Dos meses después,
Aquellos dos meses estuvieron llenos de silencio.
Eyra, la curandera y chamana del clan Garra implacable se esforzaba mucho para hacer que aquel joven se integrara e interactuara con la gente de la tribu. Sin embargo, aquel joven salvaje se veía reacio a tener alguna interacción social con aquellas personas. Lo único cercano a una conversación que había tenido era con Brinyolf, el tejedor de plegarias. Quien había comprendido al joven lobo como alguien muy diferente a un humano y le había pedido a Eyra que le tuviera paciencia.
Los dos meses transcurrieron como la ventisca de un vendaval.
Y entonces llego la tercera estación.
Aquel día fue como la primera vez que Eyra y el joven lobo se habían conocido. Solo que en esta ocasión irían a una zona mas lejana para cortar arboles, justo en una zona donde no hubieran Elnuks jóvenes, y donde el joven salvaje no se viera atraído o instigado a cazar, o mucho peor, a matar. Como siempre Hellie se quedo en la cabaña alegando de que tenía que ordenar las raíces de valeriana y las hierbas, pero lo cierto era que no toleraba la presencia del joven salvaje en casa de su madre. Aquellos primeros meses que habían precedido a los dos meses de la llegada del joven lobo, Hellie había sido el centro de atención y cuando el joven salvaje llego, La hija de Eyra se había vuelto en una especie de niñera. Tenía que cuidar de su supuesto nuevo hermano, prepararle el baño, darle de comer cuando su madre no se encontraba y enseñarle a vestirse. EsTo último no le había agradado para nada. De hecho en su perspectiva había visto a su joven nuevo hermano como una especie de demonio indomable, habían días en los que se quejaban, peleaban y regateaban por algun desacuerdo, y la paciencia de Hellie se alteraba a tal punto que, como enemigos de un campo de batalla chocaban y peleaban, pero acordé pasaban aquéllos días la niña había empezado a darse cuenta de que aquel salvaje que tanto denigraba, empezaba a captar sus explicaciones: Cosas como, ordenar la ropa o lavar los enceres o limpiar el techo de la cabaña los había empezado a entender. Aún así, habían muchas cosas que aquel joven no era capaz de captar o, mejor dicho, lo captaba, pero no se sentía atraído a ejecutar la acción ordenada por Hellie. Quizá por qué una parte rebelde o tosca se apoderaba de él y le impedía seguir las ordenes precisas. Después de todo era un salvaje, habia vivido su vida en una vida alejada de una tribu y no conocia los usos humanos.
Pero aquel día, aquel joven no se quedaría con Hellie, aquel día se dirigiría al bosque. Sea cierto o no, en aquella ocasión la familiaridad del terreno atrapó al joven salvaje.
El escenario se parecía demasiado al de aquella ocasión, cuando habia tenido la discusión con la curandera. La vez en que Eyra y el joven lobo se habían peleado y donde el joven salvaje la había estrangulado.
--- Hace d..... Dos me..Meses vinimos aquí.
Eyra se dio la vuelta con una sonrisa en el rostro.
--- ¿Vaya, que curioso? --- Inquirió la curandera con cierto aire de desconcierto.--- Ya había olvidado que era este lugar. Creo que aquí tuvimos un buen encontronazo. ¿No?
El joven lobo lo miro de manera dubitativa. Sin embargo, quitándole importancia contesto:
---El aroma s..sigue impreg....preg...nado.
De pronto Eyra empezó a darse cuenta de algo. Aquel menudo muchacho tenía un sentido del olfato muy agudo, era capaz de captar los aromas más diminutos aunque estuvieran demasiado lejos. ¿Como no se había percatado de eso antes? Quizá fuese por que aquellos dos meses que habían transcurrido, había permanecido más en la cabaña que en el exterior. Aquel joven tenía un don muy inusual, si era capaz de explotarlo podría ser de mucha utilidad en sus cacerías; habían días en las que Eyra necesitaba una mano masculina que pudiera ayudarla y aquel joven podía ser de mucha ayuda.
Demasiada, diría ella.
--- ¿Quién te enseño a captar los aromas? ¿Lo aprendiste tu solo?
El joven lobo se la quedó mirando por largo rato.
---M... Ma...adre.
Eyra frunció el entrecejo, no por la extrañeza, sino por la curiosidad.
---U....Un aroma se queda siempre en su sitió. No importa cuánto tiempo pa…. pa...pase.--- Fue la única explicación que le dio.
Entonces en un acto de sicinta curiosidad volvió a preguntar:
--- ¿Hasta cuántos aromas puede percibir un lobo wargo y a cuántas distancias?
De pronto Eyra se arrepintió de la pregunta, el joven la miró con cierto aire de desconfianza. Y como si de un hombre más adulto se tratará dijo:
--- H…HJJHSJ…Haces muchas preg....guntas.--- Aquello lo dijo en un modo de reproche y Eyra solo sonrió echándose a reír.
--- Pues.... Perdón, aveces soy muy curiosa, supongo que es un hábito que no se me quita. Vamos, sigamos.
El joven salvaje alzo el ceño derecho miradola con extrañeza, y entonces, casi de manera repentina cambió la expresión de su rostro y se hecho a reír. Aunque su risa era más un gruñido extraño, algo que hizo que Eyra se echara a reír con más ganas; la risa de aquel joven parecía más al rebuzno de un elnuk tísico que aveces eclipsaba de vez en cuando a un gruñido gutural y extraño.
--- No me voy a olvidar de esto, ¿enserio? Cuando crezcas te lo recordare---. Dijo Eyra entre unas risas cada vez más apagadas.
Entonces las risas fueron eclipsadas por los lejanos aullidos de una manada de lobos. Aunque aquella manada estaba lejos del sector el sonido fue notable y el joven lobo siguiendo un acto instintivo producto de una vida anterior también aulló.
Entonces casi de improviso escucho un rugido. Era un rugido que retumbó en su pecho y que fue el eco de una amenaza.
Eyra, con evidentes muestras de desconcierto se hizo para atrás. ¿A que criatura debía pertenecer aquel rugido? Era fuerte, crepitoso y como un poder que eclipsaba todo lo que había conocido hasta el momento.