Al principio del sueño, todo, absolutamente todo se volvia confuso.
Al Principio era enviado a una montaña enorme, gigante, gargantuesca. Sin embargo, al final de aquel trayecto descendia de golpe hasta encontrarse en la base de aquella montaña para luego, encararse con una manada de lobos wargo que lo esperaba con hambre voraz y asesina. Y entre aquella vorágine de muerte se encontraba con un lobo negro de 10 metros de altura. Era una criatura inmensa y titanica, sus ojos amarillos estaban tan fijos en él, que por un momento se sintió como una simple miseria. El lobo wargo lo miraba con furia y entonces con un rugido de ira asesina se abalanza sobre él. Ahí termina el sueño, en un sentimiento extraño de perturbación y terror que lo sobresaltan.
Entonces abrrio los ojos y de golpe se levanto de su cama. Expulso largo y tendido el aire que había estado conteniendo, su corazón latia con tal fuerza que en varios instantes tuvo que sofocar aquel sentimiento de terror con serenidad y autocontrol.
Aún era de noche, cuando de manera inmediata se levanto de su cama para pensar en aquel sueño, para meditar. Hellie como siempre estaba dormida, removiendose de su cama de izquierda a derecha. Vulvain sonrie.
Hellie era así, inquieta, escurridiza.
Luego concentro sus pensamientos en otra cosa, en el sueño. Estaba seguro de haber visto a su hermano. Fenrrir. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Un año y medio? Su hermano no podía haber crecido de ese tamaño y mucho menos en tan poco tiempo. 5 meses. Cinco meses eran los que había pasado en aquella tribu, alejado de la vida salvaje y luego aquel sueño le había recordado algo que temia de verdad, la visión de Fenrrir. Aquel lobo negro de ojos amarillos era inmenso, gigante. Echó un resoplido de resignación. Aquella estacion había caído de golpe. El frío siempre constante e inclemente se había intensificado. Los vientos eran más fuertes, mas furiosos y no podría decirse que congelará hasta los huesos.
Vulvain recordó los tiempos con anterioridad a su anexión a la tribu. Recordó que a principios de año los lobos wargo se dirigían alas profundidades del Noroeste. Aquel lugar era como un punto de reunión para todos los lobos del Freljord. Un punto donde manadas de diversas zonas, de diversos lugares del Norte siempre helado se reunían para....... Ya no recordaba eso con especificación o con exactitud. Apretó los dientes. Solo si recordaba la figura de aquella montaña. De improviso, recordó que jamás regresaría ahí. No podía. De hacerlo, aquellos lobos gigantes venidos de una tierra anterior al Freljord y muchos mas antiguos al Vorrijard lo matarían, puede que incluso lo hicieran pedazos. Podría matar a un lobo diente helado, a un lobo salvaje de seis patas, o a un lobo común y corriente, pero con aquellos Wargo...... No, era imposible. Los lobos Wargo mataban osunos, mataban Trolls, mataban Yetis, y se dic e que en un tiempo anterior habían matado a un Dios. A un Dios. Eso lo había visto en el pasado, lo recordaba. Lo recordaba tan bien..... Negó con la cabeza. Tras unos minutos contemplando las pequeñas roturas del techo de su habitación, se levanto del todo, desesperezo de la cama, Hellie tan perspectiva como siempre se levanto casi al unisono de la cama para preguntarle a dónde se dirigía y Vulvain solo se limito a responder que iba a orinar. Una mentira. Pero es una mentira plausible.
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Salió de la habitación y empezó a pasear unos minutos en el interior de la cabaña captando los aromas contenidos en el interior, hasta que al fin, dejando de lado todo aquello se decidió por entrar en el estudio de Eyra. La estancia de la curandera era una especie de biblioteca y santuario de plantas; una estancia independiente que daba a un túmulo de libros y tomos extraños. No sólo habían tomos de la época pérdida de las tres, sino que también habían tomos de la tribu a la que actualmente pertenecía; escritos sobre mitos y leyendas de los tres reyes guerreros de Urthistan. Otras historias escritas hablan de una época anterior al Freljord, al Vorrijard, A la llegada de la Gran serpiente y a todas las civilizaciones conocidas, hablaban sobre un antiguo imperio: el imperio de Urthistan. En aquellos escritos se decía que Urthistan era todo un continente, y era el punto y eje central de todo Runnaterra. Reyes, Emperadores y Magos iban para aprender la sabiduría de los Tres gobernantes que habían eregido tal imperio. Entre los textos, Vulvain encontró algo en particular, una descripción que hablaba de los lobos gigantes de Ur, sobre todo lo que concernia a la guardia personal del Rey Lobo, los Insubres:
"Entre los más temidos y más respetados guerreros de Urthistan, estaban los insubres, los jinetes de los temibles lobos wargo. No existía ejército capaz de doblegar a estos todo poderosos guerreros, seleccionados desde su nacimiento por el mismísimo Rey lobo, los insubres, eran la guardia personal del señor del Invierno y la ruina, y eran capaces de conquistar lo incosquistable, de destruir lo indestructible y doblegar lo indoblegable. Los más preeminentes eran conocidos como los Señores de la Guerra. Cuyos nombres se han desvanecido."
Más abajo había una imagen de uno de aquellos guerreros, llevaba una especie de armadura extraña, rara. Parecía que aquel guerrero estuviera peleando con alguna especie de criatura extraña, un ogro con alas escamosas y que en sus manos creaba una especie de hacha de hielo verdadero. Sonrió. Dejo el libro de lado para leerlo mas tarde y alargo su mano para leer otro tomo extraño que tenia una especie de ojo carmesí en su pomo, este se encontraba en la parte mas oscura del perton. Parecía mas bien una estrella de nueve puntas.
Volteó la página del tomo que había sacado y empezó a leer la siguiente descripción:
"La caída de Ur."