Noreste Baltico, Liguria"
Cuarta estación, campaña del segundo año."
Harald Kalfegni Asina, había llegado al báltico con las sesenta naves que su hija, la matriarca Thenglir le había cedido para trasladar las dos turmas cuyo mando le había traspasado para atacar a la Garra Invernal, y así cortar la línea de suministros de Sejuani procedente de aquella región.
Harald puso pie en la nieve de Evander, una colonia de la región avarosana, en la costa del noreste. Varias lideres Avarosanas, representantes de la Matriarca Ashe, en especial hijas del hielo supervivientes a las luchas contra los osunos e hijos de la tormenta, se acercaron para recibirle con los brazos abiertos.
—Agradecemos su llegada, gran Harald. Ojalá ahora se pueda cumplir el mandato de la Gran Matriarca Ashe y recuperar el control de esta región —comentó una hija del hielo nada más bajar Harald de su barco.
—¿¡La matriarca Ashe!? —Preguntó a voz en grito el aludido, interrumpiendo a aquellas Hijas del Hielo que le agasajaban en su recibimiento—. ¡Sí la matriarca Ashe, y mi hija, la matriarca Thenglir! ¡Mi hija me ha pedido que despeje de hostiles toda esta región desde el Rhudan, hasta el Ebro y eso es lo que voy a hacer! ¡Lo que vamos a hacer! —.Y elevó aún más su grave y poderosa voz para que le oyeran tanto los que se acercaban a las naves por toda la costa como los insubres que comenzaban a desembarcar— ¡Insubres, Avarosanos, Hijos del Hielo vamos a perseguir a la Garra Invernal hasta que crucen el Ebro de vuelta a su casa con el rabo entre las piernas y vamos a combatir con ellos a muerte hasta que acabemos con esta tarea! —Y volviéndose a los ligures que, entre curiosos y sorprendidos, se acercaban para presenciar el desembarco de las tropas de la Garra Implacable, añadió—: ¡Y que los jefes de los pueblos ligures de este sector vayan decidiendo de qué lado están y rápido, porque seré generoso con los que nos apoyen desde este momento, pero también me ocuparé personalmente de aquellos que apoyen a la Garra Invernal hasta que maldigan el día en que su madre los parió! ¡Y a los osunos les decís que los busco y que no quiero cansarme de encontrarlos, así que vengan pronto y, si quieren, que se traigan a su dios con ellos porque les van a hacer falta! —Y luego para sí, en voz baja—. Ya tenía yo ganas de entrar en esta guerra e ir poniendo un poco las cosas en su sitio.
Y entonces, de inmediato, sin perder el tiempo, ordenó que las fuerzas de la Garra Implacable, los avarosanos y ligures ahí reunidos formasen y, sin aguardar un minuto, una vez todas las turmas estuvieron desembarcadas, inició una marcha hacia el interior de la región en busca de un enclave llamado Cesse por los habitantes de Liguria. Su objetivo era localizar la posición de las tropas de Vrynna que se habían desplegado en esa direccion, el ejército que Sejuani había dejado tras de sí para mantener expeditas las vías de comunicación y aprovisionamiento entre su propia expedición a la peninsula Baltica que conectaba con el Rio helado y el Bracken, y las ricas fuentes de víveres y pertrechos del Baltico.
Al cabo de varios días de marcha, un explorador pidió permiso para informar al prolider.
Harald le recibió en su tienda, mientras comía carne y bebía vino, y consultaba unos mapas y escuchaba los informes de sus exploradores y exploradoras.
—Los osunos se han agrupado en Cesse y están dispuestos al combate, mi prolider.
Harald asintió e hizo una señal para que el explorador abandonase la tienda. En cuanto éste hubo salido, continuó comiendo, y con los carrillos llenos de comida y vino se las arregló para dar sus instrucciones a las hijas del hielo presentes.
—¡Mañana vamos a Cesse y barremos del mapa a ese ejército osuno! Que los soldados y los avarosanos cenen bien esta noche y que beban algo de vino, sin excesos, que para eso ya me basto yo. ¿Alguna pregunta?
Después de las derrotas sufridas en el Baltico, no estaba claro que aquella táctica del ataque frontal fuera a ser la mejor, pero era cierto que desde la llegada de Harald Kalfegni a la Region eran muchas las poblaciones y pueblos ligures que habían abandonado a la Garra Invernal y que todos los jefes de las diferentes tribus de la región esperaban una muestra de la auténtica fuerza de los avarosanos y sobre todo de la Garra implacable en la península baltica; rehuir el combate también podía verse como una muestra de debilidad. Entre el mar de dudas en el que los hijos del hielo se debatían por discernir qué podría ser mejor para acometer aquella difícil campaña contra el ejército de Vrynna y la resuelta decisión y seguridad de su pro-lider; no había mucho margen de maniobra.
Mirtala, una de las hijas del hielo más experimentadas, se anticipó a la respuesta del explorador.
—Así se hará, prolider, prepararemos los barcos para el asalto —dijo, y salió de la tienda y tras ella, salieron el resto de avarosanos, que la siguieron con rapidez.
Harald separó entonces su plato de comida y acercó el plano de la región en la que se encontraban, mientras que registraba en su mente la celeridad en la respuesta de aquella líder avarosana. Mirtala Mortensen se llamaba. Siempre memorizaba el nombre de todas las líderes, insubres y ligures a su mando. Era información útil. No entendía cómo su hija encontraba espacio en la cabeza para recordar también diálogos en las reuniones de líderes en Rakelstake. Harald era más selectivo. Se centraba en lo militar: lideres, inventarios y mapas, ésas eran las cosas que estudiaba con detenimiento.
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Al día siguiente.
Al día siguiente, los avarosanos e insubres ahí presentes atacaron en perfecta formación a los osunos. Las turmas avanzaron con el pro-lider al frente. Su gigantesca figura de dos metros y medio se abrió paso, apoyada por varios hombres de confianza, por entre las filas de la Garra Invernal y su arrojo pareció contagiarse como una centella entre el resto de los avarosanos. El pro-lider había situado a los hijos del hielo al mando de Mirtala en su ala derecha. Sabía que así no tendría que preocuparse más por un flanco. La Garra Invernal luchaba con tenacidad, pero los avarosanos llevaban consigo una fuerza renovada que hizo retroceder a los osunos e hijos de la tormenta pasó a paso y luego en desbandada general. Aquel día, ocho mil hijos de la tormenta, liderados por Olaf cayeron abatidos. Las fuerzas de Olaf solo se lanzaban a lo loco, sin ningún tipo de estrategia y Harald uso aquella locura guerrera a su favor.