fondo en una silla al lado de la puerta para que la chica de inmediato se parara aclarando su vista de repente y le mandara lo primero que había captado sus ojos a su lado como defensa. Para la mala suerte del viejo era una lámpara, y sin darle ni un vistazo al señor se tirarse de la cama hacia donde estaba la lámpara para protegerse más lejos de él y agarrar esta vez el palo de metal que sostenía la cortina dejando al desnudo a esta.
—¿Quién eres y que hago aquí? ¿Me han secuestrado? ¿Me trajeron por esa vez que me robe un helado de la tienda de Rigoberto? Aunque prácticamente no era robar porque le dejé quince pesos al señor en el mostrador ya que el helado costaba veinte y no tenía los cinco que me faltaban, o... ¿Te Mando la bruja de la Madrastra a secuestrarme para que acate mejor sus órdenes de llegar temprano o mis hermanastras por alguna broma?
El señor aún seguía con la cabeza baja para que la sangre de su nariz saliera ya que el golpe le había causado mucho daño a su nariz y esta no paraba de sangrar, con la mano cubriendo su boca con todo y nariz sólo miraba con el ceño fruncido.
—¡Demonios!, responde. —gritó ésta nerviosa.
De repente la puerta al lado de la silla del señor se abrió y esta dejo de mirarlo para ver hacia la puerta, lo que vio fue como el chico con el que había bailado el Sábado corría hacia el señor que la acosaba mientras dormía y le preguntaba que había sucedido sin dejar de mirar la sangre que corría entre los delgados dedos del anciano. Mientras que éste apuntaba nervioso con la vista a Unicorniocienta que aún seguía en pose de defensa con un palo metálico de cortinas.
—¿Él? ¿Tú me has mandado a secuestrar? —preguntó confusa y con el ceño fruncido.
—Kiker, por favor ve y que te atiendan en la enfermería, y no le digas que te han golpeado, di que te caíste o algo.
—O puedo decir que una loca me ha golpeado. —sugirió saliendo corriendo del lugar.
—¡Tú eres el que me acosa mientras duermo y la loca soy yo! —se apresuró a gritar hacia la puerta, giró la mirada hacia el joven—. ¿Y a ti qué? ¿Me secuestraste para tenerme como tu esclava sexual o qué?
André río por lo bajo, tantas chicas que estarían felíz, brincando, gritando de la alegría se verlo frente a frente y de haber dormido en el palacio y ella lo trataba como una persona más entre las miles que hay. Eso le gustaba.
—Pues no sería mala idea... —bromeó poniendo su dedo indice en su barbilla mientras miraba hacia la nada.
—¡¿Qué?! ¡Auxilio! ¡me tienen secu....
Estaba gritando pero André fue rápido y se lanzó hacia ella y le cubrió la boca con sus manos haciendo que la chica empezara a tirar patadas como burro.
—Hey, no te haré daño... De verdad, y no grites que nadie a excepción del hombre al que le has roto la cara sabe que estás aquí.
Unicorniocienta se calmó, se calmó pero tampoco iba a confiar. No podía ser un secuestro ya que estaba en una habitación muy decorada y bonita, y la ventana daba vista abajo al jardín así que eso significaba que no estaba en un sótano con fachada de habitación. Así que se tranquilizó sólo para que éste le dijera que hacia ella ahí.
TRES UNICORNIOS MÁS TARDE...
—Y entonces.... ¿Por eso me trajiste aquí?
Él le había explicado lo de la noche anterior, le fue un poco raro decírselo ya que él no estaba acostumbrado a dar explicaciones sino era sólo a su padre, ella no estaba muy convencida de lo que él le había contado, pero sabía que aparte de que le debía las gracias de no haberla dejado en medio del pueblo toda borracha también le debía pedir disculpas a Kiker, al cual le rompió la nariz.
Los dos estaban sentados, ella en un costado de la cama apoyando ambas manos de la cama y él en un pequeño sillón enfrente de ella, al estar conversando sobre lo que había pasado la noche anterior él le dio una ropa para que se diera un baño y dejara el olor a cerveza fuera de ella, ya que cargaba la ropa que tenía el día anterior, un pantalón jean azul largo y una blusa un poco por debajo de su ombligo, también traía botas pero este se las quitó para que durmiera cómoda, le hubiera quitado la ropa y que durmiera con la ropa interior pero que bueno que la mala vibra de Kiker se lo impidió o sino no sólo Kiker hubiera salido con la nariz rota de allí...