—Su novia. Soy su novia. —mintió esta irguiendo su espalda y bajando las escaleras con seguridad, mirando de reojo a la chica bonita que sólo la miraba con sorpresa al igual que todos allí, hasta André—. Tenemos un mes saliendo.
Katia sin ninguna expresión facial bajó la cabeza, mientras que escondía su rostro ponía una pequeña sonrisa. Ella tampoco quería casarse y menos con alguien a quien ni conocía. En cambio sus padres aún no pronunciaban una palabra, se quedaban mirándose uno al otro y mirándola a ella con dolor.
Unicorniocienta se acercó a André y agarró su mano, haciendo una sonrisa ladeada y mirando a todos con una gran sonrisa amplía.
—Entonces todo era un engaño... Ella no era una chica a a la cual querías conocer, la trajiste aquí para presentármela como tu novia. —se aclaro más para si mismo que como tono de reclamo hacía su hijo.
—¿Por eso no querías casarte con nuestra hija? Ella es una cualquiera. Mi hija en cambio es la heredera de una gran fortuna. Déjala ir ahora y haré como que no presencié este momento.
André aún no decía una palabra y ya se habían hecho hasta una conversación sin él incluido. Él quería mentir pero tampoco viviría mintiendo así para salvarse de un matrimonio que sabía que no se iba a hacer ya que la chica tampoco mostraba entusiasmo por casarse con un desconocido. Así que hizo lo que su corazón le decía.
—Me avergüenzas, joven. —comentó la madre de Katia.
—A ver, a ver.... Yo no soy novio de nadie. —desmintió soltándose de la mano de Unicorniocienta—. Pero tampoco me casaré con Katia. Y ni crean convencerme de lo contrario.
Unicorniocienta maldijo mil veces mentalmente y se cruzó de brazos dirigiéndose hacia donde creía que era la salida. André corrió detrás de ella dejando a los demás con la curiosidad y pronto con los reclamos, y la agarró por su brazo haciendo que esta empezara a luchar por soltarse.
—¡Suéltame! —gritó para que éste la atrajera contra él y la agarrara por ambas manos—. Eres un idiota, si hubieras dicho que era verdad te hubieras salvado de ese matrimonio y así después jamás nos veríamos. ¿Por qué las personas de la realeza son tan cerrados de mente?
—Y te agradezco que hubieras tratado de ayudar, pero no le voy a mentir a mi padre, así que no creas que voy a vivir con esto, y bueno, vamos para terminar de desayunar juntos y después te voy a dejar en tu casa. —propuso este, ignorando todos los insultos de Unicorniocienta.
Ella después de pensarlo aceptó, aunque no sabía con qué cara miraría a esas personas después de quedar en ridículo por culpa de André no querer mentirle a su padre pero de igual forma fue hacia allá. André le pidió a sus empleadas que pusieran otro lugar en la mesa, aún no habían terminado de desayunar y ya que Unicorniocienta estaba allí lo más caballeroso que podía hacer era invitarla a desayunar con ellos.
—Entonces sí hay boda.
—Hablamos luego de eso, ahora mejor desayunemos. —ordenó André mirando hacia su plato—. ¿Qué te gusta hacer?, cuéntanos de ti Unicorniocienta.
preguntó mientras llevaba su tenedor con ensalada a su boca con mucho interés alzando la mirada para mirarla, todos la miraron y ésta moviendo el desayuno sin ganas le respondió.
—Pues me gusta hacer muchas cosas... Cantar, bailar etcétera, pero también me gusta los buenos desayunos, los vegetales son para las vacas. —comentó aún sin levantar la mirada de su plato—. ¿Dije eso en voz alta? —preguntó mientras que todos la miraban. La chica frente a André solo asintió con la cabeza.
Unicorniocienta no dijo más y sólo trato de comerse los vegetales sin ganas y con una sonrisa ladeada.
—Yo creo lo mismo, los vegetales son buenos, pero le queda mejor a los animales. —apoyó Katia con una sonrisa mientras que se alzaba de hombros.
—Katia por favor, no digas esas imprudencias sin pensar. —la regañó su madre mientras que esta bajó la cabeza por vergüenza.
Unicorniocienta le devolvió la sonrisa, le sorprendía que esa chica tan fina como se veía pensara así, no sabía si era para caerle bien, pero su cara junto con su sonrisa se veían tan inocentemente que hasta se contagió de su sonrisa y habló.
—A veces los hijos no salimos nada a nuestros padres, y eso no es culpa de nosotros. Cada quien es único a su manera.... —opinó Unicorniocienta con los codos encima de la mesa mientras que apoyaba su cabeza entre sus palmas y rodaba sus ojos por todos los adultos—. ¿O no me digan que a ustedes tampoco los regañaban por algo de jóvenes?
~Flashbacks~
Reyna Karen:
—Cuántas veces te tengo que repetir que no subas los pies en el sofá, eres sorda o hay que pegarte.
—Ustedes los adultos son tan aburridos, uy, prometo nunca en mi vida ser una madre como tú. —respondió ésta mientras bajaba sus delgados pies del sofá—. A mis hijos siempre los dejaré ser ellos mismos, en cualquier lugar cuando ellos quieran.