Junto al río Bruhkvar,
3 de Diciembre.
Era un amanecer gélido que anticipaba las nieves que pronto cubrirían la región. Hilda Lelia y el joven Vulvain cabalgaban juntos en dirección a la puerta principal del campamento, donde se estaba reuniendo la caballería de Asdrubalis para salir en misión de reconocimiento, tal y como se había acordado la noche anterior.
—¿Puedo decir algo? —Preguntó Hilda Lelia.
—Claro —respondió Vulvain.
—Pues he de confesar que cuando la matriarca, quiero decir..... Ehmm... Bueno, cuando la matriarca me encomendó servir bajo tu mando pensé que me iba a aburrir bastante, pero empiezo a tener la sensación de que a partir de ahora no voy a tener mucho espacio para el aburrimiento.
Vulvain sonrio.
—¿Y eso te parece bien o mal?
—Bien, bien. Sólo tenía miedo de permanecer en la retaguardia aunque…—Lelia demoró en contestar.
—¿Sí? —inquirió Vulvain un tanto extrañado.
—Bueno... Aunque tampoco es necesario ir siempre al centro de la batalla como hicimos en el Sigva.
Vulvain volvió a sonreír.
—Parece que la matriarca y tú piensan lo mismo. Ayer me ha sugerido que sea más cauto, más precavido.
—Una mujer sabia, la matriarca.
Vulvain asintió. La turma de Arx Asdrubalis ya estaba formada. Los cuernos sonaron dando la señal de iniciar la marcha. Ambos espolearon suavemente a sus elnuk con sus tacones para entrar en la formación.
Cabalgaron durante unas tres horas al paso casi todo el tiempo y, en algunas ocasiones, con un ligero trote. Encontraron un par de pequeñas cazuelas desalojadas y saqueadas. Había casas que todavía se consumían lentamente en sus cenizas. Todo el trigo y el resto de los víveres habían desaparecido. Sejuani había invadido aquel sector y quizá con los suministros estaba alimentando a sus fuerzas y un gran ejército como el que había traído desde el oeste necesitaba muchos recursos.
Llegaron a una llanura y Arx Asdrubalis detuvo la marcha, el Draklorn se quedó observando el área durante largo tiempo: al final de la planicie se divisaba un grupo de jinetes Druvasks. El sacerdote de alto rango ordenó que las turmas de elnuks y falkirs se preparase para una carga.
Lelia observaba a los jinetes de la Garra Invernal.
—Cada vez hay más —comentó—. Yo diría que no son exploradores, cuento ya unos dos o tres cientos y llegan más. Creo que es la turma de Vrynna y Thorva, las traidoras.
—Las mismas contra los que luchamos en el sigva —apostilló Vulvain.
Hilda asintio.
—Las mismas.
Ambos, Vulvain y Hilda vieron cómo en unos segundos, con una sorprendente agilidad, los Druvasks formaron su despliegue de ataque. El Draklorn al mando no esperó ni un momento y, sin mediar debate alguno con sus más allegados, ordenó que los Yetis cargaran contra la turma de la Garra invernal lanzandose como bestias enloquecidas, la turma ahí reunida respondió de igual forma. Las dos fuerzas chocaron en el centro de la llanura y muchos jinetes cayeron abatidos por el empuje de las criaturas. Lelia y Vulvain cumplieron con lo que se esperaba de ellos y se lanzaron al ataque derribando a todos los que estaban huyendo en desbandada. Vulvain siguió abriéndose camino entre los enemigos que, más que atacar, parecían limitarse a protegerse de los golpes. Poco a poco muchos de los jurasangre de la Garra invernal que habían sido derribados se levantaban, para buscar sus monturas y, una vez de nuevo sobre sus druvasks y lobos salvajes de seis patas, comenzaron a replegarse. Lelia los observaba igual de extrañada que el joven Vulvain. Apenas había heridos entre la Garra Invernal y, sin embargo, se replegaban con rapidez. Arx Asdrubalis ordenó que el ataque prosiguiera, avanzando sobre la llanura y empujando a la turma de la Garra Invernal hacia el final de la planicie. Al cabo de unos minutos de combate los jurasangre liderados por la propia Vrynna dieron media vuelta y se retiraron por completo, galopando raudos sobre la nieve, dejando a la guardia de hielo sola, dueños de la llanura.
—¡Victoria! —Gritó el Draklorn—¡Victoria absoluta!
Sobre la nieve de aquella pradera había numerosos cadáveres de ambos bandos, pero por mucho que Vulvain examinaba los cuerpos caídos, no observaba un mayor número de hijos de la tormenta muertos que justificara aquella veloz retirada. Se volvió hacia Lelia y leyó en sus ojos su misma sensación de confusión.
—Son los mismos del Sigva —comentó Lelia—, pero como si no lo fueran. No combatían así cuando nos atacaron y luchábamos por salvar a la matriarca.
—Sí —dijo Vulvain—, y no sólo eso. Aquí ni siquiera han intentado rodear al Draklorn.
La conversación entre Vulvain y Lelia pronto quedó apagada por los gritos de júbilo de los yetis y la turma de la guardia helada y, en el centro de todos sus jinetes, el propio Draklorn que, con ambos brazos en alto, ofrecía aquella victoria a las tres. Vulvain volvió sus ojos hacia el lugar por donde habían desaparecido la turma de la Garra Invernal. No se veía ha nadie. El fondo de la llanura y las montañas colindantes estaban vacías. Respiro hondo, capto aromas, el olor osuno, el olor a los hijos de la tormenta y supo que ahi, entre los arboles oscuros, los matorrales y lo demás..... Estaban ocultos la Garra Invernal, esperando aguardando.
"Tengo un mal presentimiento." Pensó.
Y con ello, Vulvain se dio la vuelta y se retiro.
------
En el bosque de Buhkvar,
3 de Diciembre.
Vrynna y los supervivientes se presentaron de inmediato ante Sejuani. Ésta aguardaba en su tienda, junto a Vrianna. Entre las líderes marcadas se incluía esa tarde la presencia de la Shamanka Thorva, que la había acompañado desde la infiltración a las tribus avarosanas.
—Todo ha salido según lo planeado —empezó a explicar Vrynna—. La guardia de hielo está convencida y satisfecha de su victoria.