No tuvo más opciones, la cosa estaba entre atracar una quesería y vivir con dos ratas o quedarse allí hasta que a la madrastra le dé la gana... Obviamente escogió la opción más sencilla, rápido y menos económica. Meterse a ladrona de quesos...
—Entramos por uno de nuestras entradas VIP, robamos la llave y abrimos la puerta. —explicó la rata con pantalones y voz de loro acabado de inhalar helio.
—¿Entonces eso es todo el plan? —preguntó incrédula. Creía que iba ser más difícil.
—Sí, ¿querías que también te buscáramos hospedaje? —preguntó Michaely sarcástico.
—Somos ratas, no el transportador. —siguió Erick.
No podía creer que su próximo trabajo fuese ladrona de queserías para eso, no le parece ni justo ni suficiente. Claro, que su libertad era importante e imprescindible sobrevivir, pero bueno, eso era lo único que había, al menos de que apareciera una cucaracha dispuesta a ayudarla o un ciempiés. No corría con tan buena suerte en la vida.
—Bien. —dijo entre dientes—. ¿Cuándo la robaran?
—Mañana en la noche. —aclaró Erick.
Unicorniocienta abrió los ojos a todo lo que pudo, tenía que salir de allí lo antes posible. —¡¿Qué?! ¿Y por qué no ahora?
—Es que hoy vamos a un cumpleaños. —dijo Michaely limpiándose los pantalones con las patas con toda elegancia.
"¿Pero-qué-mierda?"
—¿Y desde cuándo las ratas van a cumpleaños? —preguntó alzando una ceja.
Erick rodó los ojos dejando ver lo molesto que estaba.
—Es el cumpleaños de la ahijada de Michaely y una muy amiga mía, por favor respeta. Y vamos a cumpleaños desde que somos ratas.
Unicorniocienta no dijo nada más, enojar a dos ratas no estaba entre sus planes de sobrevivir, no quería que la dejaran en el aire retractándose en ayudarla, así que guardó silencio mirando de Michaely a Erick para luego soltar la pregunta que en ese momento la estaba atormentado, aunque se sabía la respuesta, pero quería afirmarla.
—¿Y qué le van a regalar?
Los dos se miraron entre sí, con la mirada uno le decía al otro habla tú mientras que ambos negaban con aquellos pequeños y raros ojos, hasta que al fin los dos hablaron.
—Queso, mucho queso. —dijeron al mismo tiempo.
Al instante Unicorniocienta puso cara de haber visto un pequeño cachorro diciéndole llévame contigo en una tienda de mascotas.
—¡Ay que bellos! Para eso quieren el queso. —dijo limpiándose una lágrima falsa de su mejilla con su muñeca.
—Eh... ¡No!
—Robaremos la despensa. —confesaron—. Y esa nevera pequeña que ves allí. —dijo Erick señalando la nevera pequeña de Uniocrniocienta en un rincón de la habitación—. Ya la vaciamos. —aseguró cruzado de brazos muy tranquilo.
La chica amante del queso blanco abrió los ojos y la boca hasta donde pudo, se paró de golpe del suelo que hasta se medio mareó cuando por fin pudo pararse. Caminó hacia su pequeña nevera donde escondía las cosas que la madrastra no la dejaba comer y a medianoche se comía en la cama como una reina que no era. Ya que si la dejaba en la nevera y la madrastra o una de sus hijas la abría la botaban porque no les gustaba que hubiera comida a medio comer allí. Al abrir la nevera casi le da un ataque.
—Ah, y el catchu se lo llevó mi compañero, El Rabo... Lo lamento, eso no estaba entre mis planes. —dijo Erick apenado.
Se volteó lentamente hasta ver a la rata aquella con sus patas delanteras en su espalda y la cabeza baja, hasta parecía un hombre apenado, pero como ella no esperaba nada bueno de una rata que usaba ropa, celebraba cumpleaños y ahora que era bilingüe no le importó nada, ahora lo único que tenía para cenar eran dos pedazos de panes de dieta, y un vaso con medio de chocolate de vario días (si aún no se había dañado). Sin pensarlo más se tiró por encima de la cama para caer al piso encima de aquella rata ladrona y descarada ignorando la posibilidad de romperse un diente o un hueso.
—¡Correle Erick, ahí viene la loca! —ordenó Michaely al ver la cara de furia correr hacia ellos.
Las dos ratas se fueron sin pensarlo una vez por una de sus entradas VIP.
—¡Lo siento! —exclamó Erick saliendo por la pared.
Lo último que se escuchó fue como Unicorniocienta cayó de bruces contra el piso.
Aquella noche sería una de sus peores noches, pero tenía que obtener paciencia con ayuda del todopoderoso para poder salir de allí.. Se calmó, se tiró en la cama y luego de unas horas no aguantó el hambre y tuvo que comerse aquella asquerosa comida que tenía guardada desde hace tiempo.
TRES UNICORNIOS MAS TARDE..
Se despertó por el ruido que había abajo, se oía una música a todo volumen en inglés, lo más probable sería que Pizzella estuviese escuchando a Ed Sheeran porque solo a ella le gustaba la música en inglés, y claramente distinguía su voz donde sea de tantas veces que lo escuchó sin ninguna intención, claro que a Unicorniocienta no le gustaba la música en inglés pero One Direction era algo a parte. Sin embargo Ed Sheeran según sus búsquedas en el traductor de google era muy depresivo para su gusto.
Se levantó, se bañó y se puso a desatar su maleta para buscar algo que ponerse entre la ropa que ya había empacado. Luego que ya se había vestido se puso a mirar por aquella sucia y cuadrada ventana que le daba vista a la calle, allí vio a la anciana del frente que hablaba con su marido quién sabe de que, hizo muchas señales y formas para que miraran a lo más alto de la casa pero los ancianos no miraban para arriba ni porque cruzara Donald Trump en un helicóptero cantando una canción de Lady Gaga, trató de abrir la ventana pero no pudo gracias a que ella misma la había sellado y puesto candado por los animales que la sorprendían a media noche durmiendo. Trató de romperlo pero tenía que admitir que no era lo bastante fuerte así que agarró un adorno de madera que tenía pero por más que le dió sólo le hizo un rallon y entonces los vecinos cerraron la casa por fuera y se fueron desapareciendo de su vista tan lentamente que hasta le dieron esperanzas de que tal vez los vería y la pobre se quedó allí esperando, pero nunca subieron la cabeza para saber de qué color era el hático de sus vecinos del frente..