Merian
Estábamos a pocos pasos de volver a intentar, que los padres de Demian, puedan enmendar los errores cometidos. En esta ocasión los nervios ya no están tan presentes como la primera vez que pisé este sitio. Eso gracias a las palabras que el señor Forrest me dirigió horas atrás.
Horas antes
Son la siete y media de la mañana y llevo dos horas despierta. No entiendo la necesidad que ha podido tener mi cuerpo de despertar tan temprano. Al parecer las pocas horas que he conseguido dormir han sido suficientes, para que mi cuerpo y mi mente puedan enfrentar el día de hoy. No puedo evitar sentir algo de envidia al ver a Demian seguir disfrutando de un sueño profundo.
Ya no soy capaz de cerrar los ojos y el cansancio es casi inexistente a pesar de no haber dormido mucho, por lo tanto, decido ir hasta la cocina para ver si lo tengo todo listo para esta noche.
Nuestra primera Navidad juntos. Tengo mucha ilusión al pesar de que solo estaremos nosotros dos. Todos nuestros amigos la pasaran junto a sus familias y decidimos declinar sus invitaciones. No queríamos incordiar a nadie.
Me paro en seco justo en el umbral de la cocina, extrañada al escuchar el timbre de la entrada. Avanzo con pasos inseguros hacia la puerta, no entiendo quién puede ser y menos a una hora tan temprana.
— Buenos días, siento la hora, pero necesitaba hablar con vosotros. –asiento sin saber que decir, porque el padre de Demian es la última persona en la que pensaba.
No sentamos en pleno silencio en el sofá que está situado en medio del salón. En mi interior, solo puedo agradecer haber dormido con un pijama decente.
— Quería pedir disculpas por mi comportamiento, no he actuado debidamente.
— No se preocupe, entiendo su actitud ante la imagen que dimos. Ver a su hijo junto a una adolescente, no creo que sea algo fácil, porque lo único que se le viene a la cabeza a cualquier persona al vernos es que soy una aprovechada...
— Le hemos exigido mucho a lo largo de toda su vida y le hemos presionado demasiado y no fue hasta hace unas semanas cuando por fin nos dimos cuenta de todo lo que ha tenido que hacer y sacrificar por nuestra culpa. Te queríamos agradecer que le hayas devuelto la esperanza de tener un futuro más estable.
—No hay nada que agradecer, amo a Demian. Es un gran hombre, haría cualquier cosa por ver a las personas que quiere felices, aunque eso implique sacrificar sus deseos y esperanzas.
—Eres una gran mujer o mujercita, eso da igual, solo espero que puedan perdonar mi mísera actitud, mi esposa está destrozada, ha estado delante del edificio millones de veces, pero, no ha tenido el valor de hablar.
—Agradezco sus palabras y no se preocupe, no hay nada que perdonar, todo está olvidado, solo deseo que podamos tener una buena relación de ahora en adelante.
—Y así será pequeña pelirroja. –suelto una pequeña carcajada en cuando dice eso último, pero de inmediato se me corta en cuando veo el escultural cuerpo de mi hombre desnudo, mientras nos mira a su padre y a mí con el ceño fruncido.
— ¡¿Qué demonios estás haciendo en mi casa?!
— ¡Por el amor de Dios! Demian, ve y ponte unos pantalones
— ¿Y esa sonrisa tan divertida? – mi recuerdo se ve apartado por la gruesa voz de Demian.
—Solo pensaba en lo ocurrido esta mañana. – enseguida una sonrisa llena de picardía se instala en su rostro, mientras mueve las cejas de arriba abajo.
—Sé que eso te ha alegrado la mañana, así que no te molestes en negarlo.
—Habría sido más divertida sin la presencia de tu padre.
—Tienes toda la razón, por cierto, te he dicho que estas preciosa con el pelo corto.
—Algo he escuchado a lo largo del día. – necesitaba un cambio de imagen y deshacerme de mi gran melena ha sido la primera opción. Al volver del salón de belleza, Demian no ha dejado de hacerme cumplidos con respecto al cambio.
—Pues lo seguirás escuchando, así que ve acostumbrándote – él tampoco se queda atrás, está espectacular con su típica vestimenta llena de elegancia y masculinidad.
Antes de poder seguir con nuestra pequeña conversación, la puerta de la casa de los señores Forrest se abre, dejándonos ver la presencia de Margaret. La mujer no tarda nada en echarse a llorar mientras abraza a su hijo, aun sin creerse nuestra aparición. Tras unos cuantos minutos colgada del cuello de Demian, se percata de mi presencia.
—No me creo que hayáis podido venido, no sabéis lo feliz que me siento...mírate, estás preciosa. – ella también está estupenda, lleva el pelo recogido en un elegante moño, unos pendientes de perlas que van a juego con el collar, un vestido marrón con mangas largas que le llega un poco más debajo de las rodillas junto a unos zapatos negros de tacón bastante altos. Se puede apreciar a simple vista que es una mujer con mucha clase.
—Solo queríamos darte una sorpresa. –la vuelve a estrechar entre sus fuertes brazos, mientras deja un pequeño beso en su frente.
—Vamos a entrar, hay mucha gente presente, espero que eso no os incomode. –los nervios que me habían abandonado han decidido volver ante esa inocente frase.
—Lo siento, pensé que esta vez iba a ser una cena familiar, al parecer me he equivocado. – me encojo de hombros mientras le dedico una sonrisa tranquilizadora, tampoco puede ser tan malo.
—No importa, estamos aquí por tus padres – los dos hablamos en voz baja mientras avanzamos a paso lento hasta el gran salón.
Me quedo petrificada ante toda la multitud que se encuentra disfrutando de la que parece ser la mejor velada del mundo. En mis adentros tuve la esperanza de que fueran solo familiares de Demian los que estarían presentes.