Unidos Por Siempre

Capítulo 8

Temprano talvez incluso más de lo nunca antes se había despertado, y seguramente estaría muy cansado en el resto del día. Con sus ojos abriéndose y cerrándose, caminando como una tortuga y hasta talvez caerse del sueño en medio del colegio, pero era lo mínimo. Tres de la mañana se levantó, se acercó a la ventana observando la neblina cubriendo el parque, en pijama camino hasta la cocina sacando los ingredientes, para hacer el postre que prometió. Tomando el queso crema, la leche, azúcar, la crema de leche y harina de trigo empezó a preparar su postre, mesclando todo muy bien encendió el horno dejándolo precalentado por unos diez minutos. Coloco la mescla en el recipiente y lo llevo al horno. Espero atento hasta que estuvo listo, lo dejo en el horno para que se conserve caliente.

—Se ve delicioso. Sera el desayuno —dijo Margarita.

—No. La cena del sábado fue genial, pero…

—No me digas la jodiste —intervino Margarita.

—Claro que no —replico —falto el postre, se me olvido preparar uno y use uno que había comprado.

—Veo que quieres presumir, tus habilidades culinarias —dijo divertida.

Derek no respondió y salió de la casa y fue a su ritual de siempre, como todas las mañanas recogiendo algunas piedras para lanzar al rió. Pese que a Margarita también le gustaba hacer esto, para ella el momento más importante del día, pero ella también quería que Derek se liberara de esta promesa y confiaba en que su hermana lo ayudara a salir. La neblina obstaculizaba un poco la visión al estar en la parte profunda del parque donde las luces de los postes no alcanzaban.

—Veamos si esta vez podemos verlo otra vez —continuo Margarita. Retrocedieron unos pasos —a las tres. —Derek asintió —uno —respiraron profundo —dos —empuñaron con fuerza la piedra —tres —avanzaron lanzándolas.

Escucho como las piedras caían entre las ramas de los arboles el sonido que deseaban escuchar no llego —intentémoslo de nuevo —dijo Derek. Realizaron el proceso de nuevo fallando dos veces más fallando —sabes Margarita —dijo Derek interrumpiendo el conteo —el sábado, después de que te fueras. Me encontré con tu hermana, la profesora Sofía.

—Mmm… espera era ella con quien cenaste el sábado —dijo fingiendo no saber nada.

—Me puse a lanzar piedras con ella al rió y… —se quedó en silencio y ella lo observo detenida —ocurrió algo increíble.

Abrió los ojos —vieron el rió del otro plano —dijo ella.

Negó —no. Nuestras piedras chocaron en el aire y… brillaron como el oro al hacerlo. ¿Qué crees que haya sido? —lanzo su piedra en forma horizontal chocando contra el tronco del árbol.

Margarita sonrió por ese acontecimiento —no tengo idea —lanzo su piedra. —la última.

—La ultima —repitió.

Tomaron las ultimas piedras preparándose y las lanzaron esta vez sí escucharon el sonido del chapoteo del agua al ser golpeadas por las piedras, pero nada ocurría volviendo a casa. Talvez lo ocurrido en esa ocasión solo fue por capricho del destino. Volvió a casa y miro al horno lo abrió ligeramente para comprobar que se mantenía caliente y todavía esta tibio.

Se preparó para este nuevo día saco su pastel y lo coloco en un recipiente de plástico envolviéndolo con varios manteles para mantenerlo caliente guardándolo en su mochila. Salió de la casa dejando con llave, en el camino al colegio miro como algunos estudiantes empezaban a llegar cruzando los árboles y el césped verde, algo de neblina todavía se cernía sobre el parque y la luna todavía se mantenía visible en lo alto. Al acercarse al rió lo único que podía escuchar era la corriente del rió que empezaba aumentar su caudal debido a las lluvias que ocurrían en estos días.

Niños pequeños eran acompañados por sus padres, otros ya adolescentes llegaban solos por su cuenta caminando por el césped húmedo. En la entrada a dos metros se encontraba un vendedor que se encontraba ahí todos los días vendiendo cartas, tazos, beyblades, golosinas. Chucherías que le gusta comprar a los niños unos se detenían a comprar con sus padres otros en cambio, salían a comprar con el permiso de la maestra que se encontraba en la entrada ingreso al colegio saludando a la maestra con su expresión de siempre. Solo saludar sin mirar. Camino hasta su puesto. La bodega. Dejo su mochila en la pequeña mesa que tenía camino unos tres pasos tomando uno de sus overoles, colocándoselo y tomo sus herramientas de trabajo.

—Aquí vamos de nuevo —dijo Margarita.

—Vamos compañera —respondió Derek.

La sirena toco y ya podía encontrar algunos desperdicios que iba juntándolos, mientras Margarita iba por todos los salones de clase asegurándose que todos estuvieran dentro. La hora llego Derek camino hasta el bar donde observo a Sofía sentada, lucia igual de hermosa, solo con verla hacia que perdiera su control, sus nervios estaban picando como agujas en su piel. Camino hasta ella y recordó la noche del sábado lo puntual que era, llegando unos minutos antes de lo acordado, tenía en su cabeza cada momento de ese día. Lanzar las piedras, la propuesta de la cita, su llegada, la cena, la música todo eso estaba en su cabeza.

—Hola —saludo ella con su sonrisa.

—Hola —respondió tomando asiento colocando el recipiente de plástico envuelto en manteles —¿estás lista para probar mi postre?




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