Unidos por el destino ©

Capítulo 44

Merian

No me lo puedo creer...

Aún estoy en estado de negación y apenas puedo oír la voz de la doctora, que sigue hablando. Lo que sí puedo decir, es que, Demian ha caído como un saco de patatas en el mismo instante en el que la doctora nos ha dado la gran noticia. Estaba embarazada de tres bebés. No de uno, ni de dos, sino de tres.

Hago el intento de respirar con normalidad, pero, la situación puede conmigo. Logro ver como la mujer que se encuentra sentada cerca de mí, deja de hablar al ver mi reacción.

—Merian, necesito que tomes aire, estas teniendo un ataque de pánico y eso no es bueno ni para ti ni para los bebés. – intento acatar todas sus indicaciones al pie de la letra, puede que esta situación me ha podido, pero, tan solo pensar que algo les podría pasar a mis pequeños...

—Eso es, lo estás haciendo muy bien. – a los pocos minutos la niebla que tenía plantada ante mis ojos se ha evaporado, mi respiración se ha normalizado y los latidos de mi corazón han vuelto a su estado natural.

—Ya estoy mejor, gracias.

—No te preocupes cielo, es normal que hayas tenido esta reacción, apenas tienes diecinueve años. –asiento ante sus palabras, pero, todo el miedo desaparece en cuando mis ojos visualizan al gran hombre que sigue inconsciente.

—Siento que todo va muy deprisa, si no fuera porque amo tanto a ese saco de patatas, creo que habría salido corriendo hace mucho. – un leve sonrojo se adueña de mis mejillas al ver la sonrisa de la doctora Taylor.

—Creo que ya es hora de despertarlo, los gigantes como él pueden tardar bastante en recuperar el conocimiento. – suelto una leve carcajada y espero paciente a que la mujer se le acerque con un algodón humedecido en alcohol.

Tras dos pasadas puedo ver como su nariz se arruga y cómo sus párpados empiezan a moverse. En cuando sus ojos se abren y logra reconocer su ubicación, de inmediato pega un gran salto logrando sobresaltarse.

—Le pido que no altere a la mamá, lo que más necesita en estos momentos es reposo y tranquilidad. –Demian asiente sin dejar de mirarme con preocupación y algo de miedo, no quiero ni imaginarme lo que se le estará pasando por la cabeza.

—Ahora necesito que me presten toda su atención, esto es muy importante. – los dos asentimos casi al mismo tiempo, mientras nuestras manos se aferran una a la otra.

—Para una primeriza un embarazo triple puede suponer un gran riesgo tanto para la madre como para los pequeños. Los tres primeros meses son vitales y se necesita tener un gran cuidado con el entorno en el que te encuentras, tienes que cuidar al máximo la alimentación y lo más importante, no tener ninguna crisis nerviosa, ¿entendido?

— ¿Eso significa que no podré ir a clases, ni a trabajar? – puede que mi pregunta sea una estupidez, después de lo que ha comentado la doctora, pero, puedo ver como mis sueños se van cayendo en picado y no puedo evitar sentirme angustiada.

—Aunque ella te dé el visto bueno, soy yo el que no te dejará dar ni un solo paso, así que de momento ve borrando esas ideas de tu cabeza. – mi sangre empieza a hervir a medida que esas estúpidas palabras salen de su boca y me cuesta creer que las hayas dicho.

—Tengo que decirte, por mucho que me pese, que tus estudios deben aplazarse por un tiempo.

—Muchas mujeres logran estudiar aun estando embarazadas, ¿porque yo no puedo?

La mano de Demian suelta la mía de golpe, veo como se levanta de la silla y empieza a dar vueltas por el consultorio, pareciendo una bestia enjaulada. Puedo entender su enfado, pero, él también necesita entenderme a mí.

—No quería soltar esta información tan pronto, pero, al ver todo esto creo que será más que necesario decirlo. – Demian pone freno a su paseo y yo no puedo evitar sentir miedo a lo que pueda decir.

—Si no pones en práctica todo lo que te indicaré, temo que no todos los bebés lograrán nacer en buen estado, tienes que entender que tu cuerpo es bastante joven y siempre pueden existir riesgos.

Es entonces cuando la realidad de lo que está ocurriendo me golpe con fuerza. Estoy embarazada de tres pequeños que me necesitan con fuerza. Necesitan que su loca mamá cuide de ellos, aunque eso implique que su loco papá me vuelva todavía más loca.

...

Tras unas últimas indicaciones de la doctora Taylor, Demian y yo abandonamos el consultorio en pleno silencio. Aún estamos asimilando toda esta situación y por mucho miedo que tengamos, es imposible no ilusionarse al saber que tenemos tres bebés en camino. Las cosas están cambiando y cambiarán aún más dentro de unos meses, pero, nos tendremos que adaptar a cada cambio.

— ¿Vas a seguir sin decir nada? –estamos de camino a casa y Demian sigue sin decir nada, algo que me está empezando a preocupar bastante.

Nada. El silencio es absoluto y no parece tener la intención de ponerle fin. Me preocupa su actitud, porque se suponía que de los dos, él estaba más ilusionado por ser padre. Pero, al ver su forma de actuar, no puedo evitar sentir algo de miedo de que ahora haya cambiado de opinión. Pobre de él si decide dejarnos atrás, porque si eso llega a pasar, me ocuparé de hacerle la vida imposible.

Unos veinte minutos más tarde, ya estamos por fin en casa. Ahora que ya estamos de vuelta, puedo decir que he echado de menos este sitio, también a Nancy y a mi pequeñín. Frunzo el ceño confundida al no encontrar a la mujer en casa, daba por sentado que sabía acerca de nuestra llegada. Supongo que, con las prisas por llegar, Demian ha olvidado llamarla. Cuando estoy a punto de volver a intentar hablar con don cabezón, oigo como la puerta de la entrada se cierra de golpe dejándome estupefacta.

Me ha dejado sola. Otra vez.

Perfecto. Este día parece que va mejorando a medida que las horas pasan. No pienso rebajarme a su actitud tan infantil. Si él quiere jugar, jugaremos.




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