Demian
La veo acercarse con la bandeja en sus manos y sin el delantal. Algunos de los presentes siguen sus pasos de reojo y no los culpo, es preciosa. Rara vez había tenido la oportunidad de estar tan cerca y poder apreciar una belleza tan única como la suya. Sus ojos, el color rosado de sus labios, las abundantes pecas que se encargan de adornar su pequeña nariz, formaban un conjunto perfecto y armonioso. Y su pelo era lo que más llamaba la atención: naranja, abundante y algo rizado. Sin duda era su marca de identidad. Ahora que la veo bien, me recuerda a aquel dibujo animado, el de la chica del arco ¿cómo se llamaba? Ah, sí. Brave.
—Espero que no te haya molestado...esto – señalo la mesa. Me he arriesgado con una cena tan repentina, pero, soy un hombre hecho y derecho. Si algo me gusta, voy a por ello.
—No te preocupes – pronuncia con cierta timidez. Dios, solo te pido que sea mayor de edad.
Los dos probamos la deliciosa lasaña que ha traído y tengo que reconocer que sin duda, es la mejor que he probado en mucho tiempo. Si Nancy me habría escuchado decir eso en voz alta, me habría pegado una buena colleja.
—Cuéntame cosas de ti – quiero saber de ella, pero lo que más me interesa es saber si lo que estoy haciendo es legal.
—Mi nombre completo es Merian Gresse, tengo dieciocho años y recién he comenzado la carrera de medicina gracias a la beca que me otorgaron. Vivo sola en un pequeño apartamento, no muy lejos de aquí y poco más. – ¡Sí! Mi corazón vuelve a latir con normalidad. Respira amigo, la chica es legal.
— ¿Y tus padres? – me atrevo a preguntar.
—No tengo ni la menor idea, soy huérfana – me siento algo imbécil por haber preguntado, pero también confundido al no ver ni un deje de tristeza en sus ojos.
—Lo siento mucho, debió de ser duro para ti.
—No lo sientas, no se puede echar de menos algo que nunca has tenido. Tuve la suerte de estar rodeada de buenas personas que me han ayudado con lo que han podido, la familia es quien cría no quien te da la vida. – expone con determinación – ¿Y tú?
—Estoy de acuerdo contigo, he vivido algo parecido – me atrevo a decir sin dar muchos detalles. — Sobre mí, tampoco hay mucho que contar, tengo algunos años más que tú, soy empresario y eso. – me jode no tener siquiera la intención de hablar sobre la situación que estoy viviendo con mi actual mujer.
—Gozas de una vida muy interesante por lo que veo – los dos soltamos una leve carcajada y la suya no tarda en llamar mi atención. ¿Desde cuándo te atrae la risa de una mujer? Nunca lo ha hecho, pero, la suya es...angelical.
—Tengo una vida bastante monótona y aburrida, estoy en proceso de cambiarla – me sincero sin aportar mucha información.
—Y triste si me lo permites decir. Lo veo en tu mirada, por eso deja que te diga algo: a veces la vida es caprichosa y golpea a las personas que menos se lo merecen, pero todo tiene solución – se inclina con la intención de pegar sus labios a mi mejilla derecha, acción que logra noquearme.
Sus palabras se incrustan en mi mente, mientras que me llevo la mano a la mejilla. Haber sentido sus cálidos labios sobre mi piel ha logrado agrietar la gruesa capa de hielo en la que mi corazón llevaba años envuelto. ¿Qué demonios está pasando?
Me levanto y voy hasta el mostrador para pagar. Por suerte es ella la que me vuelve a atender, también está lista para irse al verla dejar la chaqueta a un lado del mostrador. Saco de la cartera un billete de cien y se lo entrego.
— ¿Porque no me sorprende? – sacudo la cabeza con diversión al verla inspeccionar el billete con la intención de comprobar que no sea falso.
—Quédate el cambio, te he entretenido mientras estabas trabajando – esperaba que rechistara, pero, para mi agrado, mete algo del dinero restante en el bolsillo y lo demás lo guarda en un bote de cristal que parece estar reservado para las propinas.
—No ha sido una molestia, me ha gustado pasar tiempo contigo, aunque haya sido algo escaso – las comisuras de sus labios se eleven y sus ojos se quedan clavados en mi persona.
—Será mejor que vayas acostumbrándote, porque este sitio se ha convertido en mi lugar favorito, no te vas a librar de mí en un tiempo – asiente a medida que su rostro va cogiendo algo de color. Me siento bastante satisfecho al ver que también se ve afectada por mí.
—Entonces te veo mañana – vuelve a coger la chaqueta, sale de detrás del mostrador y juntos caminamos hasta la salida del local.
—Hasta mañana, que descanses. – me acerco despacio hasta depositar un leve beso en su mejilla. Muy atrevido, pero, fue ella la que empezó.
He estado a punto de preguntar si quiere que la acerque hasta su casa, pero dudo que sea algo apropiado. Además, hay un coche a pocos metros de nosotros, al ver a su compañera de trabajo sentada en la parte del copiloto, he supuesto que la deben estar esperando como la noche anterior.
—Igualmente – se gira dispuesta a irse, pero, al recordar las flores que he dejado en el coche vuelvo a llamar su atención.