Unidos por el destino ©

Capítulo 7

Merian

Unos golpes me hacen gruñir. Es domingo, estoy cansada y solo quiero seguir durmiendo así que decido pasar de aquel ruido tan molesto. Pero los golpes no cesan. Me levanto del peor humor posible para abrir la puerta y mientras me voy acercando pienso en las diferentes muertes para la persona que se encuentra al otro lado.

Al abrir me quedo muda y mis ojos se abren por la sorpresa. Mierda. Lo miro confundida por su presencia, pero, mi mente no tarda en recordar la conversación que mantuvimos la noche anterior. Habíamos acordado salir y a mí se me ha olvidado por completo. Estoy en pijama y con el pelo echo un desastre. Vaya manera de empezar una cita.

—Alguien se ha olvidado de nuestra cita – luce divertido mientras yo espero ansiosa a que la tierra me trague.

—Yo...lo siento – me disculpo avergonzada mientras me aparto para dejarlo pasar.

—Tranquila mujer, tenemos todo el día para ir al lugar que tengo pensando – me relajo ante su intento de querer quitarle importancia a mi despiste. De un momento a otro su cuerpo se acerca al mío con la intención de dejar un suave beso en una de mis mejillas, estoy deseando que llegue el día en el mi cuerpo deje de reaccionar de aquella manera tan...rara, al tener al hombre tan cerca.

—Buenos días, ponte cómodo y dame unos veinte minutos – asiente sin separarse de mí.

A regañadientes me alejo de su cálido cuerpo para volver a mi habitación. Abro el armario para coger una muda de ropa, por cómo Demian va vestido supongo que iremos a un lugar sencillo. Me decido por unos pantalones negros y un jersey de color rojo oscuro, cojo la ropa interior y la toalla antes de encerrarme en el baño que hay en mi apartamento, que por suerte se encuentra en mi habitación.

Intento darme toda la prisa que puedo, pero, mientras tanto, no puedo dejar de pensar en que es lo que me está pasando con el hombre que ahora mismo está sentado en mi viejo sofá. He descubierto que tiene treinta y seis años, es adicto al deporte, que no tiene una relación muy buena con su familia y que es uno de los hombres más ricos del país, aunque para ser sincera esa última información no es algo que me interese.

Desde el primer segundo en el que lo vi, supe que algo iba a cambiar en mi vida, pero, jamás pensé que el hombre estaría presente en mis días de esta manera. No quiero hacer el ridículo delante de alguien como él, así que intentaré no hacer caso a las mariposas que se me empiezan a formar en el estómago cada vez que lo tengo cerca.

—Estás preciosa.

—Gracias, ya podemos irnos – mis mejillas se tiñen de rosa, algo que se ha vuelto costumbre estando con él.

Demian asiente encantado mientras camina hacia la puerta, dejándome salir primero. Cierro con llave antes de dar la vuelta e ir juntos hasta la salida del edificio. Una vez fuera, diviso su coche aparcado en la acera de enfrente, todas las personas que pasan por delante se quedan mirando más de lo debido, solo espero que no piensen cosas que no son.

Me abre la puerta del copiloto y sonrío agradecida. Rodea el coche y en menos de un minuto estamos en la carretera rumbo a lo desconocido.

—¿Te parece que primero vayamos a desayunar? – pregunta sin despegar la vista de la carretera.

—Vale, pero ¿puedo saber adónde iremos luego? – no es que no confíe en él, pero, me gustaría conocer el lugar en el cual se llevará a cabo nuestra primera cita. Esto es una cita, ¿verdad?

—Tenía pensado ir al zoo, pero si no...– mi sonrisa debe parecerse a la del Gato de Cheshire.

— ¡Me encanta! – suelto entusiasmada. Aplaudo con la intención de parecer una niña pequeña y en el fondo puede que lo sea, porque nunca había visitado ningún zoo. Mi comportamiento consigue hacerle reír relajado.

El camino hasta una de las cafeterías del centro de la ciudad es agradable. No hubo ningún silencio incómodo y las conversaciones de manera constante, algo sorprendente teniendo en cuenta el poco tiempo que llevamos conociéndonos.

—Bienvenidos a Astros Coffee. ¿Ya saben lo que van a pedir? – miro a la morena divertida y no la puedo juzgar. Desde el primer instante en el que Demian entró en el local, todas las mujeres presentes se le quedaron mirando embobadas y la pobre camarera no fue una excepción. Este hombre sería capaz de ir por la vida provocando leves infartos sin percatarse de ello.

—Tomaré un zumo de naranja natural y una napolitana de chocolate – si pido antes que él, cabe la posibilidad de que la chica tenga en cuenta mi presencia y puede que eso la ayude a salir del trance.

Gracias a Dios, sonríe algo tensa mientras anota mi pedido, una vez concluida dicha tarea, vuelve a mirar a Demian.

—Un café solo – pide sin inmutarse y con la mirada clavada en mí. De un momento a otro siento como su mano aterriza sobre la mía, cogiéndome desprevenida. El calor que desprende provoca un leve cosquilleo en mis entrañas y el guiño que me dedica acaba con todo. Con mi cordura y con la paciencia de la chica que se aleja algo frustrada.

— ¿No te han dicho nunca, que no debes molestar a la persona que prepara tu comida? – pregunto divertida, mientras nuestras manos siguen unidas.

—No la estoy juzgando así que no malinterpretes lo que voy a decir. Si veo que una persona va acompañada, respeto eso y no me acerco con segundas intenciones, ella debe ceñirse a realizar su trabajo y si quiere algo más que lo intente con personas que no vayan acompañadas – asiento estando de acuerdo con él.

Antes de poder seguir hablando, un chico se acerca con nuestro pedido. Sí que trabajan rápido. Le damos las gracias y se retira volviendo a dejarnos a solas. Cojo el vaso de cristal con la intención de llevarlo a la boca, pero, la acción que está llevando a cabo Demian con su taza de café, me desconcierta.

— ¿Qué se supone que estás haciendo? – pregunto confundida al verle examinar de forma extraña aquella taza y su contenido.




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