Universo Heraldo: Alhelí

Jack

—¡Esto tiene que ser un sueño! —lloriqueó Peter cuando paramos de correr y nos vimos en medio de la carretera.

Ignoraba cuanto tiempo estuvimos huyendo, ya que olvidamos nuestros celulares en el jeep. Sin embargo, sé que fue bastante tiempo, tal vez una media hora, aunque me atrevería a decir que fue más.

—No es un sueño, Peter —le dije a mi hermano—. Ellos están…

—¡Es imposible, Jack! Esto es un sueño…

—¡No lo es! —comentó Alison frotando su antebrazo izquierdo—. Yo también quisiera estar soñando y que nada de esto estuviera pasando pero...

—¿Cómo fue capaz de hacer eso? No lo entiendo —comenzó a decir mi hermano, quien estaba a punto de sufrir una crisis nerviosa.

Yo comprendía como se sentía, era imposible para un hombre con la contextura que vimos, asesinar a Bobby y a Ralph de esa forma. Estaba sin palabras y solo me enfocaba en contener mis ganas de llorar, lo que le había pasado a Ralph y Bobby era algo que no pude imaginar ni en mis peores pesadillas.

Por otro lado me encontraba muy adolorido, la gran carrera que dimos hizo que mi cuello se resintiera. Esa fue una de las razones por las cuales nos detuvimos, además de que él no nos seguía, lo cual era un alivio.

Sintiéndonos más calmados continuamos caminando, aunque no dejábamos de ver hacia atrás, el bolso no pesaba mucho, pero si me fastidiaba el cuello, por lo que se lo regresé a mi hermano luego de habérselo quitado minutos atrás.

—No conozco esta zona —confesó Alison —. No sé a dónde podemos ir…

—Solo nos queda seguir y encontrar ayuda—afirmó mi hermano cabizbajo.

Yo también deseaba que nos encontraran, sin embargo, era extraño que en todo el tiempo que corrimos no viéramos ningún auto, aunque sabía que aquellos parajes no eran muy concurridos.

Habiendo perdido casi por completo la noción del tiempo, tampoco nos fijamos cuando el cielo se nubló, lo que si notamos fue que a cada paso que dábamos, nos sentíamos más cansados.

—Como si no tuviéramos bastante ya… —mascullé al sentir las gotas que empezaron a caer en mi rostro.

—¡Miren eso! —anunció Alison a viva voz.

Yo iba adelante, así que no me di cuenta cuando ella se giró, sin embargo, al darme la vuelta fui testigo de dos faros que se aproximaban a nosotros. Alison buscó con desesperación un carnet que colgaba de un tirante en su cuello y le hizo señas al vehículo para que se detuviera.

Ante nosotros se detuvo una patrulla de la guardia vial, un cuerpo de policía que cumplía funciones de tránsito vehicular y guardabosques. Con la identificación de los bomberos de Genoveva en mano, ella se inclinó para hablar con él funcionario de cabello castaño, camisa y chaqueta verdes con pantalón negro que manejaba el vehículo. Le contó lo ocurrido, aunque no ahondó en los detalles de las muertes de Ralph y Bobby. Revelar esa información podría hacernos ver como unos estúpidos o unos mentirosos, lo cual causaría que aquel agente nos abandonara.

El guardia informó la situación por radio y haciendo que Alison tomara el asiento del copiloto, nos hizo subir a mí y a mi hermano al asiento trasero. Luego de eso arrancó.

Calculó que recorrimos más de quince kilómetros hasta que arribamos a un módulo de la guardia vial, donde este mismo oficial nos anunció que serían tomadas nuestras declaraciones.

El módulo no era más que una pequeña edificación con tres espacios, el primero servía como oficina administrativa y sala de espera, el segundo era un baño y el tercero un pequeño dormitorio con una cocina eléctrica y un friegaplatos. Una cuarta puerta estaba a un lado de la oficina, la cual parecía conducir a lo que se podría llamar patio trasero.

Estuvimos en la oficina un largo rato, aquel lugar no tenía más que un par de computadoras, dos escritorios con sillas negras metálicas bastante faltas de pintura y unos cuantos afiches que invitaban a las personas a conducir con prudencia. Alison, siendo la primera en declarar, decidió romper con el silencio y empezó a contarle, con lujo de detalles, los hechos al funcionario que tomaba nota. El agente la miró con escepticismo, aunque no le dijo nada.

—Voy contigo, pero dame un momento —me informó el oficial de tez morena, que tras tomar el testimonio de Alison, se levantó y salió del moduló

—Creo que tiene sed —comenté.

—Va a mascar chimó —afirmó Alison con seguridad—. También se le llama tabaco de mascar.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Peter.

—Tiene los dientes muy amarillos, además en su rostro se nota que tiene sueño, el tabaco de mascar mantiene despierta a la gente. Aunque es desagradable.

—¿En serio crees que vaya a mascar esa cosa? —cuestioné.

—Espero que sea eso, lo otro que se me ocurre es que ese agente pensó que estoy loca o somos unos…

Alison guardó silencio cuando escuchamos un disparo afuera. Mi corazón se aceleró, así que corrí a la ventana, pero honestamente no estaba listo para lo que estaba por ver.




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