Unidos por el destino ©

Capítulo 4

Merian

—Y bien? –estoy en la hora de la comida junto a Alexis, que lleva un buen rato preguntando acerca de cierto hombre maduro que conocí la tarde anterior.

—Apenas hemos compartido unas cuantas palabras, solo sé que se llama Demian – no creo que hablar sobre un total desconocido sea algo relevante, a pesar de todas las sensaciones que logró provocar en mí.

Para mi buena suerte, la presencia de dos chicos logra frenar los intentos de ésta, de seguir hablando sobre el tema.

—¿Os importa que nos sentemos? – pregunta uno de ellos con educación.

—Para nada – les respondo amable.

Alexis me mira con reproche y no entiendo la razón, los dos parecen muy amables y nada me gustaría más que hacer nuevos amigos.

—Él es Robert y yo André. – se da a conocer el moreno, mientras señala a su acompañante. Un rubio de ojos verdes con una sonrisa de ensueño.

—Esta rubia tan guapa es mi mejor amiga Alexis y yo me llamo Merian, encantada de conoceros – nos doy a conocer, mientras espero que mis palabras hayan conseguido que Alexis empiece a bajar la guardia.

—Encantados chicas. Me suena de haber visto en algunas clases, ¿Qué especialidad habéis elegido? – habla por primera vez el rubio. Los miro, con la intención de buscar en mi memoria sus rostros. Nada, suelo prestar demasiada atención en las clases y apenas he conseguido conocer a alguno de mis compañeros.

—Hemos elegido pediatría – les responde Alexis – ¿Y vosotros?

—Yo médico y el cirujano, la pareja perfecta – responde André divertido, lo que nos hace sonreír.

Nos enfrascamos en una pequeña conversación y es imposible no emocionarse con sus historias. Hace poco más de un año que viven juntos, tuvieron que abandonar sus casas debido a que los padres no se han tomado nada bien que hayan decidido estar juntos. No puedo llegar a entender cómo algunas personas prefieren perder a sus hijos, antes de apoyarlos y quererlos tal como son.

Al terminar la hora de la comida nos intercambiamos los números de teléfonos y prometimos que nos veremos todos los días en la universidad. Que bien sienta conocer gente nueva.

—Has visto que tiernos que son, parecen que se quieren mucho.

—Tú también tienes a alguien que te quiere de esa manera o puede que más, así que no te quejes – articulo mientras le doy un pequeño empujón.

—Tienes razón, mi hombre es el mejor – suelta un suspiro enamorado.

Seguimos avanzando por el gran pasillo repleto de estudiantes. Al mirar a mi alrededor solo puedo ver a parejas y más parejas, abrazadas o cogidas de la mano. Es como si la vida se empeñara en hacerme ver lo que me estoy perdiendo dado a mi empeño por seguir protegiendo mi soltería. Pero, aún soy bastante joven y tengo todo el tiempo del mundo para encontrar a alguien con quien compartir mi vida. No es hora de pensar en amoríos Merian, tenemos clase y hay que estar al cien por cien.

El resto del día transcurre de manera rápida y ya hemos podido familiarizarnos con el campus y con las clases. A pesar de la ilusión que siento al estar realizando uno de mis mayores sueños, el miedo y la inseguridad siguen estando presentes y presiento que seguirán formando parte de mi vida, hasta finalizar la carrera.

—Nos vemos luego – me despido de Alexis, antes de entrar en el edificio.

Una vez en el apartamento, me cambio de ropa por algo más cómodo. Dejo la sucia en su sitio y me cerebro me recrimina al ver la cantidad de prendas que se han ido acumulado. Tendré que ir a hacer la colada.

Me preparo unos macarrones con queso y al acabar, me los voy comiendo mientras empiezo a leer los apuntes que había tomado. Espero que conforme pase el tiempo no se me complique lo de involucrar el trabajo con las clases, no creo poder con tanta presión, pero haré lo que haga falta con tal de concluir mis estudios, aunque en eso no puedo incluir dejar el trabajo. Tengo demasiados gastos con los que lidiar cada mes.

Al acabar, lavo todo lo que he ensuciado y voy recogiendo hasta dejar el salón en orden. Termino y me tumbo en el pequeño sofá. Me dedico a mirar el techo sin pensar en nada. El rostro de Demian invade mis pensamientos sin pedir permiso. ¿En qué universo puede un hombre como ese fijarse en alguien como yo? Soy una mocosa a su lado.

Minutos más tarde hago el esfuerzo de levantarme para dejarle a Henry un mensaje avisando que hoy no hace falta que me acompañe hasta el trabajo, necesito tomar aire. En vez de contestarme de vuelta, opta por llamarme.

—¿Por qué no quieres que te lleve? – pregunta confundido.

—Me apetece caminar, ya sabes, un poco de ejercicio nunca viene mal – le respondo algo divertida. Últimamente no para de insinuar que he cogido unos cuantos kilos de más.

—Está bien. Te quiero.

—Y yo a ti. Hasta luego. – al colgar, guardo el móvil en el bolso. Ya es hora de salir.

Cojo la chaqueta y me cuelgo el bolso en el hombro. Desciendo las escaleras sin prisa, tengo ganas de caminar, no de sudar. Una vez fuera, miro a mi alrededor mientras camino y observo cómo los niños juegan en la acerca con balones y cuerdas para saltar. Da gusto ver que los pequeños no se pasan el día encerrados en sus casas viendo la tele, o enganchados a los videojuegos. Bueno, eso último es algo más complicado debido a que sus padres no se pueden permitir un capricho tan caro. Pero, a pesar de ello, todos son felices y saben disfrutar de la infancia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.