Merian
Sentada en uno de los pocos sillones que adornan el enorme salón, espero pacientemente la vuelta de Demian. Aún sigo con la mirada perdida y mis pensamientos se han ido envolviendo en una espesa niebla, algo que no me deja pensar con claridad.
En estos momentos nos encontramos en el Reino Unido. Londres ha sido sin duda alguna uno de los muchos lugares que deseaba recorrer y qué mejor manera de hacerlo teniendo a mi lado al hombre de mi vida. Pero, no todo es de color rosa. Mis ojos se vuelven a llenar de estúpidas lágrimas, que apenas puedo contener, al recordar lo ocurrido hace apenas unas horas.
—Me he cansado de repetir lo mismo...estoy bien, así que deja ya el tema. – este hombre puede llegar a ser muy agobiante, unas cuantas potadas y unos leves mareos es lo normal al estar viajando constantemente y ni hablar del cambio de la comida.
—Llevamos en Londres una semana, tu cuerpo tendría que haberse acostumbrado al entorno y eres tan terca que no quieres que vayamos al médico y ver qué es lo que te pasa.
—Por qué no lo veo necesario. – ruedo los ojos al verle darse la vuelta y así evitar empezar un conflicto entre los dos, pero, mi cuerpo se tensa al ver su rostro se volverse de nuevo hacia mí.
—Llevamos fuera de casa un mes. – niego con la cabeza confundida ante sus palabras.
— ¿Y?
—Nos hemos acostado casi todos los días y con casi me refiero a todos.
—Necesito más detalles. – mi confusión es cada vez más grande, pero, no puedo evitar sentir algo de miedo.
— ¡Tu período Merian!, no recuerdo que fuera un problema en ninguno de nuestros encuentros.
Es entonces cuando mi mundo se viene abajo. La realidad cae sobre mí como una jarra llena de agua fría. Pero, lo que más me asusta es la frialdad de su mirada.
—No puede ser...no...yo... – apenas me veo capaz de formular tan siquiera una simple e insignificante frase.
—Yo...me...no puedo. – mi corazón se rompe en millones de fragmentos al verle salir por la puerta del departamento sin hacer el intento de volverse una vez más.
Me ha dejado sola.
Hace horas que salió por aquella puerta. No sé nada de él. No ha llamado, ni siquiera se ha molestado en mandarme un mísero mensaje. Nada. Todo lo que he obtenido es silencio.
La probabilidad de un futuro embarazo está más que asegurado. Y tras ver la reacción del posible futuro padre, puedo dar por hecho que seré una de las tantas madres solteras que hay en mundo. Es como si ya pudiera ver mi futuro. Sola con un bebé y un hombre que solo viene a verlo una vez al mes, trayendo con él algo de limosna para no quedar mal delante del mundo.
Sacudo la cabeza ante toda mi estupidez. Demian no es de esos hombres que abandonan a sus familias. Él no es así y menos sabiendo mi pasado. Es bueno y desde que le conozco nunca ocultó su deseo de ser padre. Un padre de un pequeño o una pequeña que lo amará sin reparo. Sonrío de forma involuntaria con tan solo imaginarme a ese gran hombre sosteniendo entre sus grandes brazos a un delicado bebé.
Limpio el rastro de lágrimas que un quedan en mis mejillas. Y me dedico a esperar. Todo estará bien.
Demian
Cómo es posible que no haya ni una sola farmacia abierta. Entiendo que sea domingo, pero que yo sepa en casi todo el mundo siempre queda alguna que esté abierta las veinticuatro. Al parecer la vida, el universo o quien quiera volverme loco de verdad, lo está consiguiendo sin ningún problema. Hace horas que salí de casa dejando sola a la persona que más quiero en este mundo, y sé muy bien que no he actuado de buena manera, pero, cuando esa teoría se instaló en mi cabeza sentí que mi mundo caía en picado. No por mí, sino por ella. No quiero que un embarazo no deseado, le haga verse forzada a tomar decisiones que nos puede llevar a cambiar el rumbo de nuestras vidas.
Llevo años preparado para ser padre, lo que nunca había esperado es que la madre fuera a penas una mujercita que acaba de salir de la adolescencia. Una pequeña mujer que acaba de empezar sus estudios y aún le queda mil cosas por vivir. Es demasiado joven para tener responsabilidades tan grandes como empezar a cuidar de un bebé.
Una pequeña pelirroja igual de hermosa que su madre. Daría mi vida con tal de que ese pensamiento pueda ser algo verdadero. Algo real.
Todos mis pensamientos se ven interrumpidos cuando un letrero fluorescente se cruza en mi camino, y suspiro algo aliviado al ver aquella palabra "Boots". Entro sin titubear y me dirijo directo hacía la muchacha que se encuentra detrás del pequeño mostrador. Intento no bufar al ver como una sonrisa llena de ilusión va adornado su rostro.
—Buenas noches, ¿qué puedo hacer por usted?
—Buenas noches, necesito un test de embarazo, el más efectivo que tenga – intento darme algo de prisa, ya he estado demasiado fuera de casa y no quiero que Meri piense que la he dejado sola.
—Enseguida.
No pasan más de dos minutos, cuando la muchacha vuelve con una pequeña caja con forma rectangular entre sus manos, es entonces cuando mi corazón empieza a palpitar con más fuerza.
— ¿Es el más efectivo?
—Ningún test lo es, pero el noventa por ciento de las veces suelen acertar.
—De acuerdo, deme unas cuantas cajas.
...
Al estar de nuevo en el apartamento, el miedo se va instalando en cada parte de mi ser al no saber qué voy a encontrarme. Conociéndola, puede que deje de hablarme durante días o puede que hasta semanas. Pasará de mí y tendremos que hablar por mensajes o peor aún, me hará dormir en otra habitación. Solo.
Eso último no lo pienso permitir. No señor, dormir solo ya no está permitido desde que ella está en mi vida. Si se opone, pienso atarla a la cama...ya se me ocurrirá como.