—¡Tenemos que ayudarlos! —grité al ver la escena desde el interior de la casa, mientras con la culata del revólver golpeaba la barrera semitransparente que me impedía salir. La pared era dura y no podía atravesarla, cuando me gire el domador se encontraba con cabeza agachada.
—Lo lamento por ellos… pero tendrán que morir —comentó viendo fijamente al hombre de cera.
—¿Qué? ¿Me estas jodiendo? —dije rugiéndole por primera vez —. Son mis amigos, mis compañeros, vinieron a ayudarnos y…
—Y créeme que lamento que esto tenga que ser así.
—Y una mierda —lo interrumpí yo—. ¡Quita esta cosa! —ordené golpeando la barrera con mis manos—. Tengo que ir a ayudarlos.
—¡No! —contestó el alzando la voz—. Te van a matar.
—No me interesa nada, tengo que ayudar a mis compañeros.
—Yo no voy a cargar con tu muerte en mi conciencia.
—Vamos a ayudarlos entonces, ¡Tú eres fuerte!
—Sí, lo soy, pero si quito la barrera, él escapara —me informó señalando al hombre de cera con su espada.
—¿Qué no entiendes que mis amigos van a morir? —bramé.
—Esta cosa es una entidad demoníaca, ya te lo dije, si lo dejo salir docenas de personas morirán —advirtió alzando la voz mientras aquel sujeto reía entre dientes.
Tal vez lo que él me decía era verdad, de hecho en parte empezaba a creerle. Lo que había visto en esa casa no podía tener una explicación natural. Ya empezaba a asimilar aquella idea, pero al girarme y ver a mis compañeros afuera luchando por sobrevivir, más aun cuando estaban intentando ayudarnos… No, simplemente no podía permitirlo, Así que hice lo que creí correcto.
—¡Quita esta maldita cosa! —ordené esta vez más calmado, mientras apuntaba al domador con el revólver.
Él no me dijo nada, simplemente entornó los ojos. En ese instante fue como si hubiera podido leer sus pensamientos.
«¿Estas bromeando, verdad? Viste de lo que soy capaz ¿Y tú me apuntas con una pistola?»
—Baja el arma —me recomendó en un tono que sonó hasta paternal.
—¡No!
Sentí algo extraño en ese momento, era como si una gélida mano tomara mi corazón intentando enérgicamente arrancarlo de mi pecho. Pero no podía rendirme, tenía que hacer algo por ayudarlos, aunque fuera poco, no podía rendirme. Fue por eso que no desistí y lo vi a los ojos con decisión.
—¡Soy un oficial de policía, te ordeno que quites esta cosa! —grité—. Si no lo haces, atente a las consecuencias.
En aquel momento él movió su espada, la quitó de enfrente del hombre de cera y me señalo. Fue así como resignándome a lo peor, creí entender lo que pasaba por su mente. Estaba claro que no iba a quitar la barrera ni dejarme salir, además sentía que él tenía razón, era imposible que dejara escapar a esa cosa.
Cuando vi el rostro del domador, sus ojos se volvieron tan brillantes como dos piedras de oro, su cara exhalaba descontento y enfado, y todo parecía estar siendo dirigido hacia mí. Entonces comprendí que mis palabras y acciones lo habían hecho enfadar… bastante.
—¡Sinjadev! —exclamó a secas.
El león se levantó, mirándome fijamente con sus ojos escarlata. El acarició la cabeza del animal y este, ante mis ojos desapareció envuelto en una estela dorada. Lo siguiente que escuché fue el rugido de aquella bestia, estaba afuera de la casa. La visión a través de la barrera era algo difusa, sin embargo me permitía distinguir lo que sucedía.
Como un relámpago, aquel felino tacleó al hombre semidesnudo que estaba luchando contra mis compañeros… Aunque creo que humillando sería la palabra correcta. Vi a Jiménez y al supervisor Cedeño, ambos tumbados en el suelo, entonces el león saltó al cuello del agresor y lo derribó. Segundos después, el animal arrastraba a ese despojo de hombre por el camino de tierra. Yo los contemplé hasta que mis ojos fueron incapaces de seguirlos por aquellas sombras, que se acrecentaban a la distancia.
—¡Gracias! —exclamé aliviado viendo a los ojos del domador que enseguida perdieron aquel brillo dorado.
Él no me dijo nada, solamente empezó a respirar en forma cansina, no sé cómo, pero parece ser que sacar al león afuera lo agotó.
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Editado: 25.06.2020