La joven peli-negra se engrifó al escuchar aquella desconocida voz, por instinto se volteó hacía donde provenía esa voz, sus ojos cayeron en las escaleras que conducían a las habitaciones donde había una figura femenina no muy visible para sus ojos por lo cual forzaba la vista para tratar de reconocerla o al menos verle el rostro.
—La pregunta adecuada sería quién es usted, porque aquí la única intrusa es usted. —respondió de brazos cruzados alzando una ceja.
La mujer que estaba parada en las escaleras abrió sus ojos verdes a todo lo que pudo de la sorpresa que se llevó. Aunque abajo las cortinas estaban abiertas las que estaban por el lado de las escaleras no, por lo cual la mujer fue corriendo a abrirla para asegurarse de que lo que veía era cierto y no imaginaciones suyas. A la chica por su parte le parecía muy extraño como esa mujer extraña actuaba.
—¿Qué hace? —preguntó a la vez que la mujer terminaba de echar las cortinas a un lado. Entrecerró los ojos al esa luz tan radiante darle en el rostro.
—¡¿Corni?! —preguntó sorprendida mientras trataba de taparse su ropa interior con las manos.
—¿Qué? ¿por qué me dice Corni? ¿me conoce? —preguntó confusa. Al darse cuenta de que se podía estar burlando de ella y podía ser alguna amiga de su madrastra de una vez trató de terminar esa rara conversación—. Oiga, no sé quien carajos es usted y quisiera que ahora mismo me explicara que hace en mi casa y vestida así. —pidió poniendo cara desagradable.
—No puedes decirme eso porque yo...
—Listo. —interrumpió André saliendo de la cocina mientras se secaba las manos con una pequeña toalla—, hasta los lavé para que no digas que soy un prin...
Iba a terminar la frase cuando vio que Unicorniocienta veía en una dirección muy concentrada y con el ceño fruncido, este dirigió su mirada hacia donde la tenía tan concentrada para su sorpresa estaba una mujer de pelo morado —un color de pelo no muy común por esos lados del mundo— con ojos verdes, al parecer de algunos treinta años, pero lo que lo dejó realmente sin habla fue que ella estaba en pantis y brasier tratando de taparse con sus manos pero era inútil.
—¿Aquiles? ¿Aquiles Brinco? —preguntó refiriéndose al chico que aún estana en shock.
Con un poco de nervios y mirando constantemente a Unicorniocienta como si esta tuviera las respuestas a sus preguntas —y esta haciendo lo mismo— respondió a la señora:
—No señora, soy su hijo, André. —aclaró—. ¿Mucho gusto?
La señora le devolvió la sonrisa olvidando completamente que estaba en ropa interior, esa mujer era más rara que las películas de Harry Potter.
—Ya déjense de conversaciones y dígame quién demonios es usted. —ordenó muy enojada ya harta de la sonrisa tan falsa de aquella mujer.
La señora agarró una bata de mangas largas y botones que ninguno sabe como rayos apareció tirada a su lado y se la puso solo abotonando un botón para luego bajar a paso lento descalza hasta llegar a donde estaba Unicorniocienta, eran casi del mismo tamaño sin ignorar que Unicorniocienta era quien le llevaba unos centímetros, pero aún así sólo le respondió mirándola fijo.
—Pregúntale a tu querida madrastra, Unicorniocienta. —dijo y se fue hacía la cocina sin antes guiñarle un ojo a André.
Mientras la mujer extraña iba caminando hacia su destino —la nevera— añadió un "A ver cuántas mentiras más te echa". Frase que no entendió Unicorniocienta pero sí que la molestó muchísimo, esa mujer era ignorante, insoportable, prácticamente ni la conocía y ya le daban ganas de agarrarla a bofetadas hasta que se hiciera de noche. André por su lado le entraban escalofríos por la mirada que le echó al guiñarle, era como si le estuviera coqueteando una mujer que le doblega la edad ahí es cuando se arrepintió varias veces de cantar aquella canción que estaba muy de moda llamada "A mi me gustan mayores". Una cosa era cantarla sin entender como se sentía o algo y otra muy distinta era que una señora de casi cuarenta años lo acosara de tal forma.
Ambos se mirando mutuamente, cada uno con sus pensamientos curiosos y hasta un poco asustados.
—Por lo visto... Ella no es tu madrina. —rompió el silencio André bajando la voz para que esa mujer no los escuchara.
Unicorniocienta negó mirando a la mujer desde la cocina comiendo un queso como si no hubiera mañana, al desviar la mirada nuevamente a André le hizo seña para ir a la salida, este sin pensarlo fue y hasta se le adelantó.
—Perdón por hacerte perder tu tiempo.
—No, nada que ver. —dijo este de inmediato—. Me he divertido para ser sólo un rato... Y con respecto a lo de la señora haz lo que te dice, habla con tu madrina.
Ella sonrió un poco forzada.
—Pues la verdad... —estaba por contarle como es su madrina con ella, pero no debía de hechar mierda a su imagen aunque esa mujer ni imagen tenía. Simplemente no quería tocar ese tema, así que mejor le dio la razón—. Es verdad... Veré si lo haga, gracias.