Demian
Han pasado unos días desde que nos enteramos de la posible llegada de un tercer miembro en la pequeña familia que empezamos a formar, casi sin darnos cuenta. Días que nos han servido para hacernos a la idea de que en unos meses un pequeño una pequeña llegará a nuestras vidas para adueñarse de nuestros corazones y en mi caso apoderarse de la poca cordura que me queda. Pero, a pesar de toda la euforia que tengo metida en el cuerpo, algo en mi interior no me deja estar tranquilo y puedo decir que mi cabeza nunca había trabajado tanto como en estos últimos días.
Estamos a finales de julio y por mucho que me pese, creo, que las largas vacaciones que le había prometido a mi chica deben llegar a su fin. No es algo que me haga mucha gracia, pero, en estos momentos hay que actuar con sentido común. Necesitamos llegar a casa y ver a un médico de inmediato...leer sobre embarazos no ha hecho nada más que aumentar el miedo y las inseguridades.
—¿Estás bien?, no tienes buena cara. – vuelvo la cabeza tras escuchar la voz de mi chica.
—Lo estoy, pero, tengo que decirte que ya es hora de volver a casa. – contesto a medida que voy acercándome hasta estar a centímetros de su cuerpo.
—Sabía que ibas a decir eso.
—Todo lo que nos queda por ver, tendremos que dejarlo para la próxima.
—No es eso lo que me tiene desanimada, es...el hecho de volver a la normalidad.
—Nuestra normalidad tampoco está tan mal.
—Es perfecta tal y como es. – es imposible no sentir confusión, después de unas palabras tan contradictorias.
—Pero... – la incito a seguir hablando, porque siento que aún quedan cosas por decir y por aclarar.
—Es difícil. – sus labios se fruncen hasta formarse un leve puchero, algo que me hace sonreír.
—Creo que mi cerebro es capaz de entenderlo.
—No llevamos ni un año juntos, estamos prometidos, estoy a punto de estudiar lo que de verdad me apasiona y seré madre antes de cumplir los veinte... – todo mi cuerpo logra tensarse por unos segundos, pero, no tardo en volver a la normalidad, es normal que sienta algo de miedo ante toda esta situación.
—Todo ha ido muy deprisa, te recuerdo que yo lo he provocado y no me arrepiento de nada, solo espero que tu no lo hagas. – estoy seguro de que no se arrepiente de nada, pero, las cosas siguen yendo a mil por hora en nuestra relación, algo, que al parecer a ella la tiene algo inquieta.
— No creo que importe "el tiempo" siempre que los dos estemos juntos y todo vaya bien. – no puedo evitar darle un inofensivo azote en el trasero, al verla bufar al mismo tiempo que rueda los ojos.
— ¡Oye! – no puedo permanecer serio al verla frotarse el trasero con el ceño fruncido, pero, le resulta casi imposible ocultar la diversión que se ha plantado en sus ojos.
—Tienes que aprender a respetar a tus mayores señorita.
—Lo siento, a veces se me olvida que es usted un anciano. – vuelvo a unir nuestros cuerpos de manera algo brusca, haciéndola soltar un leve gemido de sorpresa.
—Creo que tengo que volverte a recordar lo que este anciano te provoca.
—Y yo creo recordar que estábamos en medio de una conversación. – dejo un leve beso sobre sus labios, para luego alejarme dejándola con ganas de más.
—Lo dejaremos para después, algo me dice que este anciano te va a dejar algo indispuesta en cuando acabe contigo.
—Eres un engre... –, estrello mis labios contra los suyos, ahogando sus palabras.
Todo avanza de manera desenfrenada, pero, eso ya me trae sin cuidado, porque sentir como sus pequeñas y delicadas manos se van perdiendo dentro de mi camiseta, logra provocar unos escalofríos que en cualquier momento me harán perder la cabeza por completo.
Sus uñas van dejando rastro a través de mi abdomen y mi respiración se atasca en el momento en el que estas se abren paso a través de mis pantalones. Es en ese momento cuando mi mente se nubla por completo y mi cuerpo empieza a actuar de forma involuntaria, haciéndome perder el control de mis acciones. Tenía la intención de ir lento, pero no tengo tanta paciencia y las ansias que tengo de tenerla sometida entre mis brazos crecen con cada segundo que pasa.
...
— ¿He sido demasiado brusco?
—Ha sido perfecto, como siempre. – su abrazo de koala se fortalece y para qué negarlo, su respuesta logra aumentar mi ego y sobretodo mi hombría.
—No creas que no me he dado cuenta de lo que acabas de hacer.
—Solo me he dedicado a satisfacer a mi bella prometida, nada más. – suelto una ligera carcajada al sentir cómo sus dientes se clavan en la parte baja de mi cuello.
—Deja de hacerte el gracioso, no ha sido justo que utilizaras el sexo para evitar hablar de cierto tema que aún tenemos pendiente. – nuestro abrazo empieza a debilitarse a medida que ella habla y no puedo evitar asentir dándole algo de razón.
—No he visto que te quejaras... – beso su frente antes de bajarla del escritorio, ayudándole a quitarse el vestido que aún le sigue colgando de las caderas.
—Me vendría bien una ducha, ¿te apuntas? – la acomodo entre mis brazos y sin decir nada emprendo el camino hacía el baño. —Creo que eso es un sí.
Subimos las escasas escaleras en pleno silencio. Un silencio cómodo y relajado. En el fondo sé que nada de lo que está pasando entre los dos está mal, nos conocimos y nos enamoramos. Punto. No hay nada más que decir, ni el pasado, ni el estatus social de cada uno y menos aún la diferencia de edad que nos separa, será un problema. Tendremos un bebé y eso me hace feliz y sé que ella está aún más contenta que yo, a pesar de su pequeño temor.
— ¿Cómo crees que se lo tomarán los demás al enterarse del bebé? – la dejo sentada sobre la tapa del váter, y aprovecho para quitarme la camiseta y los vaqueros ya desabrochados por nuestra recién muestra de amor.
—Me importa poco su opinión, solo necesito que tú estés bien con ello y que en ningún momento te llegues a arrepentir. – al estar los dos en la misma condición, me acerco hasta la ducha para dar rienda suelta al chorro de agua.