Había pasado la inauguración. Se podía apreciar las calles todavía llenas de papeles de colores, brillos y muchos folletos con la foto de la familia Williams, el pueblo era un completo maravilloso desastre colorido, Unicorniocienta casi vomita cuando le tocó hablar en el discurso por haber comido demasiados chocolates y mezclarlos con su comida, aunque casi nadie se dio cuenta a lo que esta se fue corriendo hacia la mansión, la cual quedaba un poco lejos porque la inauguración se hizo en la entrada del pueblo. Llegaron muchas personas importantes, amigos del Rey Williams, todos esos que ni los vieron cuando estaban en quiebra estaban allí apoyándolos, Katia se encontró con muchas amistades con las cuales decentemente ignoró y se fue hacia Unicorniocienta, André y las personas del pueblo que eran más leales.
Fue un día largo lleno de risas y amistoso, porque también llegaron amigos de la familia Brinco, hasta la familia Brinco asistió ya que se había expandido el rumor de que la princesa Katia y el príncipe André se iban a casar, y lo más asombroso fue cuando el rey Brinco subió al escenario que se montó en medio de las calles del pueblo donde anunció que el matrimonio de su hijo y la hija del rey Williams no se iba a llevar a cabo, y que ambos buscarían su propia felicidad. El rey Williams por poco quiso tirarle la copa de vino matandolo mentalmente, pero obviamente sólo sonrió y asintió, mientras que la madre de Katia casi hace de show si no es por su marido quien la detiene. Y los chicos por otro lado se quedaron asombrados por aquella noticia y felices gozaron con gusto aquella celebración. Hubo bailes del rey Brinco con la reina Williams, bailando bachata, luego hubo una batalla de baile donde hubieron muchos hijos de reyes los que se lanzaron en el piso y volaron en los aires sin importarles el dinero astados que cargaban en aquellos trajes. Donde Unicorniocienta se quedó babeando por un rubio de ojos marrones el cual bailó reggaetón como nadie, todos se tiraban fotos con él, hasta que ella terminó con su número, se llamaba Alejandro Malandro, un príncipe de Malandrería. Un reino el cual descubrió que estaba cerca del reino de Brinco, a veinte minutos en auto.
Después al llegar a la mansión la anciana Karol G cumplió con lo que había predicto, todos se habían ido dejando solo a el rey y príncipe Brinco, Katia, sus padres y a Unicorniocienta en aquella mansión, estaban todos en la sala terminando de cenar ya que Katia les ofreció una última cena antes de irse para agradecer su hospitalidad y buen trato.
—En verdad estaba muy buena la cena, gracias. —dijo el rey Brinco limpiándose los dientes con un palito que encontró en la mesa.
La reina Williams no sabía cómo había aceptado bailar con él mientras veía su postura aquella silla; medio tirado de un lado con casi la camisa por encima de su panzota y con la boca abierta limpiándose los dientes con un palo de fósforo que se había quedado al encender la vela aromatizante en la mesa.
—A la orden. —respondió con un poco de asco.
—¿Qué pasó? —entró Katia en la sala con Unicorniocienta al lado ambas con sus celulares prendidos en manos.
La mujer sonrió y se paró con su espalda toda derecha. —Te tenemos algo.
La chica sonrió esperando que no fuese otro paquete de maquillaje, ya que eso era lo que más le regalaban por cualquier cosa buena que hiciera.
—Abre la caja que está encima del piano. —le ordenó su padre mientras se ponía junto a su esposa.
La chica fue toda inocente a lo que vio aquel regalo envuelto no muy grande, tenía hoyos y cuando lo iba a agarrar se movió, ella observó que se movió.
—¡¿Por qué eso se mueve?! —exclamó asustada alejándose de un tiro.
—Solo abrelo, sabemos que te va a gustar. —dijo el príncipe Brinco al lado de Unicorniocienta.
La chica con todo el temor que habitaba en ella se acercó hasta estar lo suficiente cerca como para desatar el nudo del lazo y los lados de la caja cayeron hacia atrás mostrándole un pequeño perro de raza bichón maltés color negro y blanco, mirándola con unos grandes ojos de timidez.
—¡Ay, que hermoso! —gritó de la alegría mientras sostenía al cachorro entre sus manos—. ¿Cómo conseguiste que mis padres lo aceptaran? Tengo toda mi vida rogandoles por uno.
—Pues fue un acuerdo entre nosotros. —le guiñó un ojo a los padres de la chica—. Pero ahora lo importante es saber cómo le pondrás.
Ella pensó unos minutos y saltó de la alegría.
—Se llamará André. —anunció haciendo que todos rieran a excepción de André quien quedó medio confuso.
—Wow, un cachorro se llama como yo, que orgulloso estoy. —dijo con sarcasmo mientras sonreía de lado negando con la cabeza, con las manos en los bolsillos.
—Sí, pero ese nombre es muy común y él necesita algo que lo identifique.
André abrió los ojos más de lo normal. —Haré como que eso no me ofendió.
Katia subió al perro muy alto con sus manos examinandolo de arriba a bajo hasta que de la nada se sobresaltó.
—¡Pulguita! —gritó.
Todos en el comedor se sobresaltaron, y se alejaron aún no estando demasiados cerca de ella por miedo, mientras que Unicorniocienta se agarró el pelo mientras veía al cachorro como si le hubiera crecido una tercera oreja.
—¿Qué? ¿Tiene pulgas ese animal? Te dije amorcito que no era una buena idea. —preguntó la reina Karen Williams asustada detrás del rey Williams.
La chica los miró raro a todos mientras que empezó a reír desde que escuchó lo que dijo su madre.
—No, nada que ver. Se llamará André, alias Pulguita. —dijo alzandolo hacia arriba.
TRES UNICORNIOS MÁS TARDE...
—Unicorniocienta, debo de hablar contigo. —la llamó Micaela con un tono de seriedad en el asunto.
La chica con un vaso de soda en manos se acercó a ella.
Estaban en la cocina la cual estaba despejada, era tarde en la noche y todos dormían mientras que ella como de costumbre iba a buscar algo de comer a la nevera.