—¡Dejen eso! —grité desde el puesto del copiloto a Peter y Ralph, que estando en el asiento trasero, habían sacado el cofre de mi bolso para jugar… por quinta vez.
—¡Sal de ahí genio! —dijo Ralph frotando fuertemente el cofre rojizo con una mano.
Escuché el sonido del gas escapando de una botella de refresco, y segundos después Peter saltó desde el fondo del asiento, cruzándose de brazos mientras lucía un paño amarrado en su cabeza, para simular un turbante.
—Te cumpliré dos deseos. —indicó Peter esforzándose por agravar su voz al máximo.
—¿No eran tres? —preguntó Ralph simulando sorpresa.
—Ahora tienes más de veinte centímetros, hijo.
—¿Cómo lo supiste? —dijo Ralph sorprendido.
—Tengo años en esto, muchacho. —Peter soltó una carcajada y yo me di la vuelta, para forcejear con Ralph.
—¡Dejen… eso en paz! —puntualicé tras quitarle el cofre y guardarlo en mi bolso—. Perderé mi condenado trabajo si algo le pasa a esta cosa.
—¡No exageres! —comentó Ralph—, solo jugábamos un poco, este viaje ha sido muy aburrido.
—Esto no es un plan vacacional y se supone que les estoy pagando, aunque no se para que viniste tu…
—La batería tiene su maña, yo soy uno de los pocos que sabe cuál es. Puedes verme como el soporte técnico.
—En esto tiene razón —agregó Bobby hablando por primera vez, al tiempo que sacaba el cigarrillo que estuvo fumando por la ventanilla—. La última vez pasé tres horas dándole golpes a la maldita batería, vino este cretino y en dos minutos la hizo funcionar.
—Bueno pero compórtense, en especial tú —dije lazándole un golpe a Peter.
Al hacerlo Ralph tomó mi brazo con ambas manos, y mostrándose dispuesto a morderme, agachó su cabeza para hincarme los dientes.
—Hijo del diablo…—repliqué, tomando el pesado bolso que tenía en mi regazo, para propinarle varios golpes en la cabeza a Ralph.
Pero me detuve cuando un sonido metálico, emanado de interior del bolso me recordó que allí estaba el cofre.
—¡Me lleva…! —exclamé cuando tras cruzar una mirada de sorpresa con Bobby empecé a revisar el bolso.
Saqué el cofre y lo sostuve en mis manos, inspeccionándolo detalladamente. Al ver que se encontraba bien, extraje una toalla amarilla del bolso y tras envolverlo, lo regresé al fondo del morral.
—¿Puedes prestarnos el cofre otra vez, Jacky? —preguntó Ralph
—¿Son retrasados mentales o qué?
—No es tanto por el cofre —añadió Peter.
—Es por tu cara de preocupación, es lo que les gusta ver —matizó Bobby.
—¡Malditos! —musité.
El wrangler azul de los padres de Bobby no podía ir a más de sesenta kilómetros por hora, debido a un problema en el motor, cosa que aparte de condenarlo a recorrer sólo el canal derecho en las carreteras y autopistas, aumentaba la duración del viaje a más de ocho horas. Habíamos salido a las once de la mañana y ya eran las dos de la tarde.
Lo bueno era que aún contaba con tiempo, al paso que íbamos estaríamos antes del anochecer en Alhelí, y ya que la entrega debía hacerla el lunes a primera hora, el tiempo era mi amigo. Una vez que mi trabajo estuviera seguro, podría continuar ahorrando para, tras comprarme unas cosas más, inscribirme por fin en la universidad de Genoveva. No era el mejor lugar del mundo para estudiar, pero al menos estaba por encima de la de Génesis.
Unos minutos después me recliné sobre el asiento e intenté dormir, el cuello me estaba jodiendo bastante, supuse que era por mantener la misma posición tanto tiempo. Así que tomé una cápsula de relajante muscular para aliviar el dolor y aprovechando el efecto de la pastilla intenté descansar. Sin embargo, los gritos de Bobby y Peter eran intolerables, por lo que sin más remedio bajé la ventanilla y me dediqué a contemplar el paisaje.
—¡Te debo una, Bobby! —dije suavemente mientras el wrangler dejaba atrás los árboles, prados y enormes murallas de roca que aparecían en la vía.
—Todo para que no tengas que volver a casa, Jack… Aunque también lo hago por el dinero, pero imagino que eso te ha estado preocupando.
Yo sin decir nada me limité a asentir con la cabeza. Después de todo, Bobby conocía muy bien la historia de Lester. Vislumbré un rato más el paisaje hasta que, sin darme cuenta me dormí. Un par de horas después la voz de Bobby retumbó en mis oídos
—¿Qué pasó? —pregunté sorprendido por la impresión.
—Jack estoy cansado y los otros idiotas se durmieron —comentó Bobby al tiempo que con su pulgar señalaba a la parte trasera del wrangler—, son casi las cuatro y no he parado de manejar. A menos de cinco kilómetros hay una bomba de gasolina, o al menos eso decía un letrero ¿Crees que podamos parar y tú…?
—Tranquilo yo seguiré, no te preocupes —contesté para luego beber un poco de agua del termo que tenía en un bolsillo de mi morral.
—Por cierto, Ralph volvió a sacar el cofre mientras dormías, lo debe tener por ahí…
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Editado: 09.07.2020