Derek Velasco era el típico muchacho de diecisiete años, no tan tranquilo como el resto de sus compañeros, pero si el más rebelde de todos, que hacia lo que quería en el momento que quería. Si quería estudiar de verdad lo hacía, si quería fugarse del colegio lo hacía. Si sentía que alguien le comenzaba a faltar el respeto o le alzaba la voz se defendía de ellos con el mismo actuar. Tenía unos hoyuelos en sus mejillas, que se marcaban cada vez que sonreía pícaramente, sus ojos eran de color cafés oscuros, el cabello negro azabache rebelde, no tenía amigos, pero eso no impedía que muchos de los deportistas de cada club de le pidiera que se le uniera a su club deportivo. Dirías que era un joven afortunado, las chicas siempre se emocionaban con su actitud rebelde, con una ágil mente y un cuerpo ejercitado. Con su actitud nadie esperaba que le fuera bien en la vida, pues con una actitud así quien podría ingresar a una buena universidad.
En casa siempre la esperaba su madre con la comida hecha para él. Derek siempre fue luz y oscuridad para su madre. Luz porque era el motivo para salir adelante en el largo camino de la vida y oscuridad por los problemas que siempre le ocasionaba con sus comportamientos, fuera de casa, especialmente en el colegio con su actitud rebelde. Se diría que su comportamiento se debía que no tenía un modelo masculino para orientarlo correctamente, su padre un mecánico, que al enterarse del embarazo de su madre se marchó del pueblo para nunca más volver. Dejando a su madre Lucía de veinte años. Ella nunca más volvió a confiar en los hombres, concentrándose solo en cuidar de Derek, pasando por dificultadas, pero ahí estaba siempre Derek con un optimismo positivo, para sacarle una sonrisa a su madre, para hacerle pensar que todo iba a estar bien que juntos podrían con todo lo que venga a sus vidas.
Derek estaba convencido de que era su deber proteger a su madre, que algún día le iba a devolver todo lo que ella había hecho por él y que sería alguien en la vida. Se había metido en la cabeza la escuela para oficiales de la fuerza aérea, pero con la actitud que tenia se las veía oscuras, pero por ella estaba dispuesto a todo, incluso a soportar los malos tratos de los oficiales durante todo su proceso para ser subteniente de la fuerza aérea, uno de los sueños que tenía era llevar a su madre de paseo por el aire con el de piloto.
Todo eso se vio arruinado un jueves sombrío, que marcaría su vida para siempre. Había un festival en su colegio, donde todos los estudiantes debían estar hasta el final de forma obligatoria, además, de la fuerte brisa fría que había. Los cielos oscuros con truenos viniendo del norte indicaban que una fuerte tormenta se aproximaba. Esta sería una tormenta igual e incluso más fuerte que las anteriores, pero a eso poco le importaba a él. No quería estar ahí hasta las cuatro de la tarde y tener que caminar cuarenta minutos más para llegar a su casa. Sigilosamente se separó de su grupo de clase, escabulléndose por detrás del edificio llegando al muro listo para saltarlo, retrocedió unos pasos hacia atrás subiendo al muro.
—¿A dónde crees que vas? —escucho una voz infantil. Al mirar a ver era una niña, la misma que siempre, se le pegaba en todos los recreos y se ponía muy celosa cuando otras chicas se le acercaban a él.
—Margarita —dijo alarmado —¿Qué haces aquí?
—Siempre haces lo mismo. Fugarte del cole ¿Por qué lo haces? —pregunto Margarita.
—Porque es aburrido estar todo el día, en un tonto festival por eso —respondió Derek.
—Bueno si es tonto. Entonces llévame contigo —dijo la pequeña niña.
—Claro que no —respondió Derek.
—Entonces le diré a los profesores y estarás en problemas —para ser una niña de ocho años era muy lista y sabia como negociar.
—De acuerdo —dijo bajando frente la pequeña —, pero te voy a llevarte directo a tu casa. Una vez que salgamos de aquí.
—Hecho —contesto la pequeña. Derek se pegó a la pared y la pequeña se subió a sus hombros, subiendo el muro con facilidad. Lo miraba contenta —vamos, vamos —dijo animada.
Él movió la cabeza en resignación —¡ah…! —exhalo y volvió a subir bajando del muro —vamos. Salta —dijo y ella salto siendo recibida en brazos como una princesa.
—Así se siente salirse de la escuela. Es increíble —dijo Margarita.
—Sí, pero nunca más lo vuelvas hacer. Entendido —dijo serio Derek.
—Sola nunca. Contigo siempre —respondió Margarita.
Apenas avanzaron unos pasos lejos del colegio y la tormenta les cayó en encima. El colegio se encontraba cerca de un parque, que a su vez estaba a unos metros de un rio que debido a las fuertes tormentas había incrementado su cauce.
—Debemos volver —dijo Derek.
—No ya estamos fuera. Sigamos —respondió ella mientras saltaba y corría bajo la lluvia.
Parecía no inmutarse por los truenos y relámpagos en la distancia, además disfrutaba de la lluvia —bueno. Aun así, tomaremos el bus para dejarte en tu casa, no quiero que tu madre me amenace de muerte si te enfermas —o si se entera de esto.
—No te preocupes no se enterará y si lo hace le diré que yo te obligue —dijo Margarita.
—Me chantajeaste —respondió Derek.
Dicho eso empezaron a caminar bajo la tormenta, cubriéndose bajo los árboles del parque, que los protegía de manera escasa de la lluvia, pero lo que le preocupaba a Derek era que, ella resulte enferma o que sus libros se mojen por la lluvia. Llegaron una tienda del parque, para resguardarse y Derek compro algo caliente para abrigarse de la tormenta.
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Editado: 30.01.2024