Tras cenar dejé a Sebastián y a la anciana en la sala para que rememoraran sus viejos y aburridos recuerdos, mientras cotorreaban subí por la escalera de madera cargando nuestras cosas. La habitación de huéspedes era acogedora, el único problema era que como el resto del lugar el cuarto era pequeño, solo había una cama individual y un sofá para dormir. Reclamé rápidamente la cama recostándome encima, aprovechando que el tulpa estaba abajo.
Curiosamente la cama era más cómoda que las que había en los cuarteles de la orden, por lo que no tardé mucho en quedarme dormido. Esa noche pude descansar sin sueños atormentándome.
El día siguiente me desperté algo tarde, cuando bajé ya estaban desayunando pan tostado con mermelada. Me senté frente a Sebastián; Jeaneth en cuanto me vio me sirvió una taza de té.
—Te ves más descansado —me dijo. Yo asentí y me limité a comer.
—Hay que separarnos para actuar con mayor rapidez, pienso ir a ese campo que viste en tus sueños —me mencionó Sebastián repentinamente—. Jeaneth y tú irán a la casa de los familiares de las víctimas.
—Ni siquiera sabes dónde queda el campo, es mejor si voy yo a inspeccionar.
—Me guiaré con un mapa, o sino preguntaré a la gente del pueblo, además tus habilidades serán mejor aprovechadas si escaneas la zona —dijo resuelto.
—De acuerdo, pero no prometo encontrar algo. —No estaba muy complacido de seguir su plan, generalmente los heraldos son los encargados de dirigir la misión, y no los seres como él, creados por el pensamiento colectivo humano. Pero la sola idea de discutir tan temprano, por algo sin importancia me pareció una pérdida de tiempo. Así que simplemente los observé interactuar de reojo, Jeaneth parecía confiar en él, lo que me confirmaba que si tenían su historia.
—¿Irás solo al campo? ¿Estarás bien? —preguntó la anciana preocupada.
—Solo exploraré no hay por qué alarmarse.
—En ese caso, nosotros iremos a visitar a Lil, es una amiga mía.
—¿Conoces a los familiares de los demás desaparecidos? —le comentó el tulpa tras levantarse de la mesa y empezar a alistarse para salir primero.
—No, lo siento, pero si nos va bien mi amiga nos llevará, aunque confieso que lo veo algo difícil.
Sebastián se despidió mientras yo terminaba de comer, él estaba decidido a resolver el caso antes que nadie, creo que era lo que se esperaba de los centinelas. Nosotros dos salimos unas horas después, tuve que ayudarla a lavar y secar los trastes antes de partir rumbo a la casa de su amiga, aunque era una abuela bastante activa.
Caminamos por un sendero empedrado, me costaba algo de trabajo no dejarla atrás, incluso descansamos en alguna banca durante el camino, momento que aprovechamos para comer un refrigerio, después ella me compró un helado.
Comenzaba a entender un poco porqué se había mudado a este lugar y su necesidad de resolver el caso, no quería perder la paz que tenía aquí. Pronto nos detuvimos en una casa de ladrillos grises, por fuera había una pequeña cerca blanca donde tenían flores y arbustos algo descuidados, algunos empezando a marchitarse. Jeaneth tocó la puerta con la aldaba que colgaba del centro y entonces nos recibió un hombre.
Este saludo a Jeaneth pero cuando me vio no dijo nada, solo me contempló de pies a cabeza, a la vez que una mueca de decepción se dibujaba en su rostro. Sin decir nada más se quitó de la puerta dejándonos el paso libre. Al entrar vi a una mujer blanca de cabello castaño en uno de los muebles de vinil de la sala, tenía grandes ojeras y su cabello estaba muy descuidado. Jeaneth se apresuró hasta ella y abrazándola vigorosamente besó una de sus mejillas, esta sin embargo, apenas correspondió a los gestos de la anciana. Observé de reojo el lugar y me senté en otro de los sofás mientras a mis espaldas la voz de Joseph salía cargada de ironía.
—¿Es el de quien nos hablaste?
—Sí, mi otro amigo está investigando en otro lugar.
—¿Y ese niño va a encontrar a mi hijo? ¿Va a encontrar a las decenas de perdidos?
—Eso depende, tal vez ya estén muertos —. Pude sentir sus ojos clavándose en mí como dagas pero no me importó, no vine a decirles lo que querían escuchar, y si ellos no querían cooperar no era mi problema.
Jeaneth intentaba calmar las aguas lo mejor que podía, pero no era sencillo, podía sentirse el dolor y la frustración en el ambiente.
—Joseph, escucha...
—No, Jeaneth... si Lil quiere ser parte de esto pues bien por ella. Yo saldré a buscar a mi hijo, creo que será más productivo que hablar con este chiquillo que no debe ser más que un bufón.
Comenzaban a hacerme enfadar así que intenté por mi cuenta hacerlos hablar.
—Si fuera tan fácil ya lo hubieras encontrado, ¿Verdad?
—¿Qué dices? —replicó Joseph en tono desafiante.
—Digo que no nos haga perder más el tiempo. Ya han pasado tres días y le aseguro que usted está donde empezó, o tal vez más atrás. Solo díganos lo que sepa. Después puede irse por ahí a hacer que lo maten si gusta.