Universo Heraldo: Alhelí

Jack

Cuando desperté mis manos estaban inmóviles gracias a una cuerda que las retenía a mis espaldas. Solo llevaba mi ropa interior, a mi lado estaba Alison inconsciente en una situación similar. Ambos estábamos frente a aquel engendro, que dibujaba un extraño círculo en el suelo, con lo que parecía ser tiza blanca.

Miré a mí alrededor intentando ubicarme, entonces concluí que estábamos en un almacén viejo. Vi tres grandes contenedores con rastros de pintura verde, y bastante oxidados, junto a ellos detallé algunos balastros quebrados a lo largo y ancho del suelo. Las paredes mugrientas y el olor a humedad eran prueba de que aquel lugar no era frecuentado desde hacía ya bastante tiempo.

—¡Alison! —susurré débilmente intentando llamar su atención, desafortunadamente por más que lo hice fue imposible.

—Déjala dormir —comentó aquel sujeto suavemente, dándose la vuelta para verme, entonces noté que sostenía algo en su mano—. Estoy feliz, al fin tengo lo mío.

Me costó un poco de trabajo detallarlo, pero en efecto era el cofre que estuvimos trasladando desde Genoveva. Lo segundo que vi fue su rostro, su carne estaba chamuscada en todo el lado derecho, además exhibía una abundante barba y un descuidado cabello largo que caía hasta sus hombros.

—¡Si ya tienes lo que quieres déjanos ir! —demandé.

—No puedo, aun necesito algo de ti, además hay cosas que quiero resolver —dijo señalando hacia el cielo.

Yo elevé mi cabeza y con una mezcla de pánico y sorpresa vi a mi hermano amarrado y colgando de unas argollas en el techo.

—¡No nos hagas daño! —susurré casi en tono de súplica volviendo a verlo.

—No sé cómo decirte esto muchacho… Pero no vas a salir bien parado de esta situación.

—¿Qué hay de Peter? ¿También lo necesitas?

—Él sobra, pero a la chica si la necesito, bueno no exactamente yo… Alguien cercano.

Aquel monstruo suspiró aliviado cuando abrió el cofre y sacó la masa de óxido que este contenía, luego con aire triunfal me encaró mientras las acariciaba.

—No sabes cuánto tiempo he esperado esto…

—¿Realmente son tuyas? —pregunté, aunque estaba seguro de la respuesta. —. Tu eres el que se me atravesó en la vía aquel día…

—No solo a ti, al chofer del autobús donde iba tu amiga también me le aparecí, su choque fue más catastrófico que el tuyo, es bueno saber que no he perdido mi toque. Pero quería tenerlos juntos a ambos.

—¿Qué demonios es lo que quieres?

—Cuando necesitaste ayuda llamaste a tus amigos, pues yo también tengo gente a la que quiero llamar, y para eso necesito el cofre.

—Bobby y Ralph… ¿Que les hiciste? ¿Qué pasó en el módulo?

—Nadie quedó vivo allí, tus amigos y esos policías deben estarse pudriendo en este preciso instante.

En aquel momento los ojos de esa criatura se entornaron, quedándose así varios segundos, hasta que volvieron a la normalidad.

—Disculpa Jack, tengo voces en mi cabeza que me piden que me ponga a trabajar, hay mucho por hacer, espero que entiendas.

En aquel momento aquel sujeto sacó de su túnica un grueso y enorme aro de metal, tan brillante como la obsidiana y con la forma de una serpiente. Entonces sujetando la cabeza y cuello del animal como si fuera una espada tiró de ella. Un chasquido metálico precedió a la liberación de una delgada hoja de acero, tan larga que chocó contra el suelo y tan flexible que se desparramó en él. Nunca había visto un arma como esa, era como un látigo de metal.

—¡Bueno! —dijo con entusiasmo acercándose a Alison—. Manos a la obra

—¡Aléjate de nosotros! —Grité con toda la energía que pude—¡No le pongas una mano encima!

—¡Ah, ya veo! —comentó él denotando sorpresa —. ¿Ella te gusta verdad? Tranquilo, si la que ocupará este cuerpo acepta, podrán divertirse un rato. Al menos sentirán algo. Después de todo, creo que a ella le gustas y se merecen probarse. ¡Que viva el amor!

—¡Hijo de puta!

—¡Condenado mocoso! —rugió él apretando mi cuello con fuerza—. No digas groserías, es malo, además estoy siendo indulgente. Pero te daré un regalo porque me siento generoso. Tú hermano no morirá, ese pensamiento de querer salvarlo vivirá en mí.

Con esas últimas palabras él posó una mano en mi frente y la otra en la de Alison. Mientras su espada, como si de un ser viviente se tratase, se elevó por el aire y empezó a girar sobre su propio eje. En aquel momento ella abrió los ojos y empezó a gritar de dolor, segundos después me uní a ella en esa sinfonía de sufrimiento y desesperación.

Aullé hasta que mis cuerdas vocales parecieron desgarrarse, luego mis fuerzas me abandonaron y poco a poco fui perdiendo el sentido.




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