Unidos por el destino ©

Capítulo 2

Merian

Llevaba toda la tarde de pie atendiendo mesas. Había sido un día bastante ajetreado y no creo haber visto nunca visto la cafetería tan llena. Con tanto alboroto, Isabela, la dueña, se vio obligada a llamar a Alexis para hacerla venir en su día libre, porque se me hacía imposible atender a tantas personas sin necesidad de ayuda. Tras haber atendido a todos los presentes, puedo tomarme un respiro sentándome cerca de la barra. Estoy bastante agotada y tan solo deseo concluir con mi horario e ir directa a casa. Necesito dormir.

—¿De dónde habrá salido tanta gente? – pregunta Alexis mientras toma asiento a mi lado. Me encojo de hombros sin saber que responder, yo también estoy algo sorprendida por la cantidad de personas que están cenando en la cafetería teniendo en cuenta que es lunes.

—Voy un momento al baño – dudo que me hay escuchado. La pobre pensaba que hoy podría pasar el día con su chico, pero, sus planes han sido frustrados.

Me lavo las manos y me rehago la coleta que se había despeinado debido al calor que había tenido que soportar durante el día. Estoy deseando la llegada del invierno. Esta será la primera navidad que voy a celebrar fuera del orfanato y reconozco que siento algo de tristeza por ello. La soledad en la que estoy sumergida estando en mi apartamento, no es agradable y menos al recordar el bullicio de los niños al que tanto me había acostumbrado. Sacudo la cabeza intentando así deshacerme de todos aquellos pensamientos. Fuera nostalgia.

Al volver a mi puesto de trabajo, Alexis no está donde la había dejado. El hombre de la mesa tres me hace la señal para llevarle la cuenta. Asiento antes de dar la vuelta e ir directa a la cocina para llevar a cabo mi labor. Al abrir la puerta derecha que separa la cocina del estrecho pasillo, no puedo evitar soltar un pequeño grito al ver a mi jefa y a Alexis pegadas al lado contrario de la puerta, la que lleva el cristal en la parte superior.

—¿Se puede saber qué están haciendo ahí? – Carlos ríe ante la escena y yo sigo sin entender qué es lo estas dos tienen, porque siguen pegadas al cristal.

—No les hagas mucho caso, están embobadas con un hombre que acaba de llegar – sonrío divertida y le pido la cuenta total de la mesa tres.

—Gracias, voy a atender a ese misterioso hombre porque debo suponer que no lo han hecho – la risa de Carlos él lo último que percibo antes de abandonar la cocina. Esas dos parecen unas adolescentes alborotadas. Dejo la cuenta a su correspondiente mesa y repaso el pequeño local con la mirada en busca del hombre que ha conseguido volver locas a mi jefa a mi mejor amiga.

Es entonces, cuando el tiempo se detiene.

Mi respiración se para por un instante al ver a semejante hombre. No va acompañado y su postura refleja el mal día que ha debido tener. Cumplo con mi trabajo acercándome con paso firme hasta su mesa y hago todo lo posible de permanecer impasible ante su atractivo.

—Buenas tardes, ¿ya sabe lo que va a tomar? – su rostro se gira en mi dirección. Madre mía. Ojos azules y un anticipo de barba cubre su definida y masculina mandíbula.

—Buenas noches, debo suponer que no ofrecen alcohol – he dado en el clavo. Ha tenido un mal día.

—Lo siento, es un local familiar – afirmo sin poder quitar la mirada de sus labios. La forma en la que estos se mueven cuando habla es cautivadora ¿Qué me está pasando?

—En ese caso, me dejo en tus manos – no puede decirle algo así a un adolescente y menos a una que apenas ha tenido a un hombre como él tan cerca. Respira Merian, respira.

Me alejo con la intención de buscar algo que pueda gustarle, dicen que una buena comida siempre ayuda a mejorar el estado de ánimo de las personas. Mientras me centro en mi tarea, Alexis se acerca sin despegar su vista de la puerta de la entrada.

—¿Has visto el coche que hay plantado frente de la cafetería? – niego quitándole importancia a las palabras de Alexis. ¿De verdad ese hombre era tan estúpido para coger el coche de haber estado bebiendo?

Corto un buen trozo de mi famosa y deliciosa tarta de manzana y sirvo una taza de café. Espero haber acertado, a todo el mundo le gusta la tarta, no creo que él sea una excepción. Al estar de nuevo delante de él, le sirvo el pedido y espero paciente su reacción. Su leve sonrisa provoca un cosquilleo en mis entrañas y es todo lo que necesitaba de su parte.

—Que aproveche – con toda mi mala educación, decido dejarle con la palabra en la boca y alejarme con rapidez, mientras mi corazón decide volverse loco.

—Es tan guapo, ¿qué tal su voz? – sacudo la cabeza divertida ante las miradas soñadoras de las dos mujeres.

—Masculina, muy masculina – las dos sueltan un suspiro mientras yo rezo para que el individuo no se percate de sus miradas soñadoras.

Mi horario laboral por fin llega a su fin y estoy lista para irme. Isabela y su marido se encargarán de la hora restante y Alexis ya ha avisado a Henry. Me despido de mis jefes, dándoles las buenas noches y por mucho que quiera evitarlo, miro una vez más al único hombre que ha conseguido robarme el aliento. También está por irse. Siento algo vergüenza, pero, aun así, camino con pasos algo lentos con la intención de volver a estar cerca de él. Siento su mirada sobre mi espalda y mis mejillas no tardan en coger algo más de color.




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