Demian
La mañana no podría haber sido mejor. Poder estar a solas con mi chica ha sido algo muy gratificante y sobretodo necesario. A los dos nos hacía falta poder pasar algo de tiempo juntos, sin tener siempre a alguien cerca nuestra, privándonos de nuestra intimidad. Por eso mismo pienso aprovechar cada segundo de nuestro tiempo libre, para calmar mi necesidad de tenerla cerca. Me tomo el atrevimiento de pensar, que ella también está disfrutando de nuestro tiempo de caridad, lo digo porque en ningún momento he recibido ninguna queja por su parte. Por lo tanto, estas horas están siendo muy satisfactorias.
Por otro lado, hay algo que no me deja estar tranquilo y por mucho que trato de no pensar en ello, es algo que no puedo evitar. Estoy pensando en pedirle que se quede a vivir conmigo. Puede que sea algo muy precipitado, pero, a estas alturas de nuestra relación, me es imposible imaginarme todo este enorme espacio sin su presencia. Me inquieta un poco pensar en su respuesta, pero sea cual sea, la tendré que aceptar.
— ¿Te apetece salir a dar un paseo? – su voz me saca de mis pensamientos y ladeo la cabeza para mirarla.
— Me encantaría.
— Voy a vestirme. – me da un beso en la mejilla antes de salir disparada hacia el vestidor.
No tardo en seguirla, mientras pienso en donde podríamos ir. Pero no pienso machacar mi mente pensando en el tema, saldremos e iremos improvisando sobre la marcha. Cojo un par de vaqueros, junto a una camiseta negra y un jersey de punto de color gris claro. Tras vestirme con lo elegido, me ajusto los botines negros. Al volver a la habitación, no hay rastro de Meri, al ver que tampoco está en el baño, me dispongo a salir de la habitación, no sin antes coger la gruesa chaqueta del perchero. Puede que ya está lista, y conociéndola no me extrañaría.
Y como era de esperar, Meri está de pie a un lado del sofá, abrochándose el abrigo. Está sencillamente hermosa, no le hace falta nada más que unos simples vaqueros y un jersey, para que se vea perfecta. Ella es así y eso lo que me ha cautivado desde el primer momento.
— Esto es muy agradable. – asiento estando de acuerdo con ella. El tiempo se ha portado bastante bien.
— Por cierto, ¿podemos decorar el apartamento con cosas para Navidad? – sé que intenta sonar un poco indiferente, pero a mí no me puede ocultar su ilusión.
— Podemos pasar por el centro comercial y comprar todo lo que quieras – su sonrisa es enseguida una sonrisa adorna su rostro, haciendo que la mía no tarde mucho en aparecer.
— Ya estamos tardando – niego con la cabeza, divertido al verla tan entusiasmada.
— ¿También quiere un árbol de esos naturales? Ya sabes, de esos enormes y verdes que huelen a fresco.
— Siempre que a ti te apetezca, mi respuesta es afirmativa.
— Mi respuesta siempre será positiva, así que tenemos que ir a comprar un gran árbol de Navidad. – me he vuelto un blandengue desde que la conozco, pero, eso es lo que menos me importa.
Su felicidad se ha convertido en la mía. Verla la sonrisa plasmado en su hermoso rostro, es algo que ni todo el dinero del mundo puede comprar. Si ella es feliz, yo soy feliz. Punto.
— Oiga señor, que le estoy hablando – la miro con el ceño fruncido en cuando termina de hablar.
— ¿Cómo qué señor? – puedo ver la diversión plantada en sus ojos, y como intenta ocultar una sonrisa.
— Te estoy hablando y no me escuchas, sé que estás en una edad difícil en donde la audición falla, pero haz un esfuerzo –estalla en una risa de lo más contagiosa, pero la sigo mirando con el ceño fruncido, intentando ocultar mi diversión.
— Será mejor que no te metas con los ancianos, que yo sepa anoche y esta mañana no te ha importado que sea un viejo –sus ojos se abren como platos cuando termino de hablar, que va acompañado del rubor que se está instalando en sus mejillas, pero la diversión no la ha abandonado en ningún momento.
— Touché.
Y así continúa todo el camino hasta el centro comercial. Todas las personas nos miraban con extrañeza y divertidos siempre que nos empezábamos a reír. Nunca me ha gustado ser el centro de atención. Siempre he huido de eso. Pero esta mujer ha conseguido que deje atrás muchas cosas, sin ni siquiera darme cuenta de lo que estaba haciendo.
— Sobre el árbol no te preocupes, lo traerán a casa mañana por la mañana.
— Siento estar tan emocionada y comportarme como una niña, no lo puedo evitar. – beso su cabeza y la estrecho entre mis brazos, no me gusta que haga lo que está haciendo en estos momentos.
— No te atreves a pedir disculpas, verte feliz es lo único que me importa y haré lo que sea para que estés siempre así, yo también estoy emocionado con todo esto. – siento como sus brazos se aprietan con más fuerza alrededor de mi cuerpo.
Prácticamente sigue siendo una niña, una que se entusiasma por cosas como la Navidad, los cumpleaños, San Valentín y muchas fiestas y celebraciones que a otras personas de mi edad ya no consideran tan importantes. Pero ahora que la tengo a mi lado, tendré que volver a disfrutar de todo aquello con el mismo entusiasmo, o al menos una parte de ella.
— Eres increíble, ya ni siquiera sé cómo expresar lo que siento por ti, es abrumador, me tienes cogida de pies y manos.
— Has empezado tú, así que no me eches la culpa a mi enana.
— Te amo muchísimo – creo que en estos momentos estamos atrayendo más miradas que antes, pero me importa lo más mínimo, porque solo consigo centrar toda mi atención en ella.
— También yo, preciosa – su sonrisa conseguirá matarme algún día de estos, pero no me importa con tal de verla a todas horas.
Tras tomar cierta distancia entre los dos, volvemos a recoger las bolsas que hemos dejado en el suelo de la entrada del Centro Comercial. Habría sido una buena idea haber cogido el coche, pero ninguno de los dos tenía planeado llenarnos de bolsas. Así que decidimos coger un taxi, para no cargar con la gran cantidad de bolsas. Pero en el momento en el que paramos uno, Merian desvía su mirada hacia otro lado.