Universo Heraldo: Alhelí

Jack

Por un momento llegué a pensar que me lo estaba imaginando todo, sin embargo al buscar los rostros de Alison y Peter los encontré dominados por el miedo.

Los ojos de Alison se llenaron de lágrimas al escuchar los gritos que venían del exterior de la oficina.

—¡Esto no puede ser! —masculló mi hermano.

Yo también me negué a creerlo pero allí estaban, eran Bobby y Ralph, estaban con vida y forcejeando con los guardias viales.

Sacudí mi cabeza varias veces al tiempo que cerraba fuertemente los ojos, mientras deseaba que al abrirlos pudiera despertar de esta terrible pesadilla. Pero aquello no sucedió.

El guardia que nos trajo estaba tendido en un charco de su propia sangre, mientras que los otros dos luchaban contra mis compañeros. El que estaba con nosotros en la oficina soltó una ráfaga de disparos sobre Bobby, pero ni siquiera lo incomodaron, entonces nuestro antiguo amigo embistió al guardia y tras alzarlo, lo estrelló contra el suelo, luego se le tiró encima y empezó a golpearlo.

Ralph por su parte estaba aferrado al cuello del tercer guardia, aquel pobre hombre daba alaridos y bramidos que, a excepción de nosotros, no serían escuchados por nadie. A pesar de lo que estaba haciendo Bobby, yo no dejaba de ver a su hermano, su cabeza con todo y espina dorsal habían sido insertadas de nuevo en su cuello, del cual se escurrían gruesas líneas de líquido escarlata, que ahora brillaban ante la luz de los faros del módulo donde estábamos.

—¿Qué está pasando aquí? —chilló Alison perpleja, al tiempo que cubría su rostro, sin poder contener el llanto.

—¡Hay que irnos! —anunció Peter dirigiéndose a la puerta cercana a la de la oficina.

—Pero ellos están… —empezó a decir Alison.

Dudé unos instantes pero no tardé en darle la razón a mi hermano, no podía entender en su totalidad todo lo que estaba sucediendo, pero algo estaba claro, aquellos a quienes veía, ya no eran mis amigos.

—Peter tiene razón, Alison —le indiqué posando mi mano en su hombro —. No puedo explicarlo, pero es mejor que nos vayamos, debemos correr.

Al abandonar el módulo nos encontramos con un monte repleto de arbustos y pequeños árboles que se extendían hasta la lejanía, a nuestra derecha, a unos setenta metros se veía la carretera, así que con mi bolso a cuestas nos lanzamos corriendo hacia ella, dejando atrás el pandemónium en que se había convertido aquel módulo. Mientras corríamos fui capaz de escuchar tres disparos más, después no hubo más que silencio.

—¿A dónde…? —preguntó mi hermano.

—Lo más lejos que podamos de ellos—repliqué.

Nuestra marcha se prolongó varias centenas de metros, los pocos automóviles que pasaban se negaban a detenerse y prestarnos auxilio. Tras un buen rato y cuando pensamos que todo estaba perdido, vimos un pequeño bus acercándose.

Alison se paró en medio de la vía y empezó a agitar las manos, mi hermano Peter la imito y poniéndose dos pasos delante de ella empezó a hacerle señas al conductor para que se detuviera.

—¡Por favor! Necesitamos ayuda —gritaban ella y mi hermano sin parar.

—¡Aléjense de la vía! —grité cuando note que el bus, lejos de bajar la velocidad, aceleró dispuesto a embestir a mis compañeros.

Peter se quitó, pero Alison se quedó en medio de la carretera. Tal vez era la costumbre, ya que al pertenecer a los bomberos, uno sólo de sus gestos bastaba para que cualquier automóvil se detuviera a recibir advertencias o algo por el estilo. Aquello podría haber funcionado si ella hubiera estado vistiendo su uniforme, pero no era el caso ahora, por lo que el conductor, pensando tal vez que aquello era una treta para robarlo decidió acelerar.

El dolor en mi cuello se presentaba a cada paso que daba, sin embargo, fui capaz de tomar a Alison por la cintura y sacarla de la carretera.

—¡Maldito bastardo! —gritó Peter al bus todas sus fuerzas, mientras se nos acercaba—. ¿Están bien?

—Nada grave —comenté—. ¿Qué tal tu Alison?

—Gracias Jack… —agregó ella evidentemente desilusionada—. Pensé que se detendría como la última vez… pero creo que no inspiro nada sin mi uniforme.

—No digas eso, cielo —dijo una voz a nuestras espaldas—.No es el uniforme lo que me importa.

Me giré y Alison se refugió a mis espaldas. Era él, esa maldita cosa estaba allí, viéndonos fijamente a través del manto negro que lo cubría.

—Tú también tocaste lo mío —anunció él haciendo un ademán que hizo caer de rodillas a mi hermano.

Sentí un escalofrió, era como si una gran aguja helada atravesara mi corazón, estaba sucediendo lo mismo que paso con Ralph, pero no estaba dispuesto a dejar que la historia se repitiera con Peter, así que busqué a mí alrededor hasta que di con una enorme piedra, y con ella en mi mano me fui al ataque.

—¡Tranquilo! —susurró, tras atrapar mi mano y torcerla hasta que me vi en la necesidad de soltar la roca—. A ustedes no les aplastaré la cabeza, no teman.

—¡Corran! —grité antes de ver que Peter no podía moverse por el dolor, y Alison parecía estar paralizada.




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