Para Unicorniocienta la libertad le sabía a nada, tenía mucho sueño ya que no había podido dormir la noche anterior por las cucarachas que había llegado por el pan y las chucherías que sacó en plena madrugada para compartir con Michaely y Erick, se sentía más sucia que un bebé todo hecho de caca minutos después de bañarlo, sólo tenía deseo de morirse ahí, junto con aquellas no tan conocidas cucarachas.
Eran las nueve de la mañana y los guardias ya habían cambiado de turno. Esta estaba acostada boca arriba en el banco mirando los pájaros volar sobre ella y pidiéndole a Dios que uno no le cagara encima.
Al oír las grandes puertas detrás de ella sonar levantó la cabeza por instinto rápidamente mientras veía un auto verde salir, era un auto simplemente fabuloso, ella no era de preferir cosas por las marcas, pero de seguro que en un futuro hubiera querido un auto así. El auto se paró en frente de ella, mientras se oían unas voces por dentro de aquellos subidos cristales negros.
—Otra vez esta gente cuadrándose frente a uno. —se oía a alguien que se quejaba desde dentro—. Dame cinco pesos, para que no digan que somos tacaños o algo. —decía el hombre desde dentro como si nadie lo estuviera escuchando.
—Padre, no hable así de la gente. —lo regañó una voz que se escuchaba molesta.
El señor bajó la ventana mostrando un rostro muy sonriente y amable ofreciendo los cinco pesos a Unicorniocienta en pesos de uno para que se vieran muchos.
—Tome este dinero para que se compre algo, mi doña.
Unicorniocienta no solo se sintió ofendida porque la tratasen como una vagabunda, sino que encima le decían doña, una chica la cual no cumplía ni sus 20 años, ah no, pero el susto se lo llevó cuando se dió cuenta que era el rey William.
—¿Esquiusmi? —dijo con un tono de voz un poco alzado y con una mano en su cintura—. Usted es mucho más viejo que yo y no se lo ando sacando en cara. —le dejó claro.
El señor levantó ambas cejas ofendido a lo que le pidió que se disculpara mientras que ella se rió en su cara.
—Lo siento, pero no lo siento.
—¡Unicorniocienta! —exclamó Katia en el volante con una expresión de asombro al verla—. ¿Qué haces aquí, y así? —preguntó preocupada mirándola por encima de su padre de arriba abajo.
—Es una larga historia. —dijo esta ahora de brazos cruzados.
TRES UNICORNIOS MÁS TARDE.....
Katia al ver a Unicorniocienta con ese aspecto dejó todo para bajarse del vehículo, pero no sin antes mandar a su padre con Kiker, la verdad era que ninguno de los dos se soportaban mucho, pero nadie conocía esos lugares como él, y ya que André dijo que tenía cosas que hacer nadie más lo ayudaría mejor a llegar al salón de belleza que Kiker, él sólo iba a lavarse el pelo, darle un retoque de color y a arreglarse las uñas, tenía mucho tiempo sin hacerlo y que pronto habría boda con más razón hacerlo.
Pero bueno, la cosa estaba en que Katia la invitó a la casa para después de pasar por la mala mirada de su madre y sorprendida por parte del rey Aquiles ambas subieron a la habitación de Katia para contarle cómo estaba su vida... Desde que nació, le contó todo.
—Sinceramente... Lo lamento. —le dijo poniendo su mano encima de la suya para mostrarle que hablaba en serio.
Pero Unicorniocienta no entendió ese gesto.
—No vine aquí por lastima. —dijo mientras quitaba su mano de debajo de la suya—. Vine para ver si me puedes ayudar.
Katia se acomodó en su cama mientras la miraba seria. —No quiero que me mal interpretes. Puede que no tengamos muchísimo conociéndonos, pero te considero una amiga muy valiosa. Conmigo puedes contar cuando quieras y para lo que quieras. Sé que eres una chica grandiosa que tal vez pienses que no necesitas a nadie para levantarte, pero a veces es bueno tener a alguien para que te arrastre cuando ya no puedas más.
Unicorniocienta sonrió para luego limpiarse con la manga de su abrigo las gotas de lágrimas que habían brotado anteriormente a su mejilla, sin decir nada esta sólo le abrió los brazos para darle el abrazo que necesitaba hace años, cerrando los ojos con fuerza. Sintiéndose querida como en pocas ocasiones lo hizo.
Al cabo de un rato el abrazo terminó y las dos terminaron con los ojos llenos de lágrimas, pero aún así sonriendo.
—Disculpa por el abuso, pero, ¿crees que me pueda bañar aquí? —preguntó apartándose lo suficiente de ella para que no le diera el mal olor a muerto de tres meses. Aunque lo que ella no sabía era que ya era tarde.
Katia asintió dirigiéndose al baño de la habitación. —¿Vas a necesitar ropa?
La chica negó con la cabeza, ella ya llevaba la mochila llena de ropa... Y de comida.
Después de una larga ducha acompañada de canciones mal cantadas de Ricardo Arjona y una buena lavada de cabeza, Uniorniocienta salió de la ducha y abrió la mochila buscando en ella alguna ropa que ponerse; la mochila estaba llena de comida por encima y su ropa estaba dejado de ésta por lo cual tuvo que sacar todo aquello y ponerlo en el suelo del baño, después de un buen rato pudo encontrar su ropa interior. Sacó un pantalón largo azul claro, una blusa la cual le quedaba un poco ancha y larga y unos zapatos negros Adidas, pobre, pero decente.
Mientras esta guardaba todo de vuelta en la mochila escuchó un ruido, eran gritos fuertes de alguien, al parecer de Katia. Unicorniocienta agarró su mochila y corrió hacia fuera del baño, lo primero que vio al salir fue a Katia encima de la cama dando gritos como una chiva, mientras Michaely y Erick estaban debajo de una silla tratando de calmarla.
—¡Unicorniocienta! Por favor dile que no le haremos nada. —pidió Erick asustado.
—Unicorniocienta, CUIDADO, mira esas ratas... ¡QUE NO SE ME ACERQUEN! ¡SÁCALAS! —exclamaba temblorosa con miedo.
—Tu amiga está más loca que tú. —se burló Michaely asombrado—. Mira que nos tiró su Iphone, y luego si uno se lo lleva dicen que uno es el ladrón.