Unidos por el destino ©

Capítulo 1

Merian

¿Dónde las habré puesto? Juraría que las había dejado en el bol que había comprado para ellas y así evitar que esta situación como esta vuelva a repetirse. Malditas llavesA medida que avanzo con mi búsqueda, no puedo evitar mirar mi reflejo a través del espejo que se encuentra situado en la puerta del armario. No sé si reír o llorar ante mi aspecto. Tengo el pelo revuelto, la ropa algo arrugada y ni hablar de la rojez que cubre mis mejillas. Todo el arreglo al que me había sometido se ha echado a perder. Genial.

—¡¿Por qué estás tardando tanto?!

—¡Estoy buscando las llaves!

—Será mejor que te des prisa, no quiero llegar tarde por culpa de tu despiste – es inevitable no exasperarme ante su poca paciencia, aún nos queda algo más de una hora antes de que las clases comiencen.

—Deja de dar órdenes y ayúdame a buscarlas... – en el mismo instante en el que dejo de hablar, me doy cuenta de algo que me deja algo confundida ¿cómo ha entrado en mi apartamento sin llamar?

Coloco las sábanas – que había desarreglado debido a mi ansiosa búsqueda – sobre la cama, antes de abandonar la habitación para ir al salón que se encuentra nada más cerrar la puerta de la única habitación que hay en el apartamento. Me hace gracia ver como mi mejor amiga, anda por todo el lugar en busca de algo que está sosteniendo con su mano derecha.

—Cariño, ¿me puedes decir cómo has entrado?

—Con las llaves boba, cómo si no – su risa me hace gracia, pero, hay momentos en los que sus despistes me preocupan.

—¿Con qué llaves Alexis?

—Pues...con las tuyas – al levantar su mano derecha para enseñarlas, la chica suelta un grito victorioso.

—¡Las he encontrado! – resulta misión imposible no sonreír ante su entusiasmo, su manera de ser es única e inimitable.

—Con el misterio ya resuelto, será mejor que salgamos porque el autobús está por llegar – asiente no sin antes darme lo que me pertenece, para después, dirigirnos hacía la puerta, listas para afrontar el día.

Tres pisos después, salimos a la calle y no puedo evitar sentirme algo triste al ver todo lo que nos rodea. El barrio y las personas que lo habitamos hemos sido olvidados por los grandes gobernantes que dirigen el estado de Michigan e invisibles para el mandamás de EEUU. Todos y cada uno de nosotros, hacemos lo posible para salir adelante e intentamos seguir con las cabezas bien altas y nunca rendirnos ante las adversidades. A pesar de la pobreza que nos rodea; las sonrisas, el cariño y la buena voluntad siempre están presentes y eso es algo que no tiene precio.

—Ni te imaginas lo mal que lo está pasando Henry por no poder acompañaros – seguimos avanzando unos pocos metros, hasta llegar a la parada donde el autobús nos recogerá.

—Me lo puedo imaginar, vive su sueño frustrado a través de nosotras – dudo que le haya resultado fácil desde la universidad.

—No puedo evitar sentirme culpable por eso, ha tenido que dejarlo todo por mí – rodeo sus hombros con mi brazo y la atraigo hacia mí con cariño.

— Deja de culparte. Hay momentos en los cuales dejarse llevar por el corazón no trae más que felicidad y vosotros sois testigo de ello. Tus padres lo acabarán entendiendo, confía en mí.

—Soy feliz, pero todo habría sido más fácil si ellos no tardaran tanto en aceptar nuestra relación. Su consentimiento cambiaría nuestro futuro, Henry tendría la oportunidad de retomar la carrera que ha dejado a medias y yo dejaría de sentirme tan culpable.

—Dales algo más te tiempo, llegará el día en el que dejarán de lado el orgullo y harán todo lo posible por recuperarte.

—En ocasiones, me sorprende la fe que tienes en los demás teniendo en cuenta tu pasado. – me encojo de hombros de manera despreocupada y sonrío aliviada al ver el autobús acercándose.

—Ya sabes el dicho «la fe mueve montañas».

Después de un viaje en autobús que ha durado menos de lo habitual, al fin llegamos a la universidad que me ha ofrecido la oportunidad de iniciar la carrera que tanto deseaba comenzar. Medicina. Será un largo y duro camino hasta llegar a la meta, pero todo valdrá la pena, porque el premio final es todo lo que siempre había soñado.

—¿Lista? – miro a la hermana que la vida me ha regalado y asiento con mucho entusiasmo.

—Lista.

Al dar el primer paso, mi corazón se exalta ante la emoción que estoy sintiendo. Mis ganas de empezar esta nueva etapa no se pueden describir con unas simples palabras. He luchado por estar aquí con uñas y dientes, he sacrificado cada día y cada hora de mi vida estudiantil entre trabajos, exámenes y muchos, muchos deberes. He tratado de ser la mejor y gracias a todo el esfuerzo empleado a su debido tiempo, lo conseguí. Estar aquí es mi premio y pienso sacarles todo el jugo a todas y cada una de las clases.

—Creo que debemos ir a la gran charla que dará el decano para los novatos, antes de reunirnos con nuestro tutor – asiento dándole la razón. Seguimos los pasos de los demás, que van todos en la misma dirección.




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