Universo Heraldo: Sinjadev

Capitulo 11

—¿Jefe? —pregunté esperando la autorización para disparar.

En aquel momento no pude creer lo que veía, y estaba seguro de que el supervisor se encontraba en una situación semejante. Un tipo medio desnudo, cubierto en cera y con una camisa de la policía de Royal Coast, acababa de emerger de detrás de lo que parecía ser una maltrecha casa para perros.

—¡Le dije que se detenga! —ordeñó Cedeño lanzando un disparo al suelo. Muy cerca de los pies del sujeto que se nos acercaba.

Aquel individuo, pareciendo incapaz de atender a nuestras advertencias, cargó hacia nosotros enérgicamente, gritando palabras que no pude comprender. En ese momento perdí la calma y sin orden de mi superior, accioné mi revólver, el cual liberó una bala que se alojó en la cabeza de nuestro agresor.

Yo no usaba pistolas de 9mm, siempre preferí los revólveres .38 y por una buena razón. Las armas de tipo Magnum eran conocidas por tener mayor capacidad de volteo, si se comparaban con otras pistolas. Una persona podía recibir el disparo de una 9mm y escapar, pero las balas de revólver como el mío derribaban a quien las recibiera. Y eso fue justo lo que sucedió.

El hombre cayó hacia atrás, exhibiendo un agujero en la parte frontal de su cráneo. Moví el cañón humeante de mi revólver treintaiocho al frente mientras me acercaba al maltrecho cadáver de quien hacia segundos, nos acababa de atacar.

—Lo lamento, jefe —informé girándome a ver al supervisor Cedeño —. Me puse nervioso y…

—Ya está hecho —replicó él —. Busquemos a Méndez y a…

Cedeño enmudeció en aquel momento, solo alcanzó a señalar hacia mi espalda, momento en el que giré y sorpresivamente recibí un fuerte golpe, el cual me envió a volar tres metros.

—¿Cómo es posible que esto? —dijo Cedeño esgrimiendo su arma.

Escuché el sonido de los dos disparos que, liberados por mi compañero, no tardaron en atravesar el cuerpo del hombre medio desnudo.

—No sirven las balas —susurró el hombre, que tras propinarse el mismo tres golpes en la cabeza, cargó contra el supervisor, alzándolo con sus brazos y estrellándolo contra el suelo.

Cuando me levanté, me encontré con que ese cabrón ya tenía derribado al supervisor, y lo golpeaba frenéticamente. Ante aquella escena decidí no disparar, ya que estando tan cerca representaba un riesgo para Cedeño. Entonces, blandiendo mi bastón extensible, me acerque a ese enfermo y le asesté tres golpes en la espalda. Aunque él, lejos de resentir los ataques, simplemente se levantó, y arrancándome el arma de las manos vino contra mí.

Cedeño con dificultad se puso en pie, y sin saber dónde estaba su arma, embistió al desgraciado que intentaba estrangularme.

No me di cuenta en ese momento, pero los golpes me costaron dos incisivos, aparte de eso mis pómulos estaban ensangrentados. Por su lado el supervisor exhibía un hematoma en su frente y una terrible hinchazón, le imposibilitaba abrir su ojo izquierdo.

—Le voy a partir la puta boca —masculló Cedeño al ver en sus manos la sangre que chorreaba por sus labios.

Ambos nos lanzamos contra aquel individuo, esperando de alguna manera ser capaces de detenerlo. Mientras que una sonrisa de triunfo se dibujaba en su rostro, instantes después, aquel sujeto que parecía un depredador hambriento, arremetió hacia nosotros.




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