Demian
La mañana ha sido muy productiva, pero, eso no ha evitado que el tiempo haya pasado más lento de lo normal. Estar metido en una oficina con varias personas durante muchas horas puede llegar a ser muy agotador, esta es la vida que elegí y los resultados obtenidos en los últimos años han recompensado todas las horas empleadas.
Puede que a lo largo de la mañana me haya escapado unas dos veces, para poder ponerme en contacto con Merian. No me agradó mucha la idea de dejarla sola en el hotel, pero me recordé a mí mismo, que no estábamos de vacaciones y que las reuniones no podían ser atrasadas.
Haber escuchado su voz hizo que mi mente en un santiamén, algo que me tiene bastante asustado. Aún sigo sin entender cómo puede tener tanto poder sobre mí, sin ni siquiera intentarlo.
No me quiero ni imaginar que lo nuestro no pueda llegar a tener futuro. Sería una situación que no podría superar con facilidad, porque a medida que los días pasan, se está convertido en una pieza bastante importante en mi vida.
Durante el trayecto al hotel, se me hace imposible no pensar en todo lo que me espera al llegar a casa. Rebeca ya debe estar enterada de que mi abogado ha conseguido al fin que un juez apruebe la anulación del matrimonio. Estará hecha una furia, por no haberla avisado con antelación y se habrá puesto en plan víctima delante de todos nuestros conocidos.
—Hemos llegado, señor. – asiento agradecido por su servicio.
Al abrir la puerta de la habitación, no percibo ningún sonido. Avanzo algunos pasos y veo a Meri, sentada delante de los grandes ventanales mirando la lluvia que ya cae con menos intensidad. No parece percibir mi presencia. Me quedo parado en medio de la habitación, admirando su presencia. Parece abatida, preocupada por algo. No entiendo lo que ha podido pasar en tan pocas horas. Recorto la poca distancia que nos separa. Envuelvo mis brazos alrededor de su cuerpo, esperando alguna señal positiva por su parte.
—¿Has pensado que nuestra relación podría complicarte la vida? – murmura evitando mi mirada.
—Sí, pero toda complicación vale la pena si eres tú quien provoca dicha complicación. – intento que mi respuesta sea sincera y divertida. Creo que lo he conseguido, al ver como se muerde el labio.
—Hablo en serio Demian, no muchas personas allegadas a ti aceptarán lo nuestro. – nuestros cuerpos toman algo de distancia y me siento a su lado.
—No quiero mentirte diciéndote que mi familia y amigos te vayan a recibir con los brazos abiertos, tampoco de diré que las cosas serán maravillosas estando a mi lado. Pero, pase lo que pase, nadie podrá hacerme cambiar de opinión con respecto a ti. – intento menguar su preocupación.
Ver como sus ojos empiezan a brillar con intensidad me llena de satisfacción. Soy un completo imbécil al no tener el suficiente valor para confesar mis pecados. No quiero perderla, no ahora que la he encontrado.
—¿Te puedo hacer una pregunta? – asiento despacio.
—¿Has estado casado o has tenido una relación que de verdad de importara? – mi sangre se congela y mi respiración empieza a acelerarse. Intento permanecer impasible ante su pregunta. Los segundos pasan y mi cerebro no es capaz de mandar ni una sola orden.
Antes de empezar a balbucear, el sonido de mi móvil me avisa de la llegada de un nuevo mensaje. Meto la mano en el bolsillo del pantalón con más energía de la que debería. Es Sandro. Jones ha le hecho adelantar el viaje y quiere que cenemos esta noche todos juntos, al parecer su mujer también le ha acompañado.
—Tenemos planes para esta noche. – me levanto rezando que se haya olvidado de la pregunta formulada. Me deshago de la chaqueta del traje, dejándola en el respaldo del sillón.
—¿Se puede saber cuáles? – mi respiración vuelve a la normalidad. Me alegra que haya cambiado el rumbo de nuestra conversación.
—Quiero que conozcas a unos amigos, van a estar encantados de poder conocerte. Le he hablado algunas cosas de ti – aseguro. — Te van a caer bien.
Asiente en silencio. No parece estar muy entusiasmada con la idea. Sus pensamientos seguirán aferrados a lo que acabamos de hablar. Le va a costar acostumbrarse a una vida junto a mí, a todas las cosas que puedo ofrecerle y sobre todo a la negatividad de mi familia.
Dejo que mis labios acaricien su mejilla con suavidad. Sonrío contra su piel, al ver como un dulce color rosado va cubriendo sus mejillas. Es preciosa.
—Todo va estar bien. – murmuro.
—Ya que la tensión ha desaparecido, ¿se puede saber cómo ha llegado ese montón de prendas en el vestidor?
—Un regalo. Se han encargado de adquirir todo lo que puedas llegar a necesitar, desde cosas deportivas a vestidos de noche. Podría haberlo hecho en casa, pero aquí hay muy buenas tiendas.
—Antes de actuar por cuenta propia podrías avisar. – la seriedad de su mirada me pone nervioso, pero, no pienso dejarme vencer.
—Pero, gracias por el detalle que has tenido conmigo, no creo haber tenido nunca tantas cosas y no pienso mentir diciéndote que no son de mi agrado. – se encoge de hombros algo tímida.
—Ve acostumbrándote porque no pienso dejar de hacerlo. – esta vez soy yo el que se encoge de hombros despreocupado.
Suelto un suspiro lleno de satisfacción al sentir el agua caliente sobre mi piel. Mis músculos se van relajando y la tensión ha abandonado mi cuerpo. Pasar tantas horas sentado no es algo bueno, y menos para alguien que está acostumbrado a la actividad física.
Mientras paso la toalla por mis torso y brazos, pienso en la mujer que está al otro lado de la puerta. Mañana a medio día cogeremos el vuelo de vuelta a casa. Volveremos a retomar nuestras rutinas y dejaremos de vernos muy seguido. Ahora que su hermano y su mejor amiga ya no viven cerca de ella, me siento intranquilo al saber que estará sola por las noches en ese barrio.