Después de lo ocurrido en el cementerio; nos tomamos unos días para explorar las zonas aledañas al pueblo, pero nunca dimos con los cadáveres de los desaparecidos. Sebastián concluyó que debido a la podredumbre energética del lugar, sus cuerpos se descompusieron de manera exageradamente rápida.
Incluso estuvimos preguntando por la cabaña que visité en el astral, pero no encontramos nada similar en la zona. Sebastián me explicó que esos viajes eran complicados para un novato, ya que solían ser engañosos. Cuando nos quedamos sin pistas decidimos fijar una fecha para regresar a Bélgica.
Un par de días después me quedé a descansar en la casa de la anciana, mientras ambos se encontraban fuera. Jeaneth estaba visitando a unas amigas y Sebastián insistía en revisar la localidad hasta el último momento.
Yo estaba acostado en el sofá, enfrente de la televisión cuando escuché la puerta de la casa abrirse. Aunque no le presté atención, no todos los días podía relajarme sin que Ra o Thot estuvieran fastidiándome. A juzgar por el sonido de las pisadas contra el suelo deduje que se trataba de Sebastián. Cosa que pronto pude confirmar, al verlo dejarse caer en un sillón que estaba a mi lado.
—Es como la novena vez que reviso, pero ya no hay rastros negativos en el cementerio —comentó. Se veía muy decaído y aparte frustrado por los resultados—. ¿Jeaneth todavía no regresa?
—Dijo que tenía que ir a hablar con Lil, supongo que la estará consolando, ojala le pida que no presente cargos —repliqué empezando a cambiar los canales de la televisión, mientras comía algo de cereal—. Entonces, ¿qué haremos ahora?
—Deberíamos regresar, no hemos sentido más nada. Creo que el asunto se resolvió, aunque no fue un final feliz.
Lo observé de reojo por un instante para juzgar su reacción, ya que no le veía del todo convencido, así que pensé en insistir un poco más, después de todo volver a la orden no era algo que me entusiasmara.
—Todavía no te ves muy bien, por mí podemos quedarnos aquí unas semanas, hasta asegurarnos por completo.
—No... No me sentiría cómodo.
—¿Aún te molesta lo que le pasó a esos? es decir no es para tanto... solo los mandaste a volar —le dije.
—La mayoría de los tulpas no tiene capacidades remarcables en el astral. Por eso viajamos con los heraldos como soporte. Sin embargo, yo soy una excepción a la regla, Bel. A lo largo de siglos se me atribuyó un poder que implica cierto dominio sobre la muerte.
—¿Y qué con eso? —repliqué tomando una cucharada de mi tazón de cereal.
—Lo que le hice a esas almas... Les va a tomar décadas recuperarse, podrían incluso ser presas fáciles de un demonio si las encuentra.
—No es tu culpa, eran ellas o nosotros.
—Bel... estamos aquí para procurar que las almas avancen, no para estancarlas.
—Igual no tenías opción, no deberías atormentarte por ello.
Parecía que la conversación no llevaría a ningún sitio, así que guardé silencio y le subí el volumen a un documental del espacio exterior. Sí él quería seguir lamentándose por los muertos ya era cosa suya. Sebastián volvió a impacientarse conforme pasaron las horas. Eventualmente sacó su reloj de bolsillo y se puso a revisar la hora cada vez que podía.
—Ya es mediodía, ¿Hace cuánto se fue Jeaneth? —me preguntó.
—Poco después de ti. No sé porque te preocupas. Nadie te la va a quitar, es una vieja arrugada. Aunque no era fea de joven. Tienes buen gusto, solo espero no estar tan destruido como ella cuando…
Sin ningún aviso, y a una velocidad sobrehumana, Sebastián apagó la tele y lo siguiente que vi es que estaba sobre mí. Tiró del cuello de mi camisa, hasta que quedé completamente de pie, luego comenzó a arrastrarme con dirección a la salida.
—Mi estimado heraldo, ya tienes mucho tiempo aquí acostado. Seguro estas aburrido, vayamos a buscar a Jeaneth, así estirarás las piernas.
Estaba acostumbrado a ese tipo de reacciones, pero ver a Sebastián actuar así con lo calmado que era me tomó por sorpresa. No quise causar más conflictos por el momento, ya que también comenzaba a preocuparme que le hubiera pasado algo a Jeaneth. Como tropezarse por ahí con una roca, o tal vez una baja de tensión, pero en mi opinión simplemente se le había pasado la hora conversando en la casa de su amiga.
Así que tomamos el camino hacia la casa de Lil en silencio. Las sospechas de Sebastián comenzaron a volverse una realidad, cuando a unos pocos metros de distancia sentimos algo pesado en el ambiente. Llegamos a la puerta y tras tocar el timbre y no recibir respuesta la empujé. Cuando esta se abrió volteé a ver al tulpa, sabiendo que eso no podía ser algo bueno.
—¡Bel, atento! —exclamó el con preocupación.
—Espera, ¿vamos a entrar? ¿No deberíamos llamar a la policía o algo así? —susurré mientras le detuve el brazo tan pronto lo vi avanzar.