—¡Jack, muévete! —ordenó mi hermano Peter al empujar mis pies con la escoba.
El tono de su voz denotaba enfado. Siendo franco, hubiera apreciado algo más de consideración de su parte, no habían pasado ni dos días desde que había regresado a casa y ya quería que lo ayudara a limpiar.
—¿Sabes que casi muero verdad? —pregunté mientras aún miraba televisión.
—No te pasó nada relevante, ni siquiera te pusieron un collarín como a mí cuando choqué el auto de mama hace años, lo mío si fue duro. —me contestó una vez que levanté los pies y él barrió el área debajo de estos.
—¿Hola? —repliqué señalando la venda en mi cabeza—. Hasta la moto quedó irreparable.
—Tienes la cabeza tan dura que no te paso nada, el mismo médico lo confirmó cuando vio tus placas. Deja de actuar como un mártir y ponte a fregar, ya tienes dos días sin colaborar con la limpieza.
El cuatro ojos era estricto, pero era mejor que estar con mis padres en Blue Stone. Con mi hermano tenía más ventajas y cosas en común. El desagrado por mi padre era una de ellas, aunque también había sacado algo de su mal carácter, y cuando Peter se ponía así era mejor hacerle caso, después de todo, el apartamento no era tan grande y no teníamos tantas cosas, por lo que decidí que lo ayudaría…en un rato.
—¿Me acompañaras a Mist Cost? —cuestionó mientras empezaba a encerar el piso.
—No creo que deba viajar ahora…
—¡Serás…! —empezó a decir mientras miraba el mueble frente a mí. Peter no tardó en notar mi mochila y canalizar su ira hacia ella al tiempo que me gritaba—. ¡Llévate esa cosa a tu cuarto! ¡No pensarás dejarla toda la semana allí!
—¡Voy! —contesté desanimado mientras me levantaba del sofá.
Tomé el bolso y me dirigí a mi alcoba, al entrar lo arrojé en la cama y me estiré un poco, mientras contemplaba los afiches de Sonata Ártica y de la selección de fútbol en las blanquecinas paredes de mi habitación. Me sentí tentado a jugar en el Xbox que tenía en el suelo, pero quedarme sentado frente al televisor no me apetecía mucho. Aún me dolía el cuello y la pierna, aunque era una molestia mínima en realidad.
Vacié el contenido del bolso sobre una cómoda beige que tenia del lado derecho de la cabecera de la cama, en ese momento empezaron mis problemas.
Justo después de que cayeran mi envase para la comida y la toalla que solía llevar en caso de que fuera al gimnasio, encontré algo envuelto en un trapo negro.
En ese momento me di cuenta que mis cosas despedían un desagradable olor a humedad y carne descompuesta, aquel trapo no era mío, de eso estaba seguro. Tampoco recordaba haberlo escondido para hacerle una broma a otro de los muchachos en el trabajo. Con asco tomé el trapo y de este cayó un pequeño cofre rojo.
—¿Pero qué…? —musité sin saber qué más decir.
Era el cofre de la oficina, al menos uno de ellos. No me era posible olvidarlo fácilmente, por llevar esa cosa tuve el accidente. Estaba en un problema bastante grande. ¿Cómo llegó al interior de mi bolso?
Supuse que fue en el momento que tuve el accidente, en ese momento, tanto la caja como mi bolso salieron volando, pero que la caja se abriera y el cofre saltara a mi mochila era algo difícil de creer.
Cuando salí de mi habitación Peter estaba sentado en el sofá, ahora mirando un partido de fútbol. Así que decidí salir del departamento y hablar afuera, no quería que me escuchara.
—Hay que hacer la comida, encárgate tú, ya yo limpié —dijo él, pareciendo adivinar que estaba a sus espaldas.
—Eres un espléndido amo de casa Peter, no sé por qué algún tipo con suerte no te ha llevado a vivir con él. Aunque creo que tal vez sea porque tienes pene —dije sarcásticamente.
—Hijo de…
—¡No te metas con nuestra mami! —repliqué abriendo la puerta para salir—. Compraré comida.
Abandoné el apartamento enrumbándome hacia el ascensor, mis pensamientos estaban enfocados en qué demonios iba a hacer ahora. Era viernes y de paso eran casi las siete de noche. Así que de nada serviría irme a la oficina a entregar ese condenado cofre.
—¿Cómo sucedió esto? —musité en voz baja cuando las puertas del ascensor vacío se abrieron ante mí—. ¿Cómo se supone que voy a hacer ahora para arreglar este lio?
«Walter», pensé antes de concluir aquella pregunta. Al menos tenía que notificarle, si lo hacía seguro se reduciría el daño que podía recibir. Él odiaba que lo llamaran fuera de horario de oficina, pero esto pasó en parte por darme trabajo extra, así que debía ayudarme. O al menos eso esperaba yo que él hiciera.
«¡Al diablo!», me dije cuando empecé a marcar su número mientras el elevador se cerraba para llevarme a planta baja. Cuando las puertas se abrieron caminé por un frío pasillo con blancas paredes de frisado rustico. Las baldosas aun emanaban un olor a desinfectante, se notaba que la conserje estaba motivada en hacer su trabajo.
—¡Walter! —dije animosamente cuando él me contestó.
—¡Jack! ¿Estás bien?
—Bueno, estoy mejor, gracias por preguntar —repliqué sintiendo como mi corazón se aceleraba.
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Editado: 09.07.2020