Unidos por el destino ©

Capítulo 6

Demian

Los días transcurren con rapidez y es increíble que ya hayan pasado alrededor de dos semanas desde que conocí a aquella hermosa y divertida mujer. Desde entonces no ha pasado ni un solo día en el que no vaya a esa cafetería para cenar o simplemente para tomar un café. Cada día nos vamos conociendo un poco más y me asusta admitir que ha logrado hechizarme de la peor manera que pueda existir. Nunca había creído en el amor a primera vista, he llegado a burlarme de aquellas personas que afirmaron haberse enamorado nada más conocer a sus parejas, pero, Merian está consiguiendo que me trague mis propias palabras. ¿Es posible tener tantos sentimientos por alguien en tan poco tiempo?

— ¿Nos vas a decirnos la razón por la cual has dejado de ser tú? – Sí, mi mal humor ha desaparecido y mis amigos ya lo van notando.

—De momento no, tengo algunas cosas que resolver antes de contárselo a alguien. Solo pido paciencia – bufan al mismo tiempo algo irritados ante tanto secretismo.

—De acuerdo, hermano. Pero, tengo el presentimiento de que se trata de una mujer – mierda. ¿Por qué Sandro me tiene que conocer tan bien?

Hago el esfuerzo de permanecer impasible, tengo la impresión de que Lisa también me ha pillado y su sonrisa no hace más que corroborar mis sospechas.

—Es una mujer, y parece algo serio e importante. Nunca te había visto tan...diferente y contento – Pues nada, tendré que romper mis propias reglas por culpa de estos dos pesados.

—La conocí hace cosa de dos semanas. Trabaja de camarera y es universitaria. La chica más dulce, divertida y hermosa que he conocido nunca. – No hacía falta dar tanta información hombre, solo te ha faltado decirles el número de su puerta.

—¿Cuántos? – preguntan al mismo tiempo con seriedad.

Suelto un gran suspiro, la diferencia de edad siempre va a suponer un problema para los demás, nada relevante para mí.

—Dieciocho – al ver sus rostros, no dudo en que mi respuesta les haya provocado un mini infarto.

—Sé lo que vais a decir, pero entre nosotros no ha llegado a pasar nada. Ella me gusta y quiero suponer que yo también a ella, sí, le doblo la edad...

—Demian, es una niña por el amor de Dios podrías ser su padre...si hubieses dicho que tiene más de veinte no te diríamos nada...yo...piensa bien las cosas antes de actuar, tú has pasado por muchas cosas y ella apenas está empezando a vivir. – las palabras de Lisa logran callarme.

—Hermano, te dije que tendrías que empezar a buscar a alguien con quien compartir tu vida, eso no significa que tengas que quedarte con la primera mujer que se cruce en tu camino. Puede que sea una jovencita que solo busca que le paguen las clases, que le compren ropa y zapatos, porque es una adolescente y... – me levanto del sofá con la intención de no seguir escuchando y me dirijo hacia la salida. Puedo oír como Sandro y Lisa corren detrás mía, pero no estoy dispuesto a quedarme para recibir más charlas, no soy un niño.

Mis pensamientos están que arden y las dudas comienzan a invadirme, sé que pueden tener algo de razón, pero en el fondo sé que este no es el caso. Será una adolescente, pero, la madurez que tiene y la forma en la que se comporta no reflejan su edad. Desde que la conozco mi humor ha mejorado, he dejado de gruñir y de ir por ahí con el ceño fruncido. Esa chica es lo que siempre había estado esperando de la vida.

Hace que me olvide de la situación tan complicada que vivo. Rebeca sigue sin dar su brazo a torcer. Quiere todo lo que tengo, absolutamente todo para que el divorcio se lleve a cabo. Ni de coña. No pienso tirar a la basura tantos años de trabajo para que esa mujer se quede con todo lo que tengo. Ya le he dejado claro que los niños tendrán un buen futuro y que nada les va a faltar, pero, para ella eso no es suficiente.

Sin darme cuenta he llegado a casa. Aparco el coche y voy directo al ascensor. Mientras el cacharro sube hasta el último piso, pienso en todo lo que ha estado pasando estas últimas semanas. Me he visto con Meri solo en la cafetería, nunca he tenido el valor de pedirle salir. Cuánta seguridad, teniendo en cuenta mis treinta y seis años.

Una vez en casa, paro en seco al ver a mis padres parados en medio del gran pasillo. Lo que me faltaba para rematar el grandioso día que he tenido.

—¿A qué habéis venido? – no soy un buen hijo, ni ellos buenos padres. Por ese motivo, me niego a recibirles en casa.

—Queríamos saber si sigues con esa estúpida idea. – Y dale con lo mismo.

—Lo que es una verdadera estupidez, es seguir casado con esa mujer y seguir haciéndome cargo de sus hijos – me aburre seguir hablando sobre un tema que ya no tiene solución.

—Eres un necio, siempre lo has sido. Dejar a Rebeca por alguna furcia te arruinará la vida – asiento aburrido al escuchar las palabras de mi madre.

—Si habéis venido hasta aquí solo por esto, siento deciros que habéis perdido el tiempo – avanzo hasta llegar a la puerta. Saco las llaves y entro impidiéndoles el paso. Una actitud muy infantil. Me da igual. Tocarán la puerta un par de veces y luego se irán. Lo mismo de siempre.

Hola Meri.

¡Demian!  sonrío ante su entusiasmo, no esperaba mi llamada.

 ¿Qué tal el día? – pregunto con verdadero interés. Tendría que haber ido a verla, de esa forma me habría ahorrado todos los malos tragos.

He estado toda la mañana en la biblioteca, ¿te puedes creer que ya han empezado a mandar trabajos?

Será mejor que te prepares para más adelante, las cosas van a ir a más.

Nos vas a conseguir asustarme, pero, será mejor que cambiemos de conversación – la diversión en sus palabras son bastante evidentes y me alegra de que prefiera cambiar el tema de conversación, así puedo pedirle una cita.

De acuerdo, ¿tienes planes para mañana? – intuyo que mi pregunta la ha tomado por sorpresa, debido a los escasos segundos de silencio que hay al otro lado de la línea.




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