Universo League Of Leguends: La Leyenda Del Rey Lobo

Capitulo LIII (53)Dahrilia.

Rackelstake, campaña del segundo año.
Estacion de Primavera,

Eyra Kalsegni, caminaba rápida por las calles de la capital Avarosana. Ya habían pasado 5 meses desde el desastre en el Sigva y desde la locura acaecida en el Bruhkvar, cinco meses de locura guerrera y penurias. Al final de aquella campaña la matriarca de la Garra Invernal se habia visto obligada a retirarse y buscar otra ruta con la cual llegar a las Tribus Avarosanas. La matriarca de la Garra Implacable celebro aquella pequeña victoria, pero a pesar de todo y a pesar de las circunstancias, todos sabían que la Guerra contra la Garra Invernal no habia terminado. Eso lo sabían todos. La Guerra seguía vigente y solo estaba empezando. Vulvain lo sabia y su madre Eyra, lo sabia.

Con él regresó de las fuerzas de la Garra implacable y, entre otros muchos, su propio hijo, Eyra había decidido que era el momento de que Vulvain empezará a conocer todo lo referente a la vida social en la capital avarosana. La matriarca de la Garra Implacable, la mismísima Tenglir, le había encargado a su emisaria, que Vulvain conociera todo lo referido a la política Avarosana y a los aliados de los mismos, de modo que ambos, madre e hijo, caminaban aquella mañana de Abril por las transitadas calles de una Rakelstake que se preparaba para las nuevas elecciones de lideres que irían al Canm con el fin de detener a la Garra Invernal. Se decía que la matriarca Ashe estaba en el sureste deteniendo el ataque de un mago demaciano muy peligroso: un hombre llamado Sylas, que había empezado su ataque entre las tribus comerciales, sobre todo aquellas que comerciaban en la frontera de Uwerdale, frontera que colindaba con los Demacianos, y en el otro extremo estaba Arx Asdrubalis, condenado por orden y mandato de la gran Lissandra, quien había condenado al Draklorn a conquistar las poderosas murallas de Rackenhall, se decía que la matriarca Ashe se había opuesto a este horrendo mandato, pero el sacerdote escarchado, Jens Barcal, sentencio que la voz de Lissandra era ley y que habia sido la misma Reina de hielo la que habia enviado aquellos refuerzos para apoyar a las tribus Avarosanas, de modo que Ashe no tenía voz, ni voto para decidir el destino de aquellas fuerzas que eran enviadas como castigo a Rackenhall:

"Con el debido respeto matriarca Ashe. La turma de Arx Asdrubalis fracaso en su intento por detener a la matriarca Sejuani, nuestra temida y oscura señora le ha dado la oportunidad de redimirse en Rackenhall. Hasta que los aliados de Sejuani sean conquistados, este Draklorn y sus fuerzas se quedaran ahí, hasta la muerte. Ademas, Skarkar Yelmo Hielo les hará compañía."

Aquellas fueron las palabras del sacerdote escarchado.

Se decía que la matriarca Ashe había intentado protestar, pero se sintió compelida a suplir aquel bárbaro mandato, esto ultimo tuvo que hacerlo para mantener la paz entre la Guardia de Hielo y los Avarosanos. Otros hijos del hielo, sin embargo, estuvieron de acuerdo, y sentenciaron a aquella guardia y a su Draklorn como los Desterrados, los Malditos. Los sacerdotes escarchados enviados desde la ciudadela de Hielo, confirmaron aquella noción como valida y Asdrubalis fue condenado al ostracismo y enviado a Rackenhall.
Vulvain meditaba en todo aquello. La sentencias, los juramentos, las suplicas. Nego con la cabeza. Aparto sus pensamientos de todo eso.

En medio de su caminata por el centro de la ciudadela, se encontraron con la matriarca Thenglir, está se encontraba en una conversación con su segunda al mando: Grunhild. Pero al ver a Vulvain y Eyra en la vía comercial se decantó por acompañarlos sin antes despedirse de su valkirya y ordenarle que lo preparase todo para su siguiente campaña. De modo que aquel día la matriarca los acompañó hacia un destino que Vulvain apenas conocía; aparte de eso, la matriarca deseaba que Eyra le informase todo lo referente a las reuniones de líderes y las futuras decisiones que se habían tomado en la capital.
Aquella fecha tras la partida de la matriarca Ashe a las fronteras de Uwerdale, diferentes nombres sonaban como posibles candidatos al máximo cargo de Pro-líder: Dahlia, Olgavana, Eliana, Ludmila y, como siempre, Jens Barcal, el sacerdote escarchado que gracias a redadas internas y sobre todo a la presión del pueblo, había ascendido a Rango de “Nomen”, un rango de asesor, solo por debajo del jurasangre, pero un rango que le daba un poder increíble sobre el pueblo y sobre las decisiones del Estado, pero aun con todo eso no estaba claro cómo iban a desarrollarse los acontecimientos en la capital.

Vulvain quien se encontraba un tanto incomodo por la extraña caminata hacia las afueras de la capital no pudo evitar preguntar hacia donde se dirigían:

—¿Madre? ¿Matriarca? ¿Adónde vamos? —Preguntó Vulvain entre extrañado y aburrido.

Eyra se volteó y lo miro por un largo y tendido tiempo, mientras pasaban por el sector donde se situaba una estatua enorme. Aquella, era la estatua de la Gran Avarosa.
Vulvain, Thenglir y Eyra se quedaron un rato en el sector para presentar sus respetos ante la que antaño fuera la gran unificadora del Freljord y luego dejaron el área del centro para caminar entre callejones estrechos y amplias avenidas con un paso constante, rápido y decidido; aunque las únicas que sabían el destino de aquella larga y tediosa caminata eran su madre y la matriarca. Por otro lado, al joven Vulvain le parecía sorprendente la recuperación de su matriarca. La herida en la pierna y el pecho había sido grave y profunda. Sin embargo, su madre, Eyra, había logrado curar con rapidez aquella herida y ahora Thenglir avanzaba veloz y firme junto a Eyra; la cojera de la matriarca apenas era visible al pisar con la pierna herida, sólo discernible para quien supiera lo acontecido hacía unos meses junto a aquel nefasto río del noroeste.




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