—Recuerda que este viaje es por trabajo. – nos encontramos en el coche de camino al hotel en el cual nos alojaremos durante nuestras pequeñas ¨vacaciones¨.
—Eso no significa que no tenga tiempo libre para pasarlo con mi chica, no pienso pasar el día entero metido en una oficina teniéndote aquí conmigo. –haré lo que haga falta para que se divierta y que esta sea la mejor experiencia de su vida.
—No quiero que descuides tus obligaciones por mi culpa, por ese motivo no quería venir contigo.
—Calla mujer, deja de preocuparte e intenta disfrutar de la belleza de este lugar, no tenemos mucho tiempo, pero, si te gusta podemos volver cuando tengas vacaciones. – no me gusta hacer planes con antelación, pero con ella es imposible no hacerlo.
El coche estaciona delante del hotel Ritz. Suelo frecuentar este lugar siempre que hace falta mi presencia en la SEDE que abrí hace dos años en Naples. Unas estancias bastantes ostentosas, en las que suelen frecuentar personas de la alta sociedad. Si lo del jet consiguió abrumar a Meri, no me puedo imaginar su rostro ante todo lo que hay dentro de aquel enorme edificio.
Con las dos únicas maletas, nos dirigimos con pasos relajados hasta el vestíbulo. Miro de reojo a la chica que va enganchada a mi brazo y reconozco que siento cierta diversión al ver todas aquellas expresiones faciales. Necesito que se acostumbre a todo esto, porque si todo marcha bien, esta será su vida.
—Señor Forrest, me alegra volver a verle. – la recepcionista me recibe con el mismo entusiasmo de siempre, pero, su ánimo se evapora en el instante en el que su mirada se queda fija en la pelirroja que sigue admirando los alrededores sin percatarse de nada.
—Buenas tardes. – espero paciente que la mujer me entregue la tarjeta. Vuelvo a mirar a Meri y al fin ha dejado de lado el asombro, para repasar con la mirada a la morena encargada de la recepción. No es tan ingenua como quiere aparentar ser y eso me alegra.
—Aquí están su tarjeta, espero que tenga una buena estancia y si necesita cualquier cosa no dude en avisarnos. – asiento algo incómodo por la intensidad de su mirada y antes de querer alargar el brazo para recoger el plástico, Merian se me adelanta.
—Esperemos no necesitar nada, pero, gracias por su amabilidad. – aprieto los labios intentando contener la risa que amenaza con salir con ganas.
La morena sonríe algo tensa ante la falsa cortesía de mi chica y de un momento a otro, soy arrastrado hacia los ascensores. Las puertas se abren y entramos en pleno silencio.
—Deja de sonreír de esa manera. – niego divertido y nunca me había sentido tan feliz ante un ataque de celos.
—No sabía que eras posesiva – algo que me encanta. No soy partidario de tales sentimientos, pero, de vez en cuando hacen falta. Siempre en pequeñas dosis, no debemos pasarnos.
—Lo soy con lo que de verdad me importa. – la diversión se evapora ante la seriedad de sus palabras. Me acerco como un depredador empujando suavemente su cuerpo contra la pared del ascensor. El ambiente relajado de antes, ha sido sustituido por una electricidad que se ha apoderado de nuestros cuerpos. Cada vez se me hace más difícil reprimir el deseo.
—No vuelvas a decir algo parecido, si no quieres que pierda los estribos. – beso sus labios con furia dejando atrás la delicadeza con la que la he tratado estas últimas semanas. Pero, nuestro intimo momento no dura mucho.
Las puertas de ascensor se abren tomándonos por sorpresa. Asiento en señal de saludo a los dos hombres que nos miran con intriga, mientras recojo las maletas que había dejado en el suelo e ir en dirección a nuestra habitación.
—¡Qué vergüenza! – le indico que pase la tarjeta por el sensor de la puerta, mientras estoy intentando contener la risa. Ha sido un momento un tanto divertido. Primero los celos y luego nos pillaron en plena calentura dentro del ascensor, este día solo mejora a medida que va pasando.
Una vez dentro, se para en medio de la habitación. Sabía que este lugar sería de su agrado y me alegra no haberme equivocado o, mejor dicho, me alegra que Megan haya acertado.
—Es preciosa. – asiento dándole la razón. Hay varias tonalidades de grises adornando el lugar, que hace juego con la enorme cama que está envuelta en sábanas blancas, y lo que más llama la atención es, el gran ventanal que ocupa casi toda la pared. Eso último es lo que más llama la atención de mi chica, que ya está pegada a él admirando el paisaje.
—Me alegra que sea de tu agrado. – me dirijo hasta ella, con la intención de envolver su pequeña cintura.
—Siento haber reaccionado de aquella manera. –su voz suena avergonzada y de no haber estado tan cerca de ella no habría podido escucharla.
—Con las ganas que me han entrado de repetir lo del ascensor. – su cuerpo se gira entre mis brazos.
—Ese es el tipo de mujer con el que imaginé que estarías, la primera vez que ti. Madura y elegante, la combinación perfecta para el estilo de vida que llevas. No pude evitar sentirme como una campesina sin dientes al verla. – no pienso dejar que se menosprecie de esta manera, no quiero hablar sobre algo tan insignificante.
—Una campesina desdentada muy sexy. – subo y bajo las cejas intentado quitar tensión a sus palabras.
—Estoy hablando muy en serio, Demian. – me separo de ella algo frustrado.
—Sigo sin entender la razón por la cual quieres hablar de un tema tan insignificante. Toda la vida he estado rodeado de ese tipo de mujeres y ninguna me ha interesado. De haber querido estar con alguna de ellas lo habría hecho, pero, no he querido. – soy un miserable. Pero, lo que acabo de decir es verdad. Pocas mujeres han podido llamar la atención, ninguna merecía la pena. Solo ella.
—¿Y yo sí lo soy? – afirmo encantado de que el ambiente se haya relajado.
—Me gustan las pelirrojas posesivas, testarudas y quejicas. Las que se dejan querer por un ogro como yo. Y me gustan aún más, cuando confían en ellas y en su belleza.