Rackenhall
5 meses antes de la llegada del Joven Lobo a la Tribu Garra Implacable y el posterior conflicto con la Garra Invernal.
Las madres marcadas Thorva y Vrynna esperaban en el vestíbulo. La misión de ambas estaba clara, la matriarca de la Garra invernal les había dado una misión muy sencilla y especifica. Infiltrarse en las filas de las tribus de Ashe, hacerle pensar que querían redimirse, ganar la confianza de la matriarca y provocar la guerra entre el Rey Ragnar V y la mismísima matriarcade los Avarosanos. Ya después eventualmente la matriarca Sejuani, enviaría a legados para conferir una alianza con el rey de aquella basta región del este. Esta alianza, si bien no parecía necesaria, era útil para los planes de la matriarca. El rey Ragnar atacaría las tribus sureñas desde su fortaleza, los osunos atacarían en el oeste y Sejuani atacaría por el Noroeste. Sería una matanza a gran escala. Y después estaba el pacto con el forastero Sylas, pero eso ya era hilo de otro asunto. La madre marcada Thorva era la que se iba a encargar de eso, pero a su momento, no debía presipitarse. Además, en aquellos momentos ambas mujeres tenían que centrarse en provocar la guerra más ruin que no se hubiera visto nunca en la historia del Freljord.
El rey Ragnar había saqueado tribus Avarosanas con anterioridad y había invadido una de las ciudades aliadas con la matriarca Ashe. Uvander.
Se suponía que la matriarca Ashe había enviado a un grupo de líderes de guerra para negociar un nuevo tratado de paz con el rey de aquella región Bárbara, pero para llegar al rey Ragnar se tenían que pasar por los legati, que eran como una especie de consejeros y sabios de aquella fortaleza rodeada por una laguna increíblemente densa y, por que no decirlo: profunda. Además, Thorva le recordó al resto de líderes que ella, por ser la más adulta y quizá la más experimentada actuaría como la portavoz cuando iniciará el debate de negociación. La delegada de la Garra Implacable: Eyra, le había advertido que estaban ahí para negociar la paz no para hacer la guerra.
---- Claro que lo se. No soy estúpida, Eyra.---- le había dicho Thorva.
Eyra miro fijamente a Thorva durante unos segundos, mientras el resto de las mujeres ahí reunidas permanecían en silencio. Estaban en la cubierta del barco que las transportaba con un poderoso viento hacia un destino incierto. Eyra al fin, sin abrir la boca se limitó a asentir con la cabeza.
Thorva se había dedicado a desprestigiar a la representante de aquella tribu del Noroeste y había lanzado dudas y desparpajos hacia la tribu de la Garra Implacable insinuando que la tribu era la más beneficiada por estar en una zona estratégica y que debería ser su tribu la sospechosa de un ataque o traicion. La cuestión era que Thorva hacia lo imposible para desprestigiar las buenas intenciones de la tribu a ojos de la Matriarca Ashe. Usaba invenciones sin demostrar para manchar el honor de la tribu, aunque esto último lo hacía de manera indirecta.
Eyra y Olgavana, otra aliada de los avarosanos y matriarca de los “Sangre de Hogar” se alejaron del resto del grupo y empezaron a sospechar que aquella Madre marcada los traicionaría en su momento. Sin embargo, no sacaron conclusiones apresuradas. Eyra sobre todo pensó que aquellas dos mujeres: Thorva y Vrynna eran espías de la Garra Invernal, y aún así, apesar de sus sospechas presentía que aquel iba a ser su último viaje a unas tierras alejadas del Freljord. Pensó sobre todo en su joven hija, Hellie, apenas una niña. Pensó en su dulce beso antes de que ella partiera, en su abrazó. Sonrió. Ella no lo sabia, pero otro joven entraría también en su vida. Pero claro, eso seria en el futuro.
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El viento dejo de soplar de golpe. Eyra se giró al este de su posición. El barco fue frenando su marcha. Los guerreros de Rackenhall daban órdenes para que los remeros suplieran con un esfuerzo adicional la falta de viento.
Los hijos de Rackenhall escoltaron a la comitiva de enviados Avarosanos hacia una gran puerta de Bronce. Aquella fortelaza se parecía mucho al fuerte hondo, pero tenía una defensa mucho más superior, tenía una laguna que la hacia impenetrable, solo con barcos se podía accesar, pero aún con todo eso la cantidad falaricas apostadas por cada sector neurálgico de los muros le dio mucho que pensar a la curandera y emisaria. Cualquiera que intentase invadir aquel lugar con zeppeling o barcos de guerra tenía que pensárselo dos veces.
Cuando llegaron a la puerta Temenida de la fortaleza uno de los legati pidió a las enviadas que esperasen. Al principio las líderes esperaron con calma, pero al final, y al cabo de 2 horas la paciencia se les fue mermando.
---- ¡Esto es inaceptable!--- Comento Thorva en voz alta, a su lado Vrynna parecía estar de acuerdo.
Eyra veía en la actitud de Thorva el inicio de la confirmación de sus peores sospechas, pero no podía hacer nada, solo tomar nota de todo lo que ocurriese y luego reunirse con su hija cuando todo aquello terminará. Sobre todo informar de todo aquello a la matriarca Gnauril para decidir que hacer desde ese momento.
Las enormes puertas de bronce se abrieron, las líderes Avarosanas siguieron a los soldados que las guiaron hacia una gran estancia donde se hallaba un círculo rodeado de gradas repleta de legatis. Podrían haber unos 300. Era increíble, habían varios de ellos, parecían hombres con una tez muy parecida a la de un bárbaro pero no del Freljord, sino de otro lugar, de otro pais, algunos con cicatrices de batalla que lucían con orgullo, otros eran criaturas vastayanas con forma de lagartos. Había una tremenda variedad de guerreros, todos hombres, ninguna mujer. Los hombres los miraban con atención y en la cima más arriba de aquel pepton estaba Ragnar V. Era una figura imponente, parecía la mezcla de un general y Dios. Era como si una Freljordiana y un extranjero de una estirpe poco normal hubieran concebido a un ser superior. Era increíble verlo.