Universo League Of Leguends: La Leyenda Del Rey Lobo

Capitulo IX: La Orden a raja tabla, La confrontacion

Asentamiento de la Garra implacable,

El joven salvaje se estremecía.

El tacto con la cadena de hielo puro le ardía como si miles de agujas le atravesaran el cuello, pero lo soporto bien, su furia contra aquellos hombres y mujeres era mas grande que cualquier otro dolor común y corriente, su furia se convirtió en odio y ese odio se convirtió en amargura, de inmediato varios jurasangre de la ex-matriarca Gnuaril se le echaron encima, y por segunda ves lo pusieron de rodillas, aunque se esforzaron demasiado y muchísimo para lograrlo.

— ¡Ahg!… ¡AHG! ¡LOS MATARE!— Rugió el joven lobo, al tiempo que se llevaba las manos a la cadena que le aprisionaba el cuello.

El joven lobo apretó los dientes mientras el grillete de hielo puro se quebraba y crujía. Grunilda, la segunda al mando después de Thenglir se percato de aquello y apresurandose ordeno al resto de las valkir que lo llenaran de mas cadenas, el griterío fue tan incesante hasta el punto de que los pueblerinos de la tribu «Garra Implacable» empezaron a salir de sus respectivas casas; algunos molestos por el ruido, otros desconcertados, uno grito que calmaran al animal. Sin embargo, las quejas y forcejeos cesaron cuando una voz retumbante y potente los silencio a todos.

— !Alto!— Rugió Thenglir, haciéndose presente en todo el escenario; la matriarca de los garra implacable camino con rapidez y de inmediato le arrebato la cadena a una de sus seguidoras que la miro con cierto aire de desconcierto.
Varias de las valkirias se quedaron mudas ante la mirada determinante de la matriarca, Grunhild quien estaba a cargo de toda la operación se detuvo y eso le valió un buen golpe de parte del joven lobo que se había lanzado a por ella propinándole un tremendo puñetazo en la toda cara que de improviso la envió a volar como si no fuese mas que un juguete. Fue entonces, en ese momento de dolor y miseria cuando la matriarca Thenglir ordeno atender a su segunda al mando y acto seguido calculo sus siguientes palabras, observo a cuatro de los mas fuertes jurasangre de su madre, la gran Gnauril y empezó a ordenar como debía hacerlo una matriarca.

— ¡Ustedes cuatro!— Exclamo la matriarca con la fuerza de sus pulmones— ¡Arrástrenlo a esa yurta, lo quiero ahí dentro! ¡Es una orden!

— ¿Mi matriarca, si me permite el atrevimiento?— Intervino Vurskar, pero pronto el jurasangre lamentaría haber intervenido.

— ¿He pedido acaso tu opinión, Vurskar?

Vurskar vacilo, por una extraña razón sintió que la mano de aquel joven lobo se oprimía en su cuello, era extraño sentir aquella opresión; sobre todo parecía que su matriarca había venido cambiada, su carácter altanero se había desvanecido como el agua vertida de un cubo, de pronto Vurskar se pregunto: ¿que habría sucedido en aquel bosque? Thenglir parecía una persona diferente, la niña arrogante y pedante que había conocido había muerto, de alguna extraña manera algo había cambiado.

— ¿Mi matriarca? ¿Que fue lo que paso? ¿Que paso con la loba blanca? — Inquirió Harald, quien estaba al lado de Vurskar y se acercaba a Thenglir de manera conciliadora.

Thenglir se quedo callada, por un largo momento que duro el recuerdo; el ambiente pareció silenciarse, la joven matriarca cerro los puños ante el recuerdo; el recuerdo de aquello le pesaba, le pesaba mas que una roca, era como si una avalancha de nieve le hubiera caído encima.

— Cometimos un error.— Dijo intentando reprimir aquel recuerdo.— Vurskar, Harald. Lleven al niño a esa yurta. ¡Ahora!
La matriarca señalo una yurta enorme, la yurta estaba recién construida y Thenglir supo que ahí arreglaría el asunto con aquel joven salvaje.

— ¿No entiendo?— Inquirió Vurskar tremendamente desconcertado.

Esta ves Thenglir lo miro con rabia.

— ¡He dicho que lo lleves a esa yurta! ¡Ahora!— La voz de la matriarca se hizo dura como el hielo verdadero.— ¡Lo harás!

— ¿Aun sigo sin comprender?

— No es necesario que lo comprenda, Vurskar. Haga lo que le pido o no responderé por tu seguridad.

— ¿Va a matarme?

Por un largo momento Thenglir lo miro con unos ojos abiertos como platos y con una expresión tan seria que pareció que un lobo se hubiera insertado en ella.

Vurskar se percato de aquello y retrocedió. Por supuesto, las palabras ya no parecían necesarias. Todo era innecesario. Aquel mensaje de la matriarca quedaba claro.

— Haremos lo que pida.— Intervino Harald y Thenglir se limito a asentir.

El joven lobo aun piafaba y gritaba: Harald y Vurskar, se esforzaron muchísimo para arrastrarlo a la yurta y lo arrojaron con agresividad al interior; y después de manera inmediata, Thenglir ingreso a la misma.

El joven lobo aun aturdido por el empujón agresivo de sus dos captores, se empezaba sacudir la cabeza mientras gruñía.
Thenglir quien ya estaba en la entrada de la yurta le tiro su hacha a Grunhild, su segunda al mando y lanzo su ultima orden corta y cruda:

— Que nadie se atreva aentrar a esta yurta, a quien se le ocurra meterse lo matare, esto es entre yo y el joven lobo. ¿entienden?
El resto solo miro y asintió, no sabían que era lo que pretendía su matriarca. Pero acataron aquella orden a rajatabla.

——

El interior de la yurta era frió.

De repente el gruñido del joven lobo, es decir, su contendiente se acallo, se silencio y lo único que escucho fue el silencio, era un silencio perturbador, mientras Thenglir esperaba el primer ataque, reflexiono, recordó aquella muerte, la muerte de aquella primera, la muerte de aquellos primeros. Las palabras de aquella vieja bruja:

«Cuando los tres retornen». Había dicho la bruja.

¿A que se refería? Entendía poco de profecías, pero algo si le quedaba claro, en el Freljord nacerían tres reyes guerreros: Tres hombres destinados a la grandeza. Tres hombres que marcarían el destino de la tierra helada o lo llevarían a su inminente devastación. No sabía como, ni cuando, pero aquel joven salvaje que había encontrado en los témpanos de hielo era uno de ellos, la bruja se lo había dejado claro; aquel joven lobo era la encarnación de aquel al que conocían como el «Rey lobo»; de pronto las leyendas de su madre, la estoica Gnauril no parecían una fanfarronería. Habían historias anteriores a la era de las tres, leyendas que habían sido olvidadas. Borradas. Y sin embargo, por algún motivo, su tribu las preservaba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.