Tenía todo arreglado para irse, no había encontrado solo alguna que otra cosa así que allí echó todo, con dos cajas en manos se iba. Estaba mirando su habitación por última vez cuando vio a aquella rata ahora con un suéter negro, no sabía con exactitud si era la misma ya que para ella todas las ratas eran iguales, pero la pregunta era ¿cómo aquella rata conseguía aquellos sweaters? ¿acaso los tejen las ratas hembras para ellos? ¿habrán ratas? ¿ratas hembras que se sepan utilizar agujas e hilos?, últimamente estaba más loca de lo normal, pero bueno, no era como que las cosas que le sucedían eran algo común como doblarse el pie cuando iba por la calle caminando.
Tenía muchas dudas, recordando lo que había pasado la noche que conoció al príncipe cuando aquella rata convertido en hombre le había hablado, dejando las cajas en el piso se dirigió hacia la rata la cual no se veía asustada ni con la menor intención de huir. Unicorniocienta se agachó para poder estar al menos a su disque altura y le empezó a hablar.
—Ola de mar compañero de cuarto. Que pena que no te volveré a caer atrás con un palo a media noche, o mejor dicho, que bueno para ti. —rió por lo bajo dándose cuenta de que todo aquello era una estúpida situación.
—No te preocupes, cambiare de habitación, la Pizza esa tiene una televisión grandísima donde pone a ''Tom y Jerry''. Pero yo también te extrañaré, aunque no me gusta la idea de que te vayas. ¿a quién le voy a rayar el queso si no estas? aquí nadie come queso solo tú... Aunque la humana nueva también lo come, pero tú eres la única que lo compra a diario. —la rata se acercó y le abrazo un tobillo hundiendo su rostro en el—. No te vayas. —rogó.
Ella simplemente quedó estupefacta al ver aquella rata hablarle como una persona normal, del susto no se movía ni para respirar, había estado hablando solo para hacer tiempo y sí, esperaba una respuesta de la rata para confirmar lo de aquella noche, aunque después que lo pensó bien era él quien la veía andar en ropa interior y hasta desnuda la había visto pasar por su ático varias veces. Se apartó de él haciendo que este cayera de boca al piso al saber que aquella rata pervertida había estado observándola caminando sin nada.
—¡PERVERTIDO!. —le gritó y lo tomó como balón de fútbol lanzándolo por una pata hacia un rincón.
La rata salió de un montón de trapos sacudiendo. —¿Qué te pasa?, estás loca. —afirmó muy molesto.
La rata al paso de unos minutos en silencio cayó en cuento a qué se refería la chica en el rincón cubriéndose el cuerpo con las manos, entonces se estalló en risa haciendo confundir a Unicorniocienta poniéndose más a la defensiva y esta vez más enojada que antes.
—Por favor, niña. Todavía no me he traumado viendo ese cuerpo. Simplemente no eres mi tipo. —dijo todo divo mujeriego—. En la mañana no entro aquí hasta las once ya que yo si tengo un buen trabajo donde no me matan... literalmente. —agregó.
—Ent....
—Tú. —interrumpió la madrastra abriendo de golpe con voz amenazante haciendo que Unicorniocienta diera un brinco peor con el susto y la rata corriera a esconderse—. Ya me enteré que has estado haciendo todo este tiempo.—Le avisó cerrando la puerta de un gran golpe detrás de ella.
Se acercó más a Unicorniocienta haciendo que se le abrieran los ojos de golpe secándose todo lo que tenía dentro, cada vez las cosas se ponían mas mal y si no se iba pronto no sabía cómo terminaría todo aquello. Aunque queria saber de que era que se había enterado aquella cara de gusano mal formado, tragó seco sólo de pensar que Pizzella se fuera de chismosa.
Iba a hablar cuando la Madrastra abrió la bocota y junto con sus cejas mal tatuadas.
—Ya sé que tratas de engatusar al príncipe para que se case contigo, usando también a la princesa Katia, eres una maldita hipócrita. Pero te tengo una mala noticia. —arrugó sus labios abriendo los ojos como un animal nocturno en la noche mirando su presa—. Tu plancito ese no te va a funcionar porque yo me encargaré personalmente que sigas siendo la limpia pisos gratis, rogona por dos pesos y estúpida que siempre has sido y eres.
Casi se le cae la quijada, no sabía como se había enterado de aquel plan tan absurdo como era que alguien podría pensar que un príncipe se enamoraría de una simple huérfana, desarreglada y no teniendo donde caerse muerta, eso solo pasaba en las novelas clichés y ahora lo que menos esperaba eran cosas clichés en su vida. Creyó en el cliché solo cuando tenía quince años, creía que algún día algún chico guapo de una alta familia llegaría a llevársela lejos y vivirían felices por siempre, pero ya después se dio cuenta de que nada valía la pena, cuando vio que a los chicos solo les gustaba el físico de las chicas y su vestimenta, no le importaban su cabeza ni sus sentimientos, solo si tenían mucho culo, se ponían ropa súper corta y se maquillaban era aceptadas pero ya no creería nunca en él. Sin ganas de discutir más explotó riendo.