Harald se levantó de golpe.
Había tenido una pesadilla o mejor dicho un sueño extraño anudado con una pesadilla: al principio del sueño siempre había una batalla, luego en medio de la batalla llegaban los osunos, gigantes, titanicos, emergían por los flancos desmoronando las fuerzas de su hija, luego el sueño saltaba a la imagen de su hija luchado en un lugar desconocido, era un bosque negro con ramas muertas. Su hija, la matriarca Thenglir, estaba rodeada de varios jurasangres, hijos de la tormenta y osunos de la Garra Invernal, dos de ellos la intentan derribar, pero ella les superaba en habilidad y los decapitaba. Sin embargo, otro le caia encima y luego otro. De pronto ve como otro miembro de la Garra Invernal, un osuno hiere la pierna de su hija. Thenglir a caído al suelo, está sobre una rodilla sosteniéndose con su espada de hielo verdadero apoyada sobre la nieve sangrienta, a su alrededor ya hacen varias de las Valkirias muertas, otras simplemente están intentando salvar la vida a sus otras compañeras, luego llegan más osunos, y todo parece perdido. Ve a la matriarca de la Garra Invernal acercarse a su hija. De pronto, Harald observa como la matriarca le dice algo a su hija, algo que no logra escuchar, puesto que está lejos, después la matriarca de la Garra Invernal se da la vuelta para coge una espada de otra segunda al mando que se la ofrece con parsimonia.
Entonces, ante su hija aparece un osuno, la criatura es enorme, tiene los brazos gruesos, los ojos del osunos brillan y su expresión es la de un odio puro y primigenio. Luego aparece la matriarca Sejuani, una vez más, no tiene en su manos su Mangual de los vientos de invierno, pero tiene una espada. El jurasangre de la matriarca Gnauril sabe lo que pasara, sabe lo que ocurrirá. Harald grita, y mientras lo hace el espacio que lo rodea se distorsiona.
Es ahí donde acaba el sueño. Su corazón late de un modo acelerado, su respiración es rápida, y poco a poco se va entrecortando.
Traga saliva, el hecho de ver a su hija en ese estado hace que se estremezca, siente una sacudida en todo el cuerpo. ¿Acaso es miedo lo que siente? De pronto, comprueba que si, es miedo, pero no un miedo a morir, sino un miedo a perder todo lo que ama. Quiza el miedo a lo desconocido.
--- Por el padre de todas las cosas.--- Murmura.--- ¿A qué a venido todo eso? --- Es la única pregunta que se puede hacer, luego se destapa, se quita de encima la piel de Elnuk con la que se cubría del frió invernal y se sienta sobre su camastro y por un extraño momento siente dolor en todas las cicatrices que le rodean todo el cuerpo. Es como si una bestia invisible le estuviera pasando las garras por los brazos, la espalda y el pecho.
Harald aprieta los dientes, cierra los ojos y luego se levanta por completo. Solo le queda 30 minutos para su lección de adiestramiento, aún está sopesando si aceptar como pupilo al joven salvaje. Echa un resoplido, pensando en el sueño.
--- ¿Por qué me muestras estás visiones?--- Inquiere.
"Porque es necesario". Parece decirle una voz femenina.
Harald se percata del sonido, se levanta con agresividad y con unos reflejos bien agudizados toma su espada y se pone en guardia. Observa la zona oscura de donde había procedido la voz, es una zona donde hay pieles de lobos y alguna cabeza de ciervo. Luego una mujer un poco más anciana que Gnauril aparece
--- Harald, hijo de Karlfen, hijo de Therin. Que la paz este contigo.--- Dice la anciana de ojos negros como la oscuridad que sostiene las estrellas.
Harald ya ha tomado su hacha con un fragmento de hielo verdadero, pero algo en la expresión de la anciana lo hace vacilar. Por un terrible momento, Harald se da cuenta que aquella mujer no se siente intimidada. Más bien, la anciana avanza hacia su dirección y lo único que hace Harald es preguntar:
--- ¿Quién demonios eres? ¿Cómo has logrado entrar?
--- Solo soy una mensajera, Harald. Solo estoy aqui para advertir, para aconsejar. Haci como aconseje a los tres reyes guerreros, en su tiempo.
Nada más decir eso, Harald baja su espada, la mención de los tres reyes guerreros le hace dudar. Sin embargo, no deja de mirar con atención a la anciana.
--- ¿Tú me enviaste ese sueño?
La anciana asintió
--- Así es.
--- ¿Porque?
--- Es necesario.
Harald frunce el ceño sin entender.
--- Lo que viste, está cerca a consumarse. Sucederá. Pero solo tú puedes evitarlo.
--- ¿Cómo?
La anciana lo mira de manera penetrante.
--- Haciéndome una promesa.
Harald desconfía, pero, acto seguido accede.
--- Hoy llegará un joven salvaje. Cuando esté presente ante ti acéptalo como pupilo. ¿Lo harás?
Harald la mira con extrañeza.
--- ¿Joven salvaje? --- Inquirió Harald, de pronto se percató de a qué se refería la anciana.--- Espera..... Estás hablando del joven que capturamos en los témpanos de hielo.
La anciana asintió.
--- Tenía pensado rechazarlo.--- Dijo Harald.
La anciana negó con la cabeza.
--- Prométeme que lo aceptaras.
--- ¿Porque?
--- Porque en el futuro el salvara vuestra tribu. Os salvara de ser exterminados, esta tribu estara condenada si ese joven no cumple con su destino y tú con el tuyo.
Harald se quedó espetufacto, sin saber que decir.
--- ¿Ese muchacho? --- Harald aguardo un momento antes de volver a preguntar:--- ¿Quién o qué es?
La anciana ya se estaba dando la vuelta. Sin embargo, se detuvo y con el rabillo del ojo miro fijamente a Harald.
--- Él es la encarnación de aquel que recorre los caminos. El señor del invierno y la ruina. El rey Lobo. El Berkut.
La anciana que estaba mirando Harald por encima del hombro volvió a andar y se perdió en la oscuridad, dejando a Harald tremendamente sorprendido.
--- Espera.
Harald alarga la mano para intentar detener a la anciana. Sin embargo, la anciana se vuelve a detener.