28 días después del desastre en el Sigva.
4 de Diciembre.
Decius estaba colérico.
Primero los habían destinado al Canm con la idea de prepararse para defender y reforzar aquel sector que colindaba con la tribu de los niños del hielo; se decía que incluso los avarosanos habían enviado una buena cantidad de sus fuerzas a aquella región, y ahora se encontraban de vuelta emplazados en el noroeste Baltico, con destino a un sector llamado Bruhkvar. Recordó mas bien que hace dos días habían tenido que resistir el ataque de una avanzadilla de osunos que los habían emboscado en la rivera de un cerco de abastecimiento, donde se habían guarecido del frió. Sin embargo, las criaturas se echaron para atrás cuando los Yetis arremetieron contra ellos y, tras aquel acontecimiento, el Draklorn al mando había ordenado caminatas forzadas de día y de noche sin descanso. Al final de dos días de caminatas forzadisimas, Arx Asdrubalis, el draklorn al mando de aquella comitiva había llegado al punto de reunión, donde se suponía que tenían que encontrarse con la matriarca Thenglir a principios de Diciembre.
Había anochecido y, Decius, cubierto con una manta, se acurrucaba junto con otros guerreros alrededor de un fuego intentando calentarse los pies helados por el viento gélido y la helada que había estado cayendo durante todo el día. Decius siempre toleraba mejor el calor que el frío, por eso se había alegrado cuando el destino inicial había sido el Canm, ahí almenos habría sol, sin embargo, el informe de una de las mensajeras de la ciudadela de la guardia de hielo había cambiado su ruta de manera inexorable.
—Estábamos mejor cuando partíamos al Canm —comentó.
Born, su amigo y su padre adoptivo, le miro con extrañeza.
—No sé por qué dices eso, hijo —respondió Born.
—Bueno, si hay que luchar —aclaró Decius— o morir si es el caso, prefiero al menos no tener que pasar frío durante días y días. Al menos que la espera se haga relativamente agradable.
El Anciano se detuvo a pensar y al final auguro que si. Asintió.
—En eso tienes razón, hijo —admitió, y varios velites y sagitares asintieron con la cabeza.
Estaban todos ateridos por el viento helado que parecía adentrarse por todos los recovecos de sus armaduras. Además, todo eran prisas en los desplazamientos de las turmas y las fuerzas al completo, de manera que apenas podían cargar con pertrechos, ropas o comida suficiente como para cubrir sus necesidades a gusto. La moral no estaba muy alta y menos con las noticias que venían del noreste. Primero fue la sorpresa de enterarse, cuando estaban en NALJAÄG, de que Sejuani había rehuido el combate en la península Báltica para cruzar los Alpes y entrar al noroeste, y luego el desastre en el Sigva hacia veintiocho días, donde las fuerzas de la matriarca Thenglir habían sido devastadas por el enemigo. Además, el hecho de que una de las aliadas de la matriarca Ashe yaciese herida de gravedad tampoco ayudaba a infundir valor entre las turmas y avanzadillas.
Los velites se apretujaron junto al fuego, recostándose unos al lado de otros para intentar complementar con el calor de sus cuerpos el tímido alivio térmico de las débiles llamas, pues la leña húmeda por la nieve ardía mal y despacio.
Decius, echado de costado, miraba su gladio noxiano cuyo filo oscuro brillaba a la luz de la luna. Las fuerzas de la guardia helada al mando de Arx Asdrubalis apenas habían tenido tiempo de ejercitarse para el combate, pues en lugar de pasar varios meses en el este adiestrándose para la guerra, habían tenido que interrumpir la instrucción militar para emprender el largo camino que los llevase a Bruhkvar. Mucho viaje y poco entrenamiento. Si todos estaban igual de verdes en el uso de la espada o en el arte de lanzar una jabalina, aquello no tendría buen cariz. El caso es que se suponía que la Guardia de Hielo era invencible: vencedoras contra los osunos en aquella anterior larga guerra contra las tribus ursinas; victoriosas contra los bárbaros del Este y del sureste; conquistadoras de multitud de ciudades, vencedoras ante los piratas de Loktfar o los ligures.
"Un gran número de victorias debería sustentarse sobre algo más que unos días de instrucción", meditaba Decius.
Quizá el secreto estuviera en sus líderes, en los Draklorns y su capacidad para la estrategia militar. Sí, seguramente ése debería ser el secreto, pero los Draklorn solo tenían una única estrategia de atacar por atacar, es decir, todo de frente, sin tácticas, ni nada. A Decius le venció el sueño y cerró los ojos. Los Dioses y las tres velaban por ellos. O eso pensaba.
-----
La matriarca Thenglir tenía vendado el torso, la herida que había recibido hacia veintiocho días no terminaba de cerrar y eso preocupaba a todos los presentes. Había perdido mucha sangre en su huida del Sigva hasta alcanzar el campamento que habían montado sus fuerzas en las cercanías del Rio Bruhkvar. Este rió no era profundo, y según los informes de los exploradores de la región se habia informado que la matriarca Sejuani había descendido por aquel sector, para re-emprender su marcha hacia el Canm, y aparte de eso, el rió Trasimeno no tenia ningún hechizo o maldición que impidiera el paso de los osunos, de modo que se verían en serias desventajas si aquellas criaturas los destrozaban.
Thenglir estaba postrada en una camilla impotente, sin poder moverse y lo peor esque se había informado que las fuerzas de la Guardia de Hielo habían llegado.
La matriarca apretó los dientes al no poder presentarse de manera correcta ante el Draklorn al mando de aquella fuerza; tendría que soportar la humillación de recibir a un alto sacerdote de un modo poco honorable.
El Draklorn recién llegado se quito el casco y miro con cierto aire de desprecio a la matriarca, tendida en una camilla. En la tienda estaban las valkirias y, detrás de éstos, el joven Vulvain junto con algunos otros volkos y celtiberos. La matriarca se levanto, o mejor dicho levanto medio cuerpo en un último esfuerzo por mantenerse erguida y mostrar a aquel Draklorn que a pesar de las heridas mortales podía moverse y hablar con libertad.