Universo League Of Leguends: La Leyenda Del Rey Lobo

Capitulo XLI. Hilda Lelia.

Noroeste Báltico,
Salida de los Alpes Masilicos.

Hilda Lelia cabalgaba sobre su Elnuk en silencio, entre las tiendas del campamento establecido por las fuerzas de la Matriarca Thenglir, y las dos líderes de guerra que habían venido en calidad de apoyo: Vrynna y Thorva. Los campamentos de ambas madres marcadas estaban apostados junto al río Sigva, zona donde la Matriarca Thenglir pretendía llevar a cabo su plan. Hilda avanzaba firme, culmen de unos brazos bien formados, musculosos; de vez en cuando su Elnuk rebuzbaba y se quejaba, pero Hilda lo calmaba con golpes suaves en el cuello. A sus Veintidós años aún se conservaba impecable, fresca, joven. Tal era así, que recientemente optó por dejarse crecer más el cabello y raparse cierta parte de éste. El lado derecho del cuero cabelludo de Hilda siempre quedaba al descubierto, no calvo en su totalidad, pues se habría visto horrible, pero había un cierto estilo en el corte gutural que le daba cierta elegancia, la hacía ver mejor, la hacía ver respetable. Aquella apariencia del pelo rapado era como una marca, un símbolo de su ascenso a Valkirya y más que todo a su cercanía como tercera al mando de la Matriarca. En la garra implacable las cosas eran así, la admiración y fidelidad por las Valkiryas veteranas era infalible. Aparte de eso se aseguraba de transmitir su confianza a otros miembros de su turma, sobre todo a los nuevos miembros. La Valkir asiente al ver a sus insubres y guerreras más letales luchando, entrenando, y al verlos se enorgulleció. Recuerda sus primeras campañas, recuerda sus primeras luchas en campo abierto, recuerda las noches frías y las complicadas batallas con aquellos hombres y mujeres que ahora están bajo su mando. Que ahora la siguen.
En su trayecto por la campaña observa a distintos grupos de turmas que se mueven de izquierda a derecha. Algunos la reconocen y la saludan de manera respetuosa. Ella solo pasa asintiéndoles con la cabeza. Llega a otra zona de su trayecto y observa con asombro como los insubres y valkiryas de su matriarca están formando un puente sólido para cruzar el río Sigva. Los insubres y Valkiryas trabajan con tesón, poniendo un interés ferviente en lo que hacen: los Volkos, aliados recientes de Thenglir ayudan con las posiciones de las maderas y las cuerdas. Los celtiberos y los oretani se ven preocupados por otros asuntos concernientes al puente que la matriarca había mandado a construir.

Hilda pudo notar una preocupación en los rostros de aquellos individuos. Sin embargo, los únicos que parecían no estar preocupados eran las fuerzas de Vrynna y Thorva. Aquello parecía sospechoso, sacudió la cabeza. El día anterior había escuchado los informes de los exploradores: Sejuani, había conseguido lo imposible; la matriarca de la Garra Invernal había cruzado los Alpes con su ejército, y avanzaba hacia las tierras de la Garra Implacable, para luego dirigirse hacia las tribus Avarosanas. Sin embargo, entre la Matriarca Sejuani y los Avarosanos se interponían los supervivientes Volkos, oretani y Celtíberos, junto con la Garra Implacable, y por supuesto, las líderes Vrynna y Thorva. Suponiendo que estás últimas fueran aliadas. Aún faltaban los refuerzos de la Guardia de Hielo, liderados por un Draklorn, preparados contra la ofensiva para aniquilar a la Garra Invernal. Aquello, pensó Hilda, era una buena estrategia por parte de la matriarca Ashe y la matriarca Thenglir.

Poco sabía Hilda de la traición que estaban a punto de experimentar por parte de Vrynna y Thorva.

Pero por ahora, ante la ignorancia de los acontecimientos Hilda se mostraba animada y más importante aún, sin miedo.

Todos pensaban, y Hilda también, que un ejército de la Guardia de hielo, un ejército enviado por la matriarca Ashe y las fuerzas de su matriarca Thenglir serían suficientes para detener a la Garra Invernal en la región. No importaba la probada osadía de Sejuani o su audacia al recorrer y atravesar rutas imposibles. A fin de cuentas Sejuani no había hecho más que asediar pequeñas tribus desordenadas, tribus que se mataban los unos a los otros. No contaba. Sin embargo en algún momento había logrado vencer a la guardia de Hielo. Eso era un punto a favor de la Garra invernal, pero en algún momento tendría que luchar contra sus fuerzas abiertamente y eso, necesariamente, sería el fin de las victorias de Sejuani.

La matriarca Thenglir había ordenado construir un puente para cruzar el río y cortar el avance de Sejuani. Era una decisión audaz, pero necesaria y cada Valkirya, Volko, Celtíbero o Insubre, subrayaba con su esfuerzo y sudor en la contingente tarea en levantar ese puente, su pleno acuerdo con su matriarca: había que salir a luchar contra la Garra Invernal y sobre todo detener a su matriarca. Nadie había llegado tan lejos o, mejor dicho tan cerca de sus territorios con un ejército hostil, y aquello tenía que disolverse; tenía que disolverse ese temor que se estaba suscitando en todos y cada uno de los ahí presentes.

---- Mi líder----dice un joven.

Hilda sale de su sopor y mira con fijeza al joven que la ha interrumpido en sus divagaciones internas.

---- ¿Qué ocurre? ---- Inquiere Lelia.

---- La Matriarca---- comienza el joven entre jadeos, al tiempo que le tiende una tablilla. ---- La matriarca la está llamando, requiere de su presencia.

Hilda no le contesta, simplemente asiente y toma la tablilla, espolea a su montura y se dirige hacia la tienda de su Matriarca. En el camino empieza a reflexionar, a pensar sobre la idea de colocar un puente. Aquella obra podía ser un arma de doble filo. En primer lugar si traicionaban a la Matriarca y la derrotaban en el bosque del otro lado del río, aquel puente podría ser acceso para la Garra Invernal y así invadir a la tribu de la Garra Implacable. Después pensó en cómo estaban creando aquel puente; los Volkos habían ayudado demasiado con la implementación y el diseño de aquella basta estructura. Uno de los jefes Volkos había ordenado disponer diversos barcos que habían ascendido por el río que, puestas en paralelo formaban un puente flotante lo suficientemente sólido como para que sus fuerzas y sus aliados pudieran cruzar el Sigva con todos sus pertrechos de guerra. Sejuani no debía cruzar aquel río. Aquélla matriarca se había escabullido en el Adriático y los había evitado al cruzar los Alpes, pero aquel debía ser el último viaje de la Garra Invernal.




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